Domingo, 9 de abril de 2006 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › ES CANADIENSE, SE CRUZO CON LOS BEATLES Y LO MUESTRA
Al documentalista canadiense Paul Saltzman una experiencia
personal lo llevó a la India en los '60. Allí se cruzo con
los Beatles, meditó con ellos y hoy muestra esas fotografías.
Por Edgardo Pérez Castillo
Cuando guiado por una suerte de voz divina el joven documentalista Paul Saltzman abandonó Canadá, jamás imaginó que su camino se cruzaría con el de los cuatro ingleses más famosos en la década del '60. Un encuentro que tuvo su origen mientras el muchacho se desempeñaba felizmente como asistente de dirección y manager de producción para el National Filmboard de Canadá. En aquel entonces tenía 23 años. "Creo que aun sigo siendo joven", advierte risueño en su charla con Rosario/12, a casi cuarenta años de aquella experiencia que hoy se traduce en la muestra que hasta el 23 de abril estará en exposición en el Centro Cultural Bernardino Rivadavia.
Sentado cómodamente en una de las oficinas del edificio, Saltzman se presta a un detallado repaso de aquella experiencia reveladora: "Una mañana tuve un pensamiento extraño sobre partes de mí mismo que no me gustaban. Nunca había pensado algo así antes, por lo que estaba bastante shockeado. Me pregunté en voz alta qué debía hacer, y una voz dentro mío me dijo que debía ir a la India". Así consiguió un puesto como sonidista en un documental, lo que lo llevó a viajar por el inmenso país durante ocho semanas, hasta que en Nueva Delhi una esquela de su novia le aclaró algunos puntos: "Querido Paul, me mudé con Henry".
"Estaba devastado, fue como si me clavaran un cuchillo. Entonces alguien me dijo que probara con la meditación". Después de escuchar una disertación sobre el tema, tomó un tren a Rishikesh, un taxi y un bote hasta el otro lado de los Ganges, eligió un Ashram al azar, golpeó las puertas y pidió su ingreso para meditar. La respuesta fue demoledora: "El Ashram está cerrado, porque los Beatles y sus esposas están acá". Y aunque era fan confeso del grupo --al que había seguido en directo en un recital en Toronto, en 1964--, no fue éso lo que lo desesperó, sino más bien saber que debería sobrevivir en soledad al dolor del abandono.
"Le expliqué lo que me pasaba a la persona que me atendió, fue a hablar con el Mahareshi, volvió y me dijo que ése no era el momento", recuerda. Lejos de darse por vencido decidió esperar, durmiendo en una carpa a unos quince metros de la puerta de ingreso, y convirtiéndose en testigo directo del desfile periodístico que, infructuosamente, llegaba desde todos los rincones del mundo para registrar el paso de los Beatles por el centro de meditación. "En el octavo día me dejaron entrar. Pude meditar y fue increíble, la agonía se había ido", rememora. Así comenzó a recorrer el Ashram sin pensar en los Beatles, sólo disfrutando de su flamante paz interior. Hasta que un día descubrió a la troupe sobre una colina y recibió la invitación de Paul para sentarse a su lado, comenzando allí una relación natural, carente del histérico vínculo entre un fan y sus estrellas. Esa cotidianeidad en el Ashram derivaría en el único registro fotográfico de aquella estadía, apuntada como el período más prolífico en la producción musical del grupo, y traducida en buena parte del Album blanco.
Aunque fue el azar el que hizo posible que aquella producción viera la luz: "Cuando llegué a Canadá la meditación me había conmovido tanto que quise escribir sobre ella, entonces la revista nacional de Canadá me pidió un artículo sobre el tema, incluyendo la historia de los Beatles, claro. Pero me di cuenta de que algo me hacía sentir incómodo con publicar eso, con escribir la historia tan pronto. Guardé las fotos y decidí no hacer nada con ellas. Yo las había sacado como si fueran amigos míos, después de conocerlos dejé de pensar en ellos como los Beatles, me habían incluido en su pequeño grupo y fue fantástico. Hasta que un día mi hija, que tenía 18 años y era fan de ellos desde los 16, se acordó de algunas historias que le había contado cuando era chica, y me pidió que le mostrara las fotos. Así que puse a mi asistente a buscar por mi estudio, mi casa y la casa de mis padres, pero no aparecían. Tres semanas después decidí tomarme un día libre en el trabajo y busqué en todos los rincones de la casa. Cuando estaba resignado, en el último rincón del sótano, encontré la caja con esas 54 fotos".
El resultado de esa exhibición íntima convenció a Saltzman de publicar el trabajo, y convertirlo en la muestra que hoy permite descubrir la intimidad del emblemático grupo inglés.
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