Martes, 7 de marzo de 2006 | Hoy
El segmento carioca de la muestra colectiva internacional entre Río de Janeiro y Rosario trae experiencias que preguntan, en medio del azar, sobre el sentido de la vida.
Por Beatriz Vignoli
El domingo 12 de marzo es el último día para acercarse al Macro (Museo de Arte Contemporáneo de Rosario, Bv. Oroño y el río) para visitar la muestra colectiva internacional Mao Dupla/ Doble Mano, un intercambio cultural entre Río de Janeiro y Rosario. La idea de un arte fotográfica o videográfica puede no estar vinculada al profesionalismo del arte y de la industria, convirtiendo en cambio a la cámara en un ojo voraz que todo lo registra: tal es la tendencia expresada en la selección que integra esta muestra, como bien afirma Yann Beauvais en su texto de catálogo de la primera edición de la muestra en Río. (Hablando de río, aquí en Rosario su texto está impreso en un ventanal que da a las aguas del Paraná). En lo que a los artistas cariocas respecta, estas cámaras liberadas de la división del trabajo no sólo devoran imágenes sino que las interrogan, preguntando una y otra vez, en medio del azar y la contingencia de lo real, cuál es el sentido de nuestras vidas; o, en todo caso cómo se construye, en lo abierto de la existencia humana, su sentido, aunque esta construcción sea la suma de una serie de contingencias.
Alberto Saraiva, en la videoinstalación digital "Tem gente ai? (¿Hay alguien ahí?)" recita, en loop, una lista de nombres y de sus significados. La pantalla, recorrida por la animación de la foto de la luz de un monitor de TV, termina en blanco. Y la letanía recomienza. El sentido es local, intraducible: en Macro e micro, otra videoinstalación creada especialmente para esta muestra, el médico y artista plástico Julio Rodrigues juega con el nombre del museo presentando una TV en miniatura que está intentando captar una señal de acá (que no aparece nítida porque la TV argentina tiene un sistema distinto), montada en un microscopio por el que se puede ver una retícula de la imagen. Las condiciones de lo visible como problema a develar también son el tema en Lámpara, de Jorge Emmanuel, donde el negativo en duratrans de la foto de una luz fría iluminada de atrás cuelga como en el momento de revelado en el estudio. Otro backlight, por Aida Burnier y Bruno de Carvalho, documenta el encuentro con una especie floral en un viaje, mostrando a la imagen como sustituto del espécimen real en la investigación biológica naturalista.
En la sala 6, Regina Marconi presenta una composición fotográfica digitalizada a partir de fotos que cuentan la historia de su propia vida. En sus Escaleras Nilda Costa, pintora y fotógrafa con formación en grabado, se acerca a la arquitectura con una mirada gráfica de alto rigor estético. Para su Trasejado (troquelado), Roselane Pessoa hace agujeritos en un papel y los fotografía al trasluz: lo que se muestra aquí es la copia en negativo (negro sobre blanco) con un resultado abstracto, minimalista. Y Denise Cathilina (artista muy reconocida en Brasil) realiza cuidados fotogramas de zapatos que llevan lo cotidiano al terreno de la abstracción.
En la sala del quinto piso, oscurecida ad hoc, se presenta una colección de videos experimentales que propone "un espacio de respiración para la producción de arte, creando un universo híbrido, en tránsito temático, donde la pantalla o tela sirve de environment (ambiente) para producciones, performances, textos, acciones, reacciones en grupo", según cuenta la curadora de la muestra, la joven artista y videasta carioca Célia Pattacini, "que apuntan a una práctica artística que interceda, que disuelva fronteras entre el arte y la vida".
Así, Alex Hamburger, artista ya reconocido que trabaja siempre con el cuerpo y la palabra ("importantísimo para nosotros", subraya Célia)
hace de su propio cuerpo el material de una obra irreverente y poética, como se muestra aquí en el registro de su performance El rey de los vasitos. Agasajo para días difíciles, de Daniela Mattos, es una improvisación colectiva en el Espacio Bananeiras y cuyas acciones espontáneas van incluyendo a los artistas mismos, al público, y a sus amigos (también artistas) a través de una camisa de fuerza con la que juegan a limitar sus movimientos. Bananeiras (llamado así por los bananos del jardín, que alcanzan a verse en el video) es un nuevo ámbito experimental e independiente, administrado por una pareja de artistas, a cuyos eventos y comidas concurren creadores de todas partes del mundo. El registro de la acción es un video "crudo" (sin edición) y de cámara colectiva, en mano. El carácter inconexo del registro deja en claro que la obra fue ese acontecimiento intransferible. Lo mismo son Unica cena /philme vivência de Renato Teixeira y Affectio Masterpiece de Daniela Mattos y Alexandre Sá. El primero se realizó en Unicamp, Universidad Federal de Rio de Janeiro. Cuenta Célia: "Cada uno trajo fotos para una muestra improvisada. Se convoca: 'Vamos a hacer una acción el día tal' y cada uno lleva lo que le parece, muestra lo que le parece y se mezclan personas de varios campos de la intelectualidad y de diversas clases sociales". La segunda acción es una especie de carnaval deliberadamente pobre, donde alcanza a leerse este texto pegado en una pared: "Ninguém é. Ninguém se descobre. A gente se inventa al inventarse uma realidade. (Nadie es. Nadie se descubre. La gente se inventa al inventarse una realidad)". En abierto contraste, Luisa Guimaraes trabaja la cuestión del espejo en Magnéticos, video realizado grupalmente y muy bien editado; y la rosarina Virginia Massau se centra en el pulcro registro de cómo convirtió su graduación en performance para su video "Barbie Universitaria", parodia de la estética de la célebre muñeca que satiriza de paso el estereotipo de la rubia tonta. En la pieza más clásica de la muestra, una animación digital y musical por Alexandre Fenerich y Larissa Pschetz, se exploran las conexiones estéticas entre el caos y el orden, entre lo infinitesimal y lo infinito, a partir de un texto de Jorge Luis Borges, Doctrina de los Ciclos, donde dice: "El número de todos los átomos que componen el mundo es, aunque desmesurado, finito, y sólo capaz, como tal, de un número finito (aunque también desmesurado) de permutaciones. En un tiempo infinito, el número de permutaciones posibles debe ser alcanzado, y el universo tiene que repetirse".
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