radar

Domingo, 29 de julio de 2007

La maga

J. K. Rowling tiene 41 años, una fortuna estimada en 1000 millones de dólares y es la primera escritora multimillonaria de la historia de la literatura. Pero los inicios de la saga que la hizo millonaria fueron muy modestos: después de ser rechazado por doce editoriales, Harry Potter y la piedra filosofal se publicó en 1997 y la editorial Bloomsbury le dio a la autora un anticipo de U$D 2300. También le sugirieron que ocultara su nombre, Joanne, porque como pensaban dirigir el libro a lectores de entre 9 y 11 años, no querían perder a los varoncitos, que según reza el marketing, en esa edad rechazan todo lo creado por mujeres. “Para ser franca, yo quería publicar. No me importaba demasiado qué nombre usaran; no me importaba siquiera que fuera mi nombre verdadero”. Joanne Rowling venía de pasar años muy complicados: aunque ella dice en cada entrevista que está harta del cuento de hadas que se armó con su vida previa al éxito, admite que no la estaba pasando bien. Hija de una familia de clase media baja del norte de Bristol, su ambición juvenil era asistir a Oxford, pero no logró ingresar y se tuvo que conformar con la mucho más modesta educación de Exeter. Estudió francés, y obtuvo un título para enseñar inglés; y a principios de los ‘90, después de la muerte de su madre, se mudó a Portugal, con la esperanza de mantenerse dando clases. En 1992 se casó con un estudiante de periodismo portugués, tuvo a su hija Jessica y empezó el desastre. J.K. Rowling nunca habló en público de esa relación, salvo para contestarle a su ex marido cuando él afirmó que la había ayudado a crear a Harry Potter. (“El tuvo tanto que ver con Harry Potter como yo con Historia de dos ciudades”, dijo.) Pero se saben algunos detalles: que él le pegaba, que una vez la echó del departamento y pretendió secuestrar a su hija, y que ella escapó de Portugal hacia Edimburgo con la niña y tres capítulos de Harry Potter y la piedra filosofal.

En este punto interviene el melodrama: la prensa se dedicó a narrar esos años de Rowling como los de una mujer desempleada, pobrísima, escribiendo junto al fogón. “Nunca nos faltó lo principal: teníamos techo, comida y abrigo. No soy tan estúpida: no me hubiera mudado a Edimburgo sin dinero para pagar el gas –cuenta ella–. Además, vivía cerca de mi hermana, que siempre nos ayudó. Cuando podía, trabajaba en cafés como mesera; lo cierto es que estaba muy deprimida.” El gobierno le daba cada mes una asignación de apenas 69 libras, además de someterla a una agotadora burocracia; por eso escribió Harry Potter a mano y después lo emprolijó con máquina de escribir. Cuando lo terminó, buscó un agente que se lo vendió a la editorial Bloomsbury; con el contrato en la mano, pidió una beca al Scottish Arts Council de 8 mil libras para comprarse la computadora, escribir la segunda parte, y reacomodar sus finanzas. Obtuvo la beca. Pero para entonces, la editorial norteamericana Scholastic había comprado los derechos del primer Harry Potter por 100.00 dólares: habían visto algo allí que valía oro.

Rowling sostiene que la historia completa de Harry Potter siempre estuvo en su cabeza, y que durante estos años guardó escrito el esquema, la estructura de la trama, que sólo le habría fallado, y apenas, en El cáliz de fuego. “No lo fui complejizando ni agrandando de acuerdo con el éxito; estaba pensado así. Difícil de creer, lo sé, pero es cierto”. Ahora vive con su nuevo esposo, un anestesista que jamás había leído a Harry, y tiene dos hijos con él. Sigue concediendo entrevistas y admite que la fama no la alteró, al menos todavía. Además, sale al cruce de las críticas con gran tranquilidad: “Yo jamás escribí con niños de nueve años en mente; cuando me piden que baje el tono, que los libros no sean tan oscuros, sólo puedo responder que yo escribo sobre lo que quiero. Y para mí, los libros son sobre la muerte: se abren con la muerte de los padres de Harry, y también es central la obsesión de Voldemort con conquistar a la muerte y su búsqueda de la inmortalidad a cualquier precio, que es el objetivo de cualquier mago. Yo lo entiendo: todos tenemos miedo a morir. Y los libros también son sobre la diferencia y la opresión. Lo que más odio es el racismo; quiero decir que la diferencia es buena. Son todas cosas en las que los chicos empiezan a pensar. No tengo por qué tratarlos como si fueran estúpidos”.

Compartir: 

Twitter

J. K. Rowling
 
RADAR
 indice

Logo de Página/12

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.