Dom 17.01.2016
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CRECER DE GOLPE

› Por Peter Pank

Mi primer contacto con Bowie fue en los 80 a través de la película El Ansia y del disco Let´s Dance. La fascinación y la identificación con él fue tan inmediata que empecé a rastrear en su pasado, pero viviendo en Campana en la primavera democrática, era muy difícil hallar información, hasta que conseguí el libro Gay Rock de Eduardo Haro Ibars, que devoré y subrayé como un texto iniciático. De ese modo descubrí su alter ego andrógino alienígena Ziggy Stardust y a partir de ahí quise ser cómo él. Fui a una peluquería que quedaba por Córdoba y 9 de Julio a pedirles que me cortaran y tiñeran el pelo como Ziggy. El resultado fue atroz: terminé pareciéndome más a Gogó Rojo que al Duque Blanco. En otra oportunidad me afeité las cejas para lograr su mirada de reptil, pero la gente en vez de decirme “¡Qué glam!” me preguntaba si estaba enfermo. Así fue al principio: por más que tomé prestados sus maquillajes, peinados, poses y ambigüedad para cantar mis canciones, Bowie es Bowie y muchos Bowies a la vez, y yo soy solo yo. Por lo tanto tuve que aprender a encontrar mi estilo para maquillarme y vestirme al cantar mis canciones. Descubrí mi propia ambigüedad y glamour en la vida y el escenario. Siempre seguí de cerca su carrera y lo fui a ver en los dos recitales que dio en el país. Cuando tocó en Ferro en 1997 casi me lo pierdo porque no tenía plata. Mi amigo Alan, que sabía lo importante que es Bowie para mí, me regaló una entrada que compró a un revendedor en la puerta del estadio y así pude disfrutar de ese concierto. Lo curioso es que con los años, mucha gente me empezó a ver un parecido a él, justo en el momento en que dejé de buscarlo. Por eso en el 2012 para promocionar un recital con mi banda Los Chicos Perdidos, volví a pintarme el rayo de Aladdin Sane en la cara. Fue un modo de decirle gracias por tanto y por todo.

Hoy me siento huérfano y vacío, como si hubiese crecido de golpe y ya no tuviera la posibilidad de volver a soñar con ser un rockstar andrógino de Marte. Hay seres que brillan con tanta intensidad que te atraviesan como un rayo y ya nada puede ser igual a partir de la experiencia de ese contacto que transfiguró tu vida para siempre. Hubo canciones de todas las épocas como “Lady Stardust”, “Life on Mars?”, “Dead Man Walking”, “Rebel Rebel” o “Thursday Child”; discos enteros como The Man Who Sold The World, Aladdin Sane o Outside; y películas como Laberinto o El hombre que cayó a la Tierra, que me señalaron el rumbo a seguir, como un estallido de glitter dentro de la mediocridad generalizada de nuestras existencias. Él siempre fue más. Fue esa estrella lejana y luminosa que, cuando creías que todo ya estuvo dicho y hecho, te sorprendía con un nuevo destello inimaginado. Tal vez era todo verdad y él solo estaba de visita en la Tierra. Vino a dejarnos un mensaje que nos transmitió incansablemente, en mil máscaras distintas, hasta que se tuvo que ir.

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