Profundizando en las relaciones de una historia que tuvo su estreno como parte de Lo mismo que el café 2, Despropósito iniciará hoy un ciclo de funciones únicas, a partir de una línea de trabajo que, de la mano de la directora Alejandra Codina, apuesta al teatro del acontecimiento, a la no-representación. En ese sentido, la obra se construyó sobre textos de Leonel Giacometto, amoldándose luego al trabajo de autoría actoral de Anahí Martino, Lucrecia Moras, Darío Castañeda y Juan Carlos Capello. Una labor que seguramente seguirá en proceso, a partir de la búsqueda propuesta por la directora, y que esta noche a las 22 ofrecerá una primer versión en el Centro de Estudios Teatrales de San Juan 842.

Partiendo del encuentro, inesperado, de tres personas en la habitación a la que concurren voluntariamente (y en la que a su vez son escuchados por un cuarto personaje), el relato de la obra se centra en las relaciones entre cada uno de ellos. Relaciones que, claro, podrán modificarse con el correr de las funciones, a partir de la metodología de trabajo adoptada por Codina, en una propuesta que encuentra similitudes con la utilizada por Giacometto en Fingido. Sin embargo, la directora marca algunas diferencias: "Leonel es mucho más prolijo y más director que yo. En su puesta hay marcaciones muy concretas y donde, si se corren, no se van a notar demasiado, se sostiene una estructura fija. La hipótesis de trabajo sí tiene que ver con la no representación, igual que acá, pero mientras que él arma una especie de decálogo yo soy mucho más anárquica. Incluso no me interesa responderle a los actores cuando me preguntan qué hacer, porque en ese no encontrar está el encuentro. En la vida no se encuentra todo, y en el teatro tampoco hay respuestas. Espero que el público se sienta cómodo con eso, porque no van a encontrar respuestas. No al menos en primera instancia, porque después aparecen en los monólogos de cada uno donde metafóricamente está claro. Si querés escuchar, escuchás".

De esa manera, será el espectador el que genere su propia visión de la obra, hecho que se ha reflejado en algunas de las devoluciones logradas por el grupo durante la gestación del proyecto. "Tenemos colaboradores que trabajan en la misma línea que nosotros, que van por el mismo camino y que han venido a ver los ensayos, y me han dicho cosas muy insólitas. Eso es lo interesante, la subjetividad, porque para mí el acontecimiento teatral es absolutamente subjetivo. Cada vez que lo hagas va a ser distinto, aunque parezca que no. Y más en este caso que sí, porque los actores pueden cambiar las cosas, si se ponen las pilas pueden darlo vuelta de arriba hasta abajo. Me gustaría que la obra se fuera para otro lado. No terriblemente, pero me gustaría. Yo no quiero que se cierre nada, porque sino la hipótesis se pierde en el camino. Si el teatro puede no decir lo mismo cada vez, hagámoslo de una vez".

Con una búsqueda que los llevó a investigar el camino de Veronese, el grupo no apuesta a impactos superfluo y efectistas, según resaltó finalmente Codina: "Cuando ves que está pasando algo que es absolutamente desgarrador y estamos todos en ropa de calle es mucho más espantoso que poner a alguien desnudo, con plumas o bañándose en pintura. No necesito de eso, porque la vida real no está hecho de eso. Hay cosas mucho más terribles que están en el diario. Y el teatro no se trata de hacer realismo y contar desde ahí cómo es tal o cual situación, eso es aburrido, es el Teatro Abierto de los 80. A mí me interesa el teatro de Mazzadi, de Marcelo Díaz, esos lugares de corrimiento en los que no queda claro algo definido, pero vos tenés una situación que te es afín, como en las pesadillas o en los sueños. Esa sensación de estar entre el sueño y la vigilia, un estado de semiinconsciencia, es lo que busco tanto en los actores como en el espectador. Sé que es ambicioso, pero quiero buscar eso. Tampoco quiero que nos hagamos los modernos y que el público se aburra, me interesa que aparezca un trabajo prolijo".