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Domingo, 21 de octubre de 2012

El sueño compartido

 Por Crist

El Negro Fontanarrosa cayó a Córdoba cuando íbamos por el número diecisiete o veinte de la revista Hortensia. Llegó de visita con un amigo, pero yo ya lo conocía porque los dos trabajábamos en agencias de publicidad. El Negro en Rosario y yo acá en Córdoba. Allá el Negro era una especie de colaborador estrella, le daban mucha bola, porque hacía todo. No sólo la gráfica sino también los textos de los avisos, que pude leer la revista rosarina Boom, que trajo para mostrar en ese viaje. Eran buenísimos. Siempre fue un gran escritor.

Cuando el Gringo Cognini, el director de Hortensia, vio las cosas que hacía el Negro, lo empezó a publicar enseguida. Después de ese primer viaje empezó a venir seguido y enseguida se hizo muy amigo de todos. Se compró un Citroën verde loro, en el que no sé cuánto tiempo le ponía para llegar desde Rosario, pero era todo un espectáculo. Nos tapaba de trabajo, tenía una capacidad de laburo asombrosa, y un talento poco común.

Por entonces yo fui siguiendo de primera mano sus progresos, porque nos escribíamos cartas. Las suyas me llegaban en papel ilustración, que no sé de dónde se afanaba. Le importaba tres carajos lo que hubiese del otro lado, podía ser un almanaque o lo que sea. Las tengo guardadas todas, en una carpeta, porque son increíbles, tenían el mismo estilo literario de sus cuentos. Escribía en letra de imprenta, como la de sus dibujos. Pero me acuerdo que un día llegó una que venía en papel común: “No sé si notarás que he cambiado un poco la letra”, bromeaba el Negro, que se había comprado una Olivetti portátil, como para terminar de dejar en claro sus intenciones de dedicarle tiempo a la escritura.

El fuerte del Negro siempre fue la parodia. Me acuerdo de un cuento protagonizado por unos desesperados deambulando por el campo, tocando de pueblo en pueblo. Un pueblo se llama Cruz del Eje, el siguiente Rayo Cortado y el otro Pozo del Prode. Ese tipo de humor no le costaba nada, esos juegos de palabra siempre fueron su gran recurso. Hablaba poco, pero cuando metía una, siempre era un directo a la mandíbula. Porque acá en Córdoba son todos jetones, que toman vino y hablan sin parar, pero el Negro era increíble. Cuando mandaba una, siempre nos dejaba a todos en silencio.

A todos nos pareció natural que se dedicase a escribir, porque hasta sus chistes siempre fueron literarios. Tapás los dibujos, y el chiste se entiende igual. Es verdad que en sus comienzos los chistes eran más dibujados, pero cuando fue soltando la palabra creo que se fue sintiendo más cómodo. No sólo en su trabajo, sino que él también se sintió más libre. Dejó de ser tan tímido y se convirtió en una persona más sociable. Como Messi, que recién cuando empezó a hacer goles que se hicieron conocidos en todo el mundo comenzó también a hablar más, a hacer más comentarios ante los micrófonos. Pero un Messi negro, claro.

No elegí el libro que me tocó ilustrar, fue su hijo Franco el que nos repartió a todos los deberes. “El mundo ha vivido equivocado” es un cuento muy lindo, que es de aquella época en que él venía seguido para Córdoba. Cuando lo releí para hacer el dibujo de tapa, me hizo recordar un cuento que contaba el Sapo Cativa, que era amigo del Negro, y se divertía mucho escuchándolo. Es sobre dos cordobeses que van caminando por el área peatonal. “No sabés el sueño que tuve anoche –cuenta uno–. Estaba en el patio de casa, mi vieja estaba haciendo las milanesas, yo era un pibe y estaba de pantalón de fútbol. De pronto viene mi viejo y me dice: ‘¿No querés ir a la calesita?’. Y estuvimos toda la tarde dando vueltas. Fue el mejor sueño de mi vida.” El otro ya se coló con el relato, así que le contesta: “El tuyo es un puré al lado del mío”. “¿Qué soñaste?”, le pregunta el primero. “En mi sueño, Mimí y Norma Pons tocaban el timbre de casa y las atiende mi vieja. Yo también venía de jugar al fútbol y estaba en el patio. ‘Hay un par de chicas en una auto deportivo que preguntan por vos’, me dice la vieja. Salgo así como estaba, imaginate la pinta. Y las Pons me saludan y me invitan a ir con ellas. Me siento al lado de Norma, adelante, y Mimí quedó atrás, sola. ‘Vamos a dar una vuelta por el barrio, a ver si encontramos un amigo para mi hermana’, me dijo Norma. ¿Vos sabés que en el sueño estuvimos toda la tarde dando vueltas y no encontramos a nadie?.” El primero se queja: “¿Y por qué no me fuiste a buscar a mi casa?”. Y el otro contesta: “¡Te fui a buscar! Pero tu vieja me dijo que estabas en la calesita”. Estoy seguro que este cuento del Sapo Cativa lo inspiró al Negro para escribir El mundo ha vivido equivocado. Funcionan a partir del mismo mecanismo, el de dos amigos compartiendo sueños imposibles. Claro que a todo eso el Negro le agregaba las cosas de su bar El Cairo. Esa era su principal fuente de inspiración.

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