Flotaba un tufillo a desinfectante
que arrugaba, cosquilleaba en
narices infantiles, y aceptamos
pañuelos preferidos por mis padres,
justo ahí te busqué
por esos pasillos de granito fríos,
hurgando por puertas abiertas
miramos miradas enfermas,
caras cavernosas madrugadas
de pacientes ambulatorios sentados.
ignoraban si era tu cama.
Claro que ya no estabas,
si bien, tonto soy, seguro estoy que
algo de ti queda en el aire.
Mucho antes que te fueras,
Mamá también ahí pasó
tantas semanas, esperaba,
no a ti, no a nosotros, odiaba
dejarnos aquí cuando
su vigilia por sí misma terminara.
Dejaría solos a sus bebés.
Afuera, en los jardines caminaba, en
los buenos días del cáncer hablaba;
canteros de rosales la saludaban
cubriendo con pétalos la tierra que
pronto la taparía.
“Qué bueno el HB”, hospital, hospicio y más,
decían, del servicio de la colectividad
y de uno que otro local también, desde 1844.
Tú y ella lo afirmaban, de acuerdo. Util,
agregaste, el tranvía Nueve sacudía adoquines
chirriando sobre acero de calles
con nombres de batallas cruzadas
con medio siglo de separación.
Estaba mi madre en una memoria que no es mía,
ayudaste a darle forma a ella, así como hicieron
tías con cuentos de amor de los que se apropiaban.
¿Cómo se llamaba la Sala donde yacía?
En todo caso ¿cómo se llamaba la tuya? viejo
trece años y un mes distantes,
fallecieron, se fueron, como prefiere decir la gente
que no parezca que ya nunca estarán...
Murieron ahí los dos, ¿dónde?
Te fuiste vomitando sangre, saltaban pedacitos
oscuros de tu hígado. Y yo te amaba,
y nunca, nunca te lo dije.
Dejaste tan solo pequeñas memorias, no mucho,
porque los chicos, aun los jóvenes, no pueden
encarar las grandes, faltan las fantasías de todos
nosotros, las gracias graciosas, juntos eso falta,
razón por la que aun te busco aquí.

Este poema de Andrew Graham-Yooll pertenece a Espanglish 3, publicado por Aurelia Rivera Libros