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Domingo, 17 de abril de 2005

Los inevitables: Ropa usada

 Por Cecilia Sosa

Feria solidaria

El Ejército de Salvación: la buena acción del día en el supermercado del usado.

Previo a toda moda por lo retro, El Ejército de Salvación siempre fue un “must” a la hora de pensar en lo usado. Lejos de los tiempos en los que las incursiones en Pompeya eran sólo causa de elegidos, la ropa cargada de historia y por qué no con un poco de sudor de nuestros antepasados, se vende hoy en moderno supermercado.

En el galpón de Sáenz al 500, una amplia hilera de cajeras y canastas de plástico de colores colaboran en el recorrido por los laberínticos percheros de ofertas. Si se tolera el olor a moho apenas disimulado por la naftalina es posible dar con verdaderos hallazgos: trajecitos cocot blanquinegros, espléndidos camisones de seda, carteritas de cuero de verdad y hasta una chaqueta japonesa turquesa inexplicablemente olvidada en algún rincón. Y todo por precios casi irrisorios: 2, 3, 4, 5 y 6 pesos. Las prendas que vienen con etiquetas rosa descuentan en caja un 15 por ciento más.

Es cierto que durante el paseo puede asaltar la inquietante sensación de estar llevándose la última huella de un luxe perdido. Para las almas sensibles no hay mucha opción: o se da marcha atrás y se pasa directo al sector muebles o se opta por recordar que tras El Ejército de Salvación se esconde una antiquísima obra de caridad.

Se recomienda evitar los sábados. Son mañanas en las que las zonas más pudientes de la ciudad se suben al auto y descienden hasta Pompeya en busca del rebusque. Una campera oportunamente gastada puede despertar los más duros tironeos; los probadores no dan abasto y hay que contentarse con desfilar frente a algunos ojos que hagan de espejo.

Al contemplar las compras –prolijamente envueltas en bolsa de nylon– siempre queda la duda de estar frente a una verdadera delicia incunable o frente a una porquería destinada a hibernar a lo largo de los siglos en el fondo del placard. No se desaliente: la duda es parte del riesgo del buscador.

El Ejército de Salvación queda en Sáenz 580. Abre de lunes a viernes de 9 a 12 y de 14 a 18, 4911-7585/0781.

Feria fashion

Crema Americana: perlas del pasado sin un ápice de uso.

Hace tiempo que la moda del usado dejó de ser una técnica del rebusque pobretón. También en las más altas cúpulas lo gastado se cotiza. Y cómo. Si no, basta con darse una vuelta por Crema Americana, un simpático primer piso sobre el restó Ravello, en pleno Palermo Hollywood, donde dos amigas de 20 años, Ruth y Mariana (ex compañeras del Liceo 9), abrieron su guardarropas y lo ofrecen a quien quiera adquirirlo.

Ropa usada pero sin fallas o antigua pero sin uso y hasta con etiqueta. Para los que adoren la modernidad antigua (ese oxímoron tan de hoy), estas amigas se dedican al rescate: mueren por esas prendas que no se fabrican hace décadas y que permanecieron archivadas en el desván de algún proveedor. Por eso, muestran con orgullo remeras Adidas que nacieron en los ‘80 y cruzaron intactas al nuevo siglo, una pollera tableada francesa con etiqueta y todo, alguna acanalada camisa Rosa negra (traída especialmente de Brasil), y hasta las suaves transparencias masculinas de Le Mans. En los percheros también se puede encontrar algún saquito de lana amarillo Olympia (para varón), vestidos de los ‘70 que no superan los 40 pesos, o polleras de telas únicas a no más de 25 pesos. También se consiguen aros, agendas antiguas, prendedores y gorras de cuero. Como en la 5ª Avenida pero en pequeña escala y con precios más accesibles. Además, las prendas son cosidas o entalladas por las dueñas para adaptarlas a cuerpos y reglas de la modernidad reciclada.

Crema Americana abre sólo sábados y domingos. Y el lugar no podría ser más agradable: un entrepiso vidriado y florido que mira a lo más vegetal de Palermo y que durante la semana se transforma en un salón de masajes orientales. Confortables sillones y mesa con revistas para que el novio por lo menos se aburra cómodo; la música, rara y preferentemente francesa. Una única objeción: el probador, improvisado en una esquina, obliga a hacer equilibro sobre un banquito para poder verse en el espejo de cuerpo entero.

Crema Americana abre los sábados y domingos de 15 a 21 en Honduras 5908 (y Ravignani), [email protected]

Feria artística

La Sastra: disfraces, vestuarios para 50 personas y caprichos a medida.

Un lugar donde cumplir con el sueño de una vida. Vestirse de novia, enfermera, de hada, enfundarse en unos imposibles pantalones de cebra o adquirir esas almibaradas tonalidades tan de los ‘50. Sí, en La Sastra hay de todo. Más de 4 mil prendas, en todos los estilos, y todo ¡en alquiler! Ropa de época, teatral, vestidos de los ‘70, sacos como los de John Travolta, sombreros, capelinas, uniformes, guantes, vestidos de gasa iridiscente.

En dos PH unidos y reciclados en Villa Crespo, tres vestuaristas profesionales (Lía Ferreira, Kati Saavedra y Valentina Bari) aunaron colecciones reunidas a lo largo de años de trabajo, que engrosaron con donaciones, canjes y préstamos (muchos del guardarropas de Renata Schussheim) y completan día a día con nuevas adquisiciones.

La especialidad de la casa es indumentaria para cine, teatro o publicidad. Alquilan todo lo necesario para emperifollar a todo un elenco (sean hombres, mujeres o niños), desde el sombrero hasta la punta de los pies. Y si algo falta entre las hileras de percheros que llegan hasta el techo, ellas se ocupan de conseguirlo. No importa cuán exóticos sean los pedidos: 50 policías, media docena de caballeros con fracs, lo que sea. Y los precios son más que accesibles. Ideales para el joven cineasta atormentado por el costo de los equipos o para el fotógrafo que quiere deslumbrar con sus primeros books.

Las chicas de La Sastra también se ocupan de hacer trajes a pedido y a medida y aceptan inquietos que quieran experimentar por un día: vestido de novia o el saco más canchero para conquistar en la primera salida. Todo en buen estado y limpio (antes de colgarse, todo pasa por la tintorería).

La Sastra cuenta con una espléndida sala de pruebas con maniquí y espejo gigante y un cuarto de herramientas devenido de en casita de zapatos.

Vaya y entregue su sueño a La Sastra. Sus dueñas sabrán cómo vestirlo.

La Sastra queda en Martínez Rosas 951 (a metros de Thames y Warnes), 4855-4727

Haga su propia feria

Vía mail, convoque, meta en bolsas y practique el trueque.

Si ya se cansó de revolver canastos, no tolera el olor a naftalina, se vistió de princesa y la opción fashion tampoco le va, ya es hora de organizar su propia feria. Con amigos y sin dinero de por medio y en base a la más sana técnica del intercambio: el trueque. Sólo hace falta contar un poco de voluntad y un lugar amplio. Cada participante debe meter en un bolso toda la ropa en desuso, ese pantalón que guardó durante años esperando reducir un talle (nunca lo hará) o aquel strapless divino que le guiñó un ojo desde una vidriera y nunca encontró oportunidad de usar (nunca llegará). Lo increíble es que todo lo que usted descarta puede ser una fuente de felicidad inmensa para otros.

La convocatoria se organiza y se hace circular por mail. Lo ideal es fijar la cita para un sábado o domingo a la tarde. Cada uno llega con su carga (y algo rico para el mate), lo distribuye en percheros o arma su stand en el piso. Lo aconsejable es llegar temprano y estar en guardia para el próximo desembarco. Casi sin aviso empieza a operar el milagro: la sede rápidamente se transforma en un enorme probador sin cortina. Allí verá cómo esa remera que descartó por antigua resulta terriblemente atractiva para su compañera de stand. Verá a su amiga refunfuñar porque alguien le ganó de mano una soñada blusa francesa y a otra intentar meter un pie en un zapato tres números más chico.

La fórmula más sencilla es el simple trueque uno a uno, pero si no hay coincidencia directa también se puede apelar a la triangulación. Suena difícil pero no lo es. Además, todo tipo de alianzas están permitidas, vale sumar prendas para acceder a esa campera de cuero o estrechar filas para no irse sin ese suéter sin parangón.

No desespere si nadie visita su stand: con el correr de la tarde los gustos se vuelven más laxos y nadie quiere volver a casa sin haber renovado su colección. Y ojo: no sólo la ropa es dable al intercambio. También vale llevar libros, discos, vajilla, carteras, sombreros, anteojos de sol y todo lo que se le ocurra. Busque y verá que algo siempre aparece. Y si no vaya y consiga que alguien le regale algo y apueste a la triangulación.

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