Domingo, 13 de marzo de 2016 | Hoy
Clásicos y rarezas sobre brujas y pactos con el Maligno
Por Ariel alvarez
Esta es, sin dudas, una de las películas más extrañas y escandalosas de principios del siglo XX, dirigida por el danés Benjamin Christensen. Fue el mismo año en que se estrenó Nosferatu de Murnau, pero a diferencia de ésta lo terrorífico no estaba contado como una ficción: Christensen filmó un contundente documental acerca de la historia de la brujería desde sus comienzos hasta la década del 20 (Häxan quiere decir “bruja” en sueco). Está dividido en siete partes que alternan los datos teóricos estrictos con dramatizaciones escalofriantes que marcaron que le enseñaron al mundo como se tenía que filmar el terror.
El film sólo pudo verse completo en Dinamarca y Suecia, fue censurado en varios países y prohibido en EE.UU. Y no era para menos: un bebé es arrojado en una olla, hay brujas besando el ano de Satanás, la inquisición y sus torturas se muestran con lujo de detalles, abundan orgías con monjas desnudas. Pero además es una crítica política: luego de pasar por la Edad Media, la película llega a 1921 y el director en un giro algo irónico explica usando la psicología moderna los trastornos que sufrían aquellas mujeres que eran condenadas.
Y también hay lugar para humor negro. El propio Christensen interpreta al demonio y juega con los aparatos de tortura y sus actrices. Su influencia llega al presente: por ejemplo, la productora de El proyecto Blair Witch (1999) se llama Haxan en su honor. Pero sobre todo fue convertida en película de culto a fines de los 60 cuando la brujería y los pactos con el demonio estaban de moda en la cultura pop.
Después de su clásico La noche de los muertos vivos (1968), George A. Romero (el papá de todos los zombies) filmó la comedia There’s Always Vanilla (1971) y fue un total fracaso. Por eso se decidió volver al horror al año siguiente con Season of the Witch, una historia extraña sobre un ama de casa aburrida y atormentada por extrañas pesadillas que decide explorar el mundo de la brujería.
Jan White (interpretada por la gélida Joan Mitchell) es una mujer que está harta de su vida, de su marido tonto y ausente, de su grupo de amistades, de su amante. Una amiga le cuenta que visita a una bruja y la invita. Jan sufre extrañas pesadillas en donde la ataca un hombre con una máscara: toma pastillas para sobrellevar los abusos y sus frustraciones personales. Un día decide dejar de tomarlas y ahí Romero plantea el juego de que quizá lo que vemos puede no ser real.
Romero tuvo la idea de la película después de leer sobre la brujería y quería hacer algo diferente pero se interesó por el movimiento feminista y esto influyó en el guión. De hecho el título original del film fue Hungry Wives (“Esposas hambrientas”), pero fue cambiado por la distribuidora para aprovechar el éxito de los muertos vivos. En 1973, Romero dijo que esta no era “realmente una película de terror” y trataba el tema de lo oculto como algo periférico.
A fines de los 60 la brujería y la magia negra vivían un momento de popularidad. Hasta la revista Life, por ejemplo, publicó un artículo en 1964 llamado “Brujas reales trabajando”, que contaba las historias de los brujos modernos en Inglaterra: doctores, amas de casa y enfermeras practicando rituales antiguos, bailando de noche alrededor de una fogata. Las glamorosas estrellas de rock, como los Rolling Stones y Led Zeppelin, coqueteaban con las prácticas paganas y el cine se plagaba de películas de horror. La más importante, para colmo pegada de la peor manera al episodio del clan Manson, fue El bebé de Rosemary (1968), de Roman Polanski.
Hammer Productions, la productora inglesa célebre por sus películas de terror no podía estar afuera de este fenómeno y ese mismo año lanzó The Devil Rides Out. Ambientada en 1929 cuenta la historia de un hombre que intenta salvar al hijo de un amigo de las garras de un grupo de satanistas de clase alta. Es el típico producto de la Hammer con colores estridentes y efectos especiales baratos. La joya de esta película es su protagonista, el inigualable Christopher Lee. Pero además está basada en la novela homónima de 1934 del best seller y gran maestro de la novela ocultista, el inglés Dennis Wheatley (quien, además, con sus novelas inspiró a Ian Fleming para James Bond con su serie sobre el espía Gregory Sallust). La adaptación estuvo a cargo de Richard Matheson, autor de Soy leyenda (1954). Hay tanto héroe junto en esta película que hasta se le perdona no estar a la altura de los firmantes.
Darío Argento, otro de los maestros del terror en su encarnación italiano del giallo, estrenó Suspiria en 1977 como la primera parte de su trilogía de Las tres madres, seguida por Inferno (1980) y La madre de las lágrimas (2007). Suspiria es una de los films más exitosos del director, que retoma la idea clásica de las brujas que viven en comunidad, ocultas pero entre nosotros, bajo una fachada inocente.
La película comienza cuando una joven (Jessica Harper) llega a Alemania para formar parte de una prestigiosa escuela de ballet. Pronto crímenes atroces ocurren uno tras otro y la protagonista devela el misterio que hay detrás de las extrañas mujeres que manejan la academia. Suspiria le gustó a la crítica por su estilo visual y estético: escenografías imponentes de colores vibrantes, rojo y dorado, algo que influenció a David Lynch para construir sus escenarios surrealistas.
Pese a ser una gran producción, las muertes y los efectos especiales son puramente gore: se nota que las heridas son de plástico, la sangre roja tiene textura de pintura demasiado brillante: es un recurso que Argento siempre usa, porque le encanta. Un dato de color: Miguel Bosé encarna a un encantador bailarín: no llega a ser el héroe, pero es muy simpático.
Es en la década del 70 cuando la brujería arde del todo en el mundo del cine. Y también cuando las películas “mondo” se vuelven más extremas. Originado en Italia a mediados de los 60, el cine mondo se caracteriza por presentar pseudo documentales (se mezclan imágenes de archivo reales y falsas) que tocan temas como la muerte o el sexo de una manera sensacionalista y desagradable; también muestra culturas exóticas de las cuales muchas veces se burla y cunde la crueldad hacia los animales. La serie más famosa es Mondo Cane dirigida por Jacopetti, Cavara, y Prosperi. Esa serie es el comienzo del género.
En 1970 el director Luigi Scattini tomó la idea de Häxan y filmó Witchcraft ’70 (Angeli bianchi... angeli neri, título original en italiano), el “documental” que muestra a la brujería en su apogeo mundial. El film comienza con material de archivo real en el cementerio victoriano de Highgate, Londres con imágenes de un presunto acto de brujería. Pasa por misas negras, ritos umbanda en Brasil, la secta de los adoradores de la marihuana en EE.UU, entre otras locuras. Y aparecen muchas de las celebridades del ocultismo de aquel momento: Eleanor Bone, la famosa sacerdotisa inglesa de la religión Wicca y Alex Sanders, creador de la Wicca Alejandrina. La estrella del film es Anton LaVey, el fundador de la Iglesia de Satán, todo un rock star que muestra orgulloso la máscara del diablo que se usó en El bebé de Rosemary, mientras casa a una pareja vestido con una túnica con cuernos. Witchcraft ’70 es quizá la más delicada de las películas mondo, un viaje lisérgico narrado por el actor Alberto Bevilacqua, que le agrega el humor propio de este género.
Rob Zombie (el líder de la banda White Zombie) es un obsesivo de las películas de terror y se ha dedicado a dirigir las propias desde que comenzó su carrera como director en el año 2003 con La casa de los 1000 cadáveres. Fiel al estilo gore y a la clase B, se ganó el respeto de la crítica y los fanáticos.
En 2012 filmó Los señores de Salem (la ciudad no puede faltar a la hora de hablar de brujas) una muy buena película que a la vez es un homenaje a los maestros del terror: algunos decorados recuerdan a Suspiria y la historia, de a ratos, es una versión de El bebé de Rosemary pero en un viaje lisérgico. Además, no utiliza efectos digitales.
La historia arranca en 1696 cuando un grupo de brujas son quemadas vivas después de un aterrador aquelarre. Tres siglos después Heidi (interpretada por Sheri Moon Zombie, la esposa de Rob) es una DJ en una radio de rock que es seducida por un grupo de encantadoras ancianas (sus vecinas). En realidad, las señoras son brujas que necesitan su cuerpo para que nazca el hijo del Señor Oscuro.
Las señoras son magníficas actrices y veteranas reinas del terror: Meg Foster (They Live, 1988), Judy Geeson (Una vela para el diablo, 1973), Patricia Quinn (que interpretó a Magenta, la mucama en The Rocky Horror Picture Show) y la insuperable Dee Wallace (Aullidos, 1981, Cujo, 1984). Ellas hacen que ver esta película sea algo casi obligatorio.
Ambientada en el siglo XVII esta película inglesa es un clásico del género caza brujas y el terror folk. Poco recordada pero adorada: la encarnación de una película de culto. Fue dirigida por Piers Haggard, quien también escribió el guión, cuando tenía 17 años. En un pequeño pueblo inglés, un joven granjero encuentra un cráneo de algo que no parece humano. Corre a avisarle a El Juez (interpretado por Patrick Wymark), quien será el encargado de luchar contra el Mal que se avecina. Luego de los primeros acontecimientos extraños, de a poco todos los adolescentes se vuelven violentos y todos tienen una marca: un pedazo de piel peluda y gris que les crece como un parche. Es lo que el demonio que los posee necesita para “reconstruirse”, tomar forma en este mundo. Metidos en el bosque dan rienda suelta a la maldad que incluye la violación de una de las jóvenes, en una escena irreproducible hoy. Todos obedecen a Angel Blake, la líder del clan interpretada por Linda Hayden, una adolescente de belleza salvaje y lujuriosa.
La película causó mucha controversia por lo violento de algunas imágenes y por las similitudes de los jóvenes posesos con el clan Manson. Algunos detalles recordaban al caso de Mary Bell, la chica de once años que horrorizó a Inglaterra cuando asesinó a dos niños en 1968. En EE.UU los desnudos de Hayden, que tenía apenas 17 años, fueron cortados al igual que la escena donde ella seduce al cura del pueblo.
Edward y Lorraine Warren fueron la pareja de investigadores de lo paranormal más famosa del mundo, encargada de indagar los casos de fantasmas más prominentes de la historia de EE.UU. Trabajaban con grupos de profesionales: médicos, sacerdotes, enfermeras, psicólogos, y muchos de sus casos tuvieron una gran cobertura mediática durante la década del 70. Uno de los más recordados es el caso de la familia Perron, que en 1971 sufrió los ataques del fantasma de una bruja que vivió en esa casa a principios del siglo XIX.
En este caso se basa el guión de The Conjuring (2013), dirigida por James Wan. El guión escrito por los hermanos Hayes, tomó el caso Warren y le agregó el dato de que el espíritu de la bruja, llamada Bathsheba, es una pariente directa de Mary Towne Eastey, una de las mujeres que en 1692 fue acusada de bruja, y colgada, en los juicios de Salem.
Atrapante (y por momentos escalofriante), contó con colaboraciones muy especiales. Sus protagonistas, Vera Farmiga y Patrick Wilson, visitaron a la familia Perron y Wan y sus guionistas consultaban cada paso con la propia Lorraine Warren quien, además, hace una pequeña aparición en la película: está sentada en primera fila en una conferencia que los Warren de ficción dan en una universidad. Un muy buen film de horror que ya tiene su segunda parte en post-producción, esta vez basado en un célebre caso de poltergeist en Enfield, Inglaterra, donde la atacada (real) fue, cuando no, una preadolescente: Janet Hogdson, de 11 años.
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