Domingo, 13 de noviembre de 2011 | Hoy
> CERDOS
Los chanchos que se muestran en documentales como Earthlings, Food o Fresh se parecen poco a los chanchos de las granjas que todavía resisten en la imaginación: no tienen la cola enrulada, a veces tampoco orejas y muchas otras ni siquiera dientes. Con ojos desorbitados, chillan como locos mientras muerden con las encías los barrotes o paredes de sus galpones. La cuestión, explican, es que el encierro y amuchamiento los lleva al estrés y el estrés a la agresividad y al canibalismo. Así, para evitar que se mastiquen unos a otros, aparte de agregar tranquilizantes en la dieta, sus criadores han decidido cortar el problema (colas, orejas, dientes) de raíz. Al igual que los pollos, estos animales fueron diseñados para que cumplieran con el estándar de mercado y crecieran más rápido y con más carne. Por eso, entre un 10 y un 40 por ciento de los cerdos terminan inválidos antes de llegar al matadero.
Pero el principal problema que representan para la salud es la contaminación (sin tratamiento adecuado, la mugre que sale de esas granjas pudre agua, tierra y aire por kilómetros a la redonda propagando Pfeisteria: un microorganismo más tóxico que el cianuro cuyo grado epidémico se ubica entre el sida y el ébola). Por otro lado, la propensión a las enfermedades de los cerdos es tan peligrosa como contagiosa: son las mutaciones de sus bacterias y virus las que, luego de la aparición de la famosa gripe A(H1N1), mantienen un alerta roja planetario sobre estas granjas.
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