Domingo, 16 de enero de 2011 | Hoy
Por Andrea Ferrari
Teniendo en cuenta su fama y prestigio, el Comité de Emergencias decidió contactar a M. en primer lugar. Les informaron que estaba viajando de incógnito desde París (odia el acoso mediático) y demoraría entre dos y sesenta y ocho días en llegar a su hogar. Era, en realidad, un contratiempo previsible. M. sigue yendo una vez por año a Europa para probar los últimos tratamientos de belleza, algunos de los cuales han conseguido notables cambios en su cutis. Lamentablemente, los científicos aún no han podido evitar que en la larga travesía de regreso esos efectos tiendan a desaparecer, por lo cual al poco tiempo ella emprende un nuevo viaje. Entre idas y venidas, no pasa en Pehuajó más que cuatro o cinco días al año, en los cuales descansa al sol.
Como no tenían tiempo que perder, los miembros del Comité decidieron seguir con el próximo en la lista, M.L. En este caso tuvieron más suerte, ya que el susodicho se encontraba cazando en Corrientes, donde en esta época del año se abre la temporada de naranjas. Eso significa que durante quince días las naranjas se arrojan de los árboles e intentan alcanzar su destino sin ser interceptadas por los cazadores. Cuando el Comité llegó, M.L. ya había capturado a dos, que se quejaban amargamente desde el interior de una bolsa, sin que el cazador se conmoviera en lo más mínimo. Antes de darle la noticia, el Presidente del Comité le pidió que se sentara y dejara a un lado su arma. Fue un gesto prudente: se sabe que no hay nada más peligroso que un mono con navaja.
De Corrientes la comitiva se trasladó a Humahuaca. Encontraron a la vaca en la escuela, ya que pese a su proverbial dedicación al estudio aún no ha logrado superar quinto grado. Recibió la noticia con cara seria y ojos húmedos, lo que no difiere mucho de una cara de vaca normal.
Para el siguiente personaje, el Comité de Emergencias se preparó con más cautela. Es conocido que el señor de G. (ya no le gusta que le digan brujo y menos brujito) es proclive a las reacciones intempestivas. Por eso solicitaron la asistencia del Dr. Doctorrrr, que los acompañó en su vehículo equipado con todo tipo de vacunas. Preventivamente, todos se aplicaron tres.
A continuación venía el destino que los miembros del Comité más temían: tenían que visitar a D.K. en Misiones. En los últimos años, este personaje encontró una compañera con la que tuvo cinco voluminosos hijos. Todos ellos han heredado de su padre una tendencia a la dramatización y al desborde de sus lagrimales. Según cálculos de los científicos, seis elefantes que lloren conjuntamente durante ocho horas pueden generar unas veinticinco mil millones de lágrimas, lo que equivale a quince toneladas de agua al cubo (las lágrimas de un elefante joven pesan 2,4 veces más que las de uno anciano). Se entiende que el riesgo era grande: la selva misionera podía inundarse y los ríos desbordar. Incluso podía llegar a producirse un desequilibrio en las Cataratas del Iguazú que sepultara a los turistas y a los coatíes. Para evitar una catástrofe, el Comité tuvo que talar un bosque entero y fabricar dos camiones de cataplasmas de aserrín y otros dos de sopa de avena, que es lo que suele relajar a la familia K. (Esta noticia probablemente disguste a los ecologistas, pero algunas veces grandes objetivos implican grandes sacrificios)
En tres días más de incesante trabajo, el Comité logró cumplir su objetivo: más de cien personajes fueron contactados, algunos tan difíciles de hallar como la Familia Polilla o la Hormiga Titina. El esfuerzo estaba bien justificado, ya que la súbita orfandad de tal cantidad de personajes ponía en grave riesgo al país.
Se trata de un proceso complejo: cuando los personajes quedan huérfanos, pueden asumir diferentes actitudes. Algunos empiezan a envejecer, lenta pero inexorablemente, hasta que un día nadie los recuerda. Otros adquieren por un tiempo un renovado vigor y luego se marchitan. También están los que ni se inmutan ante el fallecimiento del autor. Pero a veces sucede que los personajes deciden marcharse con quien los ha creado. Se produce un fenómeno de implosión y, de un momento para el otro, desaparecen.
Tratándose en este caso de nombres que andan en boca de todo el mundo, el peligro era evidente: un personaje que desaparece cuando está en la boca del usuario puede dejar un agujero de proporciones considerables. Peor aún es si ya ha avanzado hacia el interior del cuerpo: en ese caso se corre el riesgo, por ejemplo, de que explote una arteria o se perfore un órgano. Lo más grave, sin embargo, sucede cuando el personaje implosiona una vez que está en el corazón: en tal caso, la muerte del usuario es inevitable.
Se entiende, entonces, que urgía tomar medidas. Los personajes fueron conducidos por el Comité al Palacio de Convenciones, donde discutieron durante dos días y dos noches (en realidad, algunos sólo discutían de día, como Mambrú, que es militar, y otros sólo de noche, como Miranda y Mirón, que son lechuzas). Finalmente tomaron una resolución conjunta y emitieron un escueto aunque contundente comunicado. Que dice así:
“Reunidos en el Palacio de Convenciones a los dieciséis días del mes de enero de 2011, los personajes aquí presentes hemos analizado la situación y llegado a una decisión de común acuerdo. Resolvemos que:
1) María Elena Walsh no murió. Está trabajando en su casa y prefiere no ser molestada.
2) Los personajes siguen a disposición del público consumidor. Se ruega no abusar”.
Dando por finalizada su tarea, los integrantes del Comité de Emergencias tomaron el té en tacitas de porcelana.
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