La película imposible
La verdad es que los Coen nunca abrigaron demasiadas esperanzas de poder filmar To The White Sea, su adaptación de la novela de James Dickey, el autor de Deliverance (que fue llevada al cine por John Boorman en 1972). El proyecto ya había convocado bastantes expectativas en la industria: Brad Pitt sería el encargado de ponerle el cuerpo al piloto de un B-29 que es derribado en cielo nipón en plena Segunda Guerra Mundial. Dos años atrás, Ethan Coen contaba a la prensa algunos detalles de una producción que venía posponiéndose desde por lo menos 1998 y a la cual los hermanos anunciaban ante el estreno de cada película suya como “la próxima que haremos, con un poco de suerte”. “Será a color –aclaraba, durante el estreno de El hombre que nunca estuvo– pero no tendrá nada de diálogo.” Su protagonista se vería obligado a mantener la boca cerrada mientras intenta escapar de la isla principal hacia el Norte, hacia la isla de Hokkaido. Se iba a tratar de una película “curiosamente desprovista de humor. No sería parecida a nada de lo que hemos hecho”, aseguraba Ethan. En parte debido a que el presupuesto superaba los 60 millones de dólares (para cubrir, por ejemplo, el traslado del rodaje a la mismísima Hokkaido y reconstruir una Tokio devastada), monto que los productores intentaban reunir vendiendo los derechos de la producción a distribuidores internacionales, el proyecto terminó de caerse el año pasado, cuando ya tenía asegurado su estreno vía Fox.
La relación de los Coen con los estudios de cine siempre fue fluctuante, pero lo fue en especial en el período inmediatamente posterior a los rotundos fracasos comerciales de De paseo a la muerte (1990) y, especialmente, El gran salto (1994). Por aquel entonces los hermanos dirían: “Va a ser difícil que volvamos a trabajar en el sistema de estudios por bastante tiempo”. Después de la Palma de Oro otorgada en Cannes a la dirección de El hombre que nunca estuvo (y de los Oscar y las nominaciones de Fargo), habiendo recuperado algo del crédito perdido, los Coen volvían sobre la imposibilidad de conseguir grandes sumas de dinero para hacer una de esas películas que tal vez no le interesen a demasiadas personas: “La facilidad con que financiamos nuestros proyectos depende enteramente de cuál es el presupuesto y quién actúa en ellos, más que quiénes somos o qué hemos hecho. Por cierto precio es fácil conseguir financiación porque ahora estamos establecidos... nos dejan jugar en nuestra esquina en la caja de arena en tanto y en cuanto nadie se vea amenazado o lastimado. To The White Sea es una película un poco más cara que las anteriores y trata un tema muy difícil”. Hacia la misma época de aquellas declaraciones, e interrogado sobre cuál sería su favorita entre las películas que lleva realizadas con su hermano, Joel respondió: “Uno piensa que es la mejor es aquella que todavía no ha hecho, porque no ha tenido la oportunidad de arruinarla: To the White Sea será una obra maestra”.