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Domingo, 20 de octubre de 2013

MúSICA > ELLA ES TAN CARGOSA, UNA DéCADA Y MEDIA DE POP DEL OESTE

La canción es la misma

Con catorce años de trayectoria y hermosas melodías de inspiración beatle, Ella es tan Cargosa se convirtió en una de las bandas más respetadas y admiradas por los músicos y la gente del ambiente: el grupo de Castelar, a puro trabajo, logró posicionarse como referente y estandarte del género canción. Ahora, mientras se prepara para una gira antes de encerrarse a grabar su próximo disco, su cantante Rodrigo Manigot repasa todo este tiempo entre el culto y el hit.

 Por Pablo Perantuono

La anécdota funciona como metáfora adecuada para reflejar la oscilación vital de una banda que, como los trenes, llegó a la Capital desde el conurbano –en este caso, Castelar– surcando demoras y dificultades, inclusive pudiendo no llegar. Es marzo del 2008 y Ella es tan Cargosa gana el Premio Gardel como “nueva banda pop”. Al fin, tras atravesar experiencias anteriores esquivas, sus integrantes reciben la reverencia de la aristocracia del rock. Es de noche, hay un premio, hay que festejar. El grupo sale dispuesto a romperse la cabeza, a sumergirse en el placer, a “pomelear”. Pero algo se rompe y no es la cabeza de los componentes sino el Ford Falcon modelo 80 de Mariano Manigot, uno de los guitarristas de la banda. Lo que iba a ser una noche inolvidable se convierte en cinco tipos al costado del camino. “Terminamos empujando el auto bajo la lluvia con el Gardel en la mano... Un momento glorioso”, recuerda Rodrigo “Rulo” Manigot, hermano de Mariano, cantante y letrista. “El mensaje parecía claro, como si todo el tiempo estuviera presente una suerte de advertencia que te recuerda que no hay que creérsela”, profetiza.

Episodios como ése aparecen una y otra vez en la biografía de un grupo que está por editar su cuarto álbum, y que en sus 14 años de trayectoria se convirtió en una banda casi de culto, admirada por buena parte del ambiente. Músicos como Manuel Moretti, Gustavo Cordera, Iván Noble y Ariel Minimal, o grupos como Los Tipitos o Tan Biónica, se rindieron ante los encantos de este quinteto de claras influencias beatleras –el nombre así lo indica: viene de la canción “She’s So Heavy”– y de otros próceres de la canción vernácula como Spinetta, Páez o el Calamaro de Los Rodríguez.

Durante la década pasada, La Cargosa –completan Ildo “El Tano” Baccega en guitarra, Pablo Rojas en batería y Miguel Bassi en bajo– fatigó los sótanos del Oeste. Aquellos años de “inferiores”, en una escena hostil y endogámica, les moldeó el espíritu. “Es un ambiente difícil, lo contrario al de Capital, donde la gente tiene una onda infernal, se alegra y te felicita por tu música”, diferencia Manigot.

En 2006, cuando ya llevaban más de seis años compitiendo en esas condiciones, surgió la posibilidad de fichar por una compañía. Una mañana de agosto se presentaron en Tocka Discos a escuchar una oferta. Cuando Manigot y sus amigos llegaron, se retiraba Pity Alvarez. No eran días sosegados para el cantante de Piedrabuena. Estaba por hacer una de sus irrupciones mediáticas diciendo que ingería comida con bacterias y fumaba paco. “Me acuerdo de que Alberto Moles, de la compañía, lo señaló y nos dijo: ‘Muchachos, tienen dos caminos: pueden convertirse en personajes y lucran con eso, o hacen canciones, no explotan nunca, pero viven de eso tranquilos’.”

Más que una lección, aquello fue una premonición, o en todo caso, la mirada sabia de alguien que captó lo que el grupo podía entregarle al mercado: ser una banda de canciones bellas que, sin descollar, podía sostenerse en el tiempo, conformar un público y, a golpes de sacrificio y convicción, obtener el respeto de sus pares. Así sucedió con el primer disco, Ella es tan Cargosa, grabado con apenas ocho mil pesos. “Lo mismo que gasta Shakira de catering en un ensayo”, se ríe Manigot. El disco pegó: llegaron a ser corte de difusión de su discográfica –en todo el país– con “Ni siquiera”, una canción de (des)amor que se reproducía en la web con cada pestañeo. “Estábamos arriba de Arjona, de Cerati, una locura. Los gerentes de todas las compañías llamaban a la discográfica para putear. ‘¿Quién carajo son estos tipos?’, preguntaban.”

El impacto era leve, pero aun así Manigot y compañía no dejaban de estar atentos para no comerse los dulces viejos del rock, esos que al tiempo que empalagan la vanidad de sus líderes también corroen el metabolismo del grupo. “La verdad es que una banda siempre sueña con el éxito, con la concepción más elemental del éxito. Y así venga en frasco chico, como nos pasó a nosotros, te modifica. Por eso trato de no juzgar a nuestros Pomelos. Y trato de entenderlos. Yo a los 25 años, con facha, dos palos y un staff de modelos para mí, termino peor que cualquiera.”

Tantos años de transitar el circuito los hicieron testigos –y padecedores– de muchos de los vaivenes del rock. “Es como dijo Charly: ‘Mientras miro las nuevas olas yo ya soy parte del mar’. Y así como en los 90 si no hacías grunge o rock chabón estabas out, un día cambió la marea, y la misma canción que había pasado de largo, ahora era un hit.”

La marea para ellos ya venía cambiando, pero los astros terminaron de alinearse en el verano de 2008, cuando salió “Llueve”, el gran hit cargoso: “Ahí empezaron los shows en todas partes”. Comenzaron las giras, ese recorrido, a veces grato, a veces no tanto, por la Argentina profunda, visitando geografías que no figuran en los mapas, atestando micros que son un laboratorio de hedores y ambiciones, lidiando con productores locales que engañan o exageran, desafiando públicos amables o silenciosos.

El cambio de década ofreció una meseta: el reggaetón acaparó las planillas de programación radial que, hasta entonces, eran territorio de bandas como ellos. Pero la salida de 11 (2011), el tercer disco, cuyo corte, “La mano del knock out” –de claras influencias calamarescas–, volvió a inyectar el dial de melodías.

Manigot sabe que la banquina del rock está tapizada con los cuerpos de muchas bandas detonadas. “Me encanta que nos vaya bien, pero también, después de haber visto de cerca implosionar a casi todos los grandes grupos de los 90, le tengo algo de temor al súper éxito, porque pareciera que te lleva a lugares de peligro.” A días de comenzar a grabar el cuarto disco, todavía sin título, Manigot afina la mirada sobre eso que persigue: “Obvio que quiero seguir creciendo, pero la verdad es que me gustaría que sea así: despacio, por las canciones, sin grandilocuencias”.

Ella es tan Cargosa toca el 15 de noviembre en el ND/Ateneo, en el marco de #ellaestanacusticatour2013

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