Frases
El arte de leer
“Mi madre era incomprensible para mí. Podía ser muy cálida y muy fría y distante. Tenía cinco años cuando empecé a entrenarme para poder leer en ella, leer cómo pensaba y reaccionaba. Después extendí el entrenamiento a todas las personas que me rodeaban.”
Los demonios
“Siempre he tenido la capacidad de atar mis demonios a mi carro. Y los he obligado a serme útiles. Pero ellos se las ingeniaron para seguir atormentándome en mi vida privada.”
La verdad
“Noche de circo (1953) fue mi primera película verdadera. Había mentido durante mucho tiempo, y de golpe me di cuenta de que tenía que parar. Comprendí que las mentiras ensuciaban mis películas... Tuve una sensación muy clara: ‘Ahora, Ingmar, vas a decir la verdad todo el tiempo’. En 1955, antes de Sonrisas de una noche de verano, yo salía con una chica. Estábamos muy enamorados. Pero tuve que decirle la verdad, y lo hice. ‘No voy a casarme con vos. No te quiero para eso. Quiero coger con vos’. Así empecé. Pobre chica.”
La creación
“Si no creo, no existo. Me he dedicado a crear realidad a mi alrededor, y siempre la he creado a mi modo. Creando quiero dominar mi ansiedad, aliviar la tensión y vencer mi propio deterioro. Pero también quiero pintar la alegría que llevo adentro a pesar de todo, y a la que tan poca atención se presta cuando se habla de mi trabajo.”
El padre
“Las agresiones entre mi padre y yo eran tan terribles, que me vi obligado a seguir mi propio camino. Un día le dije: ‘Si me pegás, te pego’. Me pegó, y yo le pegué a él. Todavía recuerdo la cara que puso. Después lo miraba y pensaba: ‘Tendría que perdonarlo, pero no, no lo perdono’. No, mentira. Pensaba: ‘Me gustaría poder perdonarlo’. Volví a visitarlo después de la muerte de mi madre, cuando tenía 83 años, todos los sábados a las 4 de la tarde. Era bueno estar ahí sentado con él, sin hablar del pasado ni de nada muy complicado. Creo que fue una especie de terapia para los dos. Cuando murió, ya éramos amigos.”
Los actores
“Lo importante con los actores es decir lo justo en el momento oportuno. Nunca discutir. Es lo peor que puede hacer un director. No hay que discutir. Sólo decir lo correcto en el momento correcto. Si uno lo planea, todo resultará poco espontáneo y los actores sospecharán. Por eso me fue tan difícil trabajar seis años en Alemania. Había que traducir. Mi intuición me decía lo correcto en sueco, pero cuando lo traducían al alemán, la oportunidad ya se había desvanecido. Pero cuando trabajo lo que importan no es lo que digo sino el contacto. Un buen actor es una persona muy física. Puedo hablarle a su cuerpo y saber antes que él si su cuerpomente está de acuerdo o no con lo que quiero. Lo siento en mi propio cuerpo.”