Martes, 13 de noviembre de 2007 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › EXPOSICION DE PINTURAS DE CONSTANZA ALBERIONE
Extremadamente serenos, los retratos -lo mejor de la pintora- se enmarcan en planos decorativos que copian estampados de las prendas y otros detalles de sus modelos.
Por Beatriz Vignoli
"¡Tiene un plotter en la mano!" exclamó con sana envidia un colega admirado ante la técnica impecable de las pinturas de Constanza Alberione (Rosario, 1979) que se exponen hasta el 25 de este mes en Cordón Plateado (Maipú 1124, planta alta). "Dan ganas de tocarlas para saber si se trata de pinturas o grabado", comentó la cronista, mate de por medio, domingo por la tardecita. "¡Ni se te ocurra!" saltó Luis Rodríguez, integrante del grupo Ninovedismo, o los 4 artistas rosarinos responsables del espacio Cordón Plateado. Es que la prolijidad de "Coti" Alberione es proverbial. Decir impecable es poco: su precisión es láser, es una microcirugía de puntos que suman líneas sin apuro hasta constituir planos. Sus pinceladas son puntadas; tienen algo del pixel y del bordado. La suya, como mucha pintura de la generación que se crió con el Nintendo y se formó en el conceptualismo, está de vuelta de la gráfica. Es una pintura pospictórica. O por lo menos, post óleo: no hay nada de claroscuro ni atmósfera ni "temperamento" en estos pequeños acrílicos.
Basta ver sus dibujos, esas situaciones mínimas en céspedes y ligustrinas literales, donde cada brizna de hierba es un trazo. O sus diminutas abstracciones atomizadas que parecen equivalentes visuales de la música electrónica. Pero lo mejor, en su pintura, son sus retratos, donde cada cabello está contado, como reza el adagio bíblico. Por supuesto que no se trata sólo de virtuosismo técnico: esta minuciosidad en la representación, que remite a los temples y a los frescos del Quattrocento, va acompañada de una composición concisa y rotunda, donde la unidad clásica del todo está lograda con elementos mínimos. Extremadamente serenos, los rostros se enmarcan en planos decorativos que copian estampados de las prendas y otros detalles casuales de sus modelos, como si el prerrafaelismo decorativista de Morris Louis hubiera tomado un curso acelerado de arte pop. Sobria y equilibrada, con un alto control de suavísimos contrastes de blancos de color que se hallan casi en el umbral de lo visible, la paleta de Alberione se enciende para permitirse fulgores contemporáneos que no quiebran la atemporalidad majestuosa de sus figuras, sino que las ornamentan como gemas. Y además de todas las virtudes descritas, sus retratos también tienen esa cualidad inefable que se puede llamar gracia.
Y la luz diurna que entra por los ventanales de las salas contribuye por supuesto con lo suyo. Pero esta es la penúltima muestra de Cordón Plateado en la casa que forma parte de la mansión de fines del siglo XIX que perteneció a Juan B. Castagnino. En busca de un nuevo espacio (real), los ninovedistas han empezado por remozar su blog: www.ninovedismo.com.ar. Allí cuentan entre otras cosas cómo esta exposición de Constanza Alberione es su Primer Premio "Brocha Gorda" que obtuvo este año por su obra "Tiniebla" en el Salón Plateado.
Fiel a la tradición rosarina de los salones independientes impulsados por artistas, el salón fue organizado por la gente de Cordón Plateado, con un jurado de la generación intermedia: Raúl D'Amelio, Max Cachimba, Gustavo Goñi, Xil Buffone y Lux Lindner. El segundo premio correspondió a Leticia Santa Cruz por su "Serie salto al vacío" y el tercero, a Pedro De Carlo por "Canción de Alicia en el país", mientras que Mariana De Matteis y Ariel Costa obtuvieron sendas menciones. La intensa actividad que los ninovedistas, con rara generosidad, despliegan en pro del arte de sus colegas, se refleja en su trastienda involuntaria: las obras que sus autores no retiraron siguen ahí, esperándolos. ¿Antes de la mudanza, habrá remate?
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