Dom 25.11.2012
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LA TRIPLE A, EL GOLPE Y LA RADIO EN LA TORTURA

Pensé que se trataba de cieguitos

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En los tiempos de la dictadura había que andarse con cuidado. Pero, como ya conté anteriormente, no tenía mucha noción de lo que verdaderamente estaba sucediendo en el país y atravesé algunos episodios muy particulares.

En 1975, estaba haciendo Imagínate... Flecha juventud en Radio Del Plata, pero todavía tenía muchos amigos de Radio Rivadavia, ex compañeros de trabajo a los que seguía frecuentando. Un día, alguien de deportes de Rivadavia vino a Del Plata a buscarme. Yo estaba subiendo la escalera larga de Santa Fe 2043.

–Hola, Juan Alberto. ¿No tenés cinco minutos? –me grita desde abajo.

–Sí, claro –yo lo conocía.

–¿Vos a qué hora empezás? ¿A las 10?

–Sí.

–Bueno, necesito que te subas a un auto que está fuera y que des unas vueltas manzanas con nosotros, son amigos míos. Te queremos decir una cosa –me propone ese muchacho.

–Aguantá un cachito –le pido, aceptando su propuesta con un grado de ingenuidad e inconciencia enorme.

Subo a la producción del programa y tengo el tino de avisar que iba a dar una vuelta manzana con unos tipos que estaban con Fulano de Tal, que por ahí había una oferta de laburo. Bajo, subo al auto y me ubican en el medio del asiento de atrás de un Ford Falcon. Agarran Santa Fe y el que está adelante, en el asiento del acompañante, se da vuelta y me dice:

–Juan Alberto Badía: una gran preeminencia sobre la juventud. Juan Alberto Badía: un nombre intachable en todas las investigaciones. Juan Alberto Badía: un país nuevo. Un país que se viene. En muy poco tiempo. Juan Alberto Badía: nosotros queremos que formes parte del nuevo país. Te hemos elegido como referente de la juventud.

Yo miraba a mi amigo, que asentía con la cabeza y me indicaba que siguiera escuchando, como si fuese bueno lo que me estaban diciendo. En definitiva, lo único que pude corroborar fue que eran de la Marina y que tenían razón: el 24 de marzo del año siguiente vino el golpe militar. Y lo único que atiné a decir para desprenderme de esa situación fue: “Gracias por todos los halagos que he recibido en este viaje, pero no puedo salir de mi miedo y mi estupor por todo lo que escuché. Les pido por favor: no soy yo la persona que quieren”. Y me bajé del auto. El mensaje fue muy taxativo de su parte.

El país era un caos. Es mentira que el golpe sorprendió a todos: el golpe militar fue casi un anuncio esperado. Por lo tanto, a mí finalmente no me sorprendía que esto pasara en el caos de la Triple A. Lo que me sorprendía era que mi amigo estuviese involucrado en eso y que le hubiesen pedido acercarse a mí. Después me sorprendió la inconciencia mía de confiar y subirme al auto a ver qué me decían. Pero fue así. Las cosas pasan porque pasan. Lo único a lo que atiné fue a avisar a la producción.

Esta y la experiencia anterior que conté, la del operativo en el departamento base de la Beatlemanía, son las dos únicas que atravesé en aquellos tiempos, si bien hubo una tercera.

A Enrique Llamas de Madariaga le ofrecieron trabajar con nosotros en Rivadavia, en los tiempos de Piedra libre, para hacer la columna política del programa y él se negó rotundamente. Eso me llamó la atención y fui a buscarlo. Caballerosamente, Enrique me dijo:

–Tengo que superar un problema con vos.

Entonces, nos sentamos a tomar un café en el bar de Rivadavia y me cuenta que, cuando los militares lo secuestraron y torturaron, ponían Flecha juventud al mango para que no se escuchasen sus gritos.

–Y era tu voz todo el tiempo –me confesó Llamas de Madariaga.

Esos tres episodios me dieron la pauta de hasta dónde podés estar metido, en qué situaciones, cuando sos un hombre público y hacés radio. Lo más común es el oyente que te cuenta que tenía la radio bajo la almohada y que, cuando se quedaba dormido, el papá iba a apagársela. Pero también sucedían cosas de este tipo.

Nota madre

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