Domingo, 4 de enero de 2015 | Hoy
FOTOGRAFIA El colectivo fotográfico argentino Sub Cooperativa que mostró el corazón de los movimientos sociales surgidos después de la crisis de 2001 y que no deja de contar el lado B de la actualidad latinoamericana, repasa sus primeros 10 años de trabajo con una muestra multilenguaje en el Centro Cultural Recoleta. Las imágenes de su recorrido militante conforman la muestra Puerto Quilombo y se exponen en diversos formatos, siempre dejando constancia de su impronta de narradores, de contadores de historias, conectados con su tiempo y su realidad.
Por Romina Resuche
En el recuerdo colectivo el 2001 terminó con un estallido. Uno que, surgido de la crisis económica del país y enmarcado en un caos social, derivó en movimientos de unión entre personas y compuso nuevos órdenes para la acción y el pensamiento. El mundo miraba a la Argentina y los argentinos daban pasos hacia la autogestión de proyectos, la recuperación de los espacios ganados con trabajo, las redes independientes de comunicación y el cooperativismo. Lo que se veía en las calles y se vivía en las casas tuvo múltiples registros. No sólo ocurría, también había que contar lo que pasaba, documentarlo, difundirlo. La historia lo pedía.
Como otros fotógrafos y periodistas, Nicolás Pousthomis, Gisela Volá y Sebastián Hacher salieron a encontrarse con lo que pasaba. Eran días de poner a disposición de los acontecimientos y de la vivencia compartida los recursos disponibles, los oficios, los talentos, la comunicación y la fotografía como herramientas. La historia lo pedía, y ellos atendieron el llamado.
Sebastián y Nicolás editaban el contenido editorial y fotográfico de Indymedia Argentina, un sitio web de colaboración periodística antiglobalización que logró que lo que nadie decía en los medios establecidos pudiera conocerse en el mundo entero. Gisela, compañera de Nicolás, estudiaba cine y hacía fotos. La pareja fotografiaba hechos y contexto, para luego difundirlos en la web fundada por su amigo. Tenían un scanner de negativos que prestaban a otros colegas, que a su vez develaban con sus fotos detalles de episodios como saqueos, marchas, reclamos y hasta asesinatos –como los de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki–.
El cruce de estos tres jóvenes militantes producía materia documental que generaba archivo, uno de tal dimensión y profundidad que la consulta y los pedidos de medios nacionales e internacionales crecían mes a mes. Primero cedían las imágenes o las vendían en forma individual. Las series fotográficas que perseguían los llevaron a las asambleas barriales, a las fábricas recuperadas, a las reuniones de obreros que buscaban sustentar sus vidas con fuerza de juntada. Imitando este modelo, y ya habiendo sumado más integrantes y más historias, a fines de 2004 decidieron adoptar el formato de cooperativa. Firmando su trabajo como colectivo podían seguir trabajando agrupados, y repartiendo ganancias y menciones en partes iguales.
Una década después de aquella decisión, Sub Cooperativa tiene siete integrantes. Tres pertenecen a la formación original, pero fueron muchos más los que pasaron por sus filas. Algunos entraron y salieron, compartieron y siguieron camino. En todo este tiempo Sub desarrolló autoría en su trabajo como colectivo, expuso sus series como obra en galerías y centros culturales, publicó en algunos de los medios de comunicación más reconocidos del mundo y obtuvo primeros puestos en premios de fotografía vinculados principalmente a los derechos humanos. Su trabajo pudo verse en festivales de renombre como el francés Visa pour l’image y sus fotografías circulan por medios tan diversos como la revista Hecho en Buenos Aires o The New York Times, la versiones local y francesa de Le Monde Diplomatique, la revista española Interviú o la edición argentina de Newsweek, por nombrar sólo algunos.
Con todo ese caudal y a poco de cumplir 10 años desde sus inicios cooperativos, están mostrando su recorrido en una exhibición multiformato en el Centro Cultural Recoleta. Bajo el título de Puerto Quilombo y con la colaboración de la curadora Victoria Verlichak, Volá, Pousthomis, Gabriela Mitidieri, Gerónimo Molina, Martín Barzilai, Verónica Borsani y Olmo Calvo Rodríguez apostaron al concepto de una ciudad imaginaria para narrar la ruta de sus imágenes. Enfocados en contar el lado B de lo relevante, siguen coherentemente un andar desde la resistencia. Esto puede verse en la exhibición que ocupa la sala 12 del C. C. R., ofreciendo un relato que conjuga instalación, video y un montaje que trasciende la formalidad del fine art y se anima a emular los códigos visuales callejeros, propios del contexto de laburo cotidiano del grupo.
Difícil tarea la de transmitir en una sala la cobertura permanente de la agenda histórica sin caer en la alegoría. Compleja labor la de mostrar más de una década de fotos producidas por tantos fotógrafos sin llevarlo a la retrospectiva. ¿Cómo lograr entonces que en una acotada selección se describiera el seguimiento de la actualidad pequeña escondida en las enormes coyunturas? Lo hicieron construyendo un hábitat imaginario que permite la convivencia de cientos de historias, de decenas de ciudades y pueblos, de miles de hombres y sus circunstancias.
En Puerto Quilombo todo es posible, dicen los Sub. Por eso, y bien lejos de la solemnidad de una muestra tradicional, se recurrió a una puesta sencilla desde los materiales y compleja desde el montaje y la composición. La clave era salirse de las paredes, tal como se sale de lo obvio cada documento de memoria viva que Sub registra. La premisa, tanto de su línea fotográfica como de su particular puesta, era correr el riesgo de combinar lenguajes. Series completas compiladas en video, cajas de luz, gigantografías, marcos de madera para fotografías pequeñas. Y una edición sentida y pensada, que incluye fotos que no se mostraron antes e imágenes sueltas que no pertenecen a ningún reportaje en particular.
Los Sub eligen mostrar la alegría presente en los contextos que todos conocen desde su lado más candente. No le temen al error, lo transforman en lo positivo tomando la confianza como base, contando con el otro, considerándolo. Su esencia los cruzó con grupos que, al igual que ellos, aunque desde distintas perspectivas o nacidos de otros impulsos o necesidades, también actúan en equipo. Desde sus inicios participan en encuentros de colectivos fotográficos en distintos países y se nutren del encuentro creyendo en lo grupal, en lo pluridisciplinario, en las redes colaborativas. Con ese mismo espíritu, desde 2011 promueven talleres coordinados por ellos mismos o dictados por invitados especiales, siempre en relación con el compromiso con el oficio fotográfico y periodístico y a la búsqueda del origen.
Los miembros de este colectivo crecieron junto con su proyecto. Fueron de aquellos veinteañeros que no emigraron al principio de este siglo para salvarse del marco de una crisis, que además decidieron usar en favor de la reinvención de formas que dignificó un tiempo. Se quedaron donde todo ardía para ver de cerca lo que va dentro de lo que no va más, lo que sí y lo que es, pese a muchas negativas existentes. Así contaron hechos y luchas, fenómenos y episodios como la invasión sojera, la contaminación del agua, el andar de los refugiados, la idolatría cumbiera, el adiós a un presidente, la recuperación de tierras, las revoluciones, las evoluciones, las involuciones.
Sub se caracteriza por no negar nada. Sus fotógrafos ven, según dicen, escuchando, y se unieron para contar historias y para compartirlas. En sus elaboraciones y temas participan tanto diseñadores como historiadores, sociólogos y también periodistas y escritores. Su espíritu se refleja en su interna, en el desarrollo de sus seguimientos, con una mirada particular, propia, detallista, que genera, además de interés, respeto. Es que Sub fue siempre a aquellos lugares donde la prensa llegaba tarde o directamente no llegaba, y con trabajo constante, organización autónoma y explorando los límites de lo documental, hoy representan lo que una nueva generación construyó como alternativa: la posibilidad de la presencia real, comprometida con la vida y con las personas. La zona de transición y el espacio de encuentro que forjaron colectivamente queda explícito en esta muestra, en este puerto que –como una suerte de territorio– Sub inventó para que el contenido de sus 10 años desdibuje fronteras y se abra a una lectura donde Caracas, Dock Sud o Río de Janeiro se encuentran en una misma verdad: la humana.
Puerto Quilombo – 10 años de Sub Cooperativa puede verse hasta el 8 de febrero de 2015 en la Sala 12 del Centro Cultural Recoleta (Junín 1930) De martes a viernes de 13.30 a 20.30 y sábados, domingos y feriados de 11.30 a 20.30.
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