Domingo, 29 de julio de 2007 | Hoy
Harry Potter tiene alta oposición entre los cristianos evangélicos norteamericanos, y ya se hicieron quemas de libros en Nuevo México, Pennsylvania y Michigan. La acusación: que promueve el satanismo, la brujería y/o la religión Wicca. Como se sabe, los cristianos integristas suelen ser muy vociferantes, pero el más es el reverendo John Hagee, de Texas, que promete el infierno para los fans de Harry. Para ver en directo la oposición, en un caso algo extremo, basta conseguir una copia del documental Jesus Camp y asistir a cómo se les explica a los chicos, con altas dosis de terror, por qué los brujos son esbirros del demonio. Está claro, sin embargo, que el fanatismo no logró que se derrumbaran las ventas; y uno se pregunta cuántos chicos cristianos de Kansas estarán leyendo Harry Potter en secreto mientras fingen sumergirse en sus libros de creacionismo.
La Iglesia Católica ha sido menos lapidaria. En el 2003, el Vaticano aceptaba a Harry; bajo Juan Pablo II, Peter Fleetwood, sacerdote en San Pedro, decía: “Los libros enseñan a los chicos a diferenciar entre el bien y el mal, y creo que la autora tiene clara la diferencia”. De todos modos, nunca hubo un apoyo oficial. Las cosas cambiaron con Benedicto XVI, que en una carta expresó: “Los libros son una sutil seducción que tiene sobre los niños efectos directos pero difíciles de trazar, que erosionan el alma de la Cristiandad antes de que crezca”. Hace poco, el exorcista de Roma Gabriele Amorth dijo que “detrás de Harry Potter está la firma del príncipe de las tinieblas; la distinción entre magia blanca y negra es falsa, porque la magia siempre es mala”. La Iglesia Griega Ortodoxa denunció los libros como “satánicos” y los acusó de “familiarizar a la gente con el mal, la hechicería, el ocultismo y la demonología”; además, encontró blasfema y ofensiva “la similitud entre Nuestro Señor Jesús y Harry Potter”. La Iglesia Ortodoxa Rusa, en cambio, no creyó que fuera para tanto y expresó: “Los libros denotan valores cristianos y toman elementos de cuentos de hadas y relatos como La Ilíada que nadie llama ‘satánicos’”. En tierra natal, Inglaterra, el diácono de la catedral de Canterbury no dejó que se usara la catedral para filmar –los productores querían que fuera parte de Hogwarts– porque no le parecía bien que “una iglesia promoviera imaginería pagana”. Pero el responsable de la catedral de Gloucester, fan de la saga, accedió al pedido de los productores de lo más contento.
El Islam, en cambio, nunca le prestó demasiada atención; Harry Potter apenas se prohibió en las escuelas de Emiratos Arabes Unidos, y sólo un diario iraní acusó a la saga de ser representante del sionismo, pero eso fue todo. En Pakistán es el mayor éxito de ventas de la historia, y el sitio oficial de Al-Jazeera ofrece todos los tomos para bajar en forma gratuita, en árabe.
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