BADíA DE UNIFORME: HACIENDO LA COLIMBA RADIAL
Entré a hacer el servicio militar en la Policía para evitar que en el sorteo me tocase la Marina y tuviera que comerme dos años. A eso se lo llamaba ser “coreano”. Era conveniente, se perdía un año menos, salvo que uno se sacara un número bajo en el sorteo, como me pasó a mí... ¡No la hubiese hecho! Pero fui un policía coreano con suerte; tres meses después de pasar por la instrucción militar comenzaron a derivar a la gente a diferentes áreas. Ese momento fue inolvidable para mí. Un inspector llamó a todos los conscriptos al medio de un playón y comenzó a elegir los destinos.
–¿Quién sabe manejar?
–¿Quién tiene auto a disposición?
–¿Quién habla idiomas?
–¿Quién tiene conocimientos de imprenta?
El que sentía que podía cumplir con el requisito daba un paso al frente. Yo, quieto, pensaba que mi viejo tenía auto, que la imprenta no era algo que me cayese tan lejos. Pero no di un paso al frente hasta que escuché...
–¿Quién tiene algún antecedente de locución?
La cabeza me quedó retumbando y fui el único que dio un paso al frente. ¡Qué suerte! Con un solo paso al frente quedé enganchado tres años a la policía: un paso fundamental en mi vida. Estuve un año como colimba, y dos como civil, que los pasé recorriendo radios leyendo unos libretos donde se tocaba la fibra íntima del pueblo y la Policía y se cultivaba la confianza en ese hombre parado en la esquina. Para los que se lo pregunten, sí, llegué a usar uniforme policial.
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