Miércoles, 26 de marzo de 2008 | Hoy
Podríamos hablar de neologismos y entre ellos encontrar la palabra "desaparecido". Contrariamente a lo que nos enseñaron en química, según don Lavoisiere, nada desaparece, todo se transforma. Entonces, ¿cómo desaparecer? Borrar sus nombres, borrar sus sentimientos, borrar afectos y como si eso fuera poco también borrar sus crías regalando o vendiendo a sus hijos. Entonces, ¿cómo desaparecer? ¿Regarte en la bahía de Samborombom en aquellos vuelos de buitres de la muerte quitándole el derecho de llorarte a quienes te querían? Entonces, ¿cómo desaparecer? También debieran haber masacrado a esas viejas que caminaban alrededor de la Plaza con un pañuelo blanco como única arma. Entonces, ¿esa palabra no existe? Porque nombres siguen habiendo, la memoria sigue recordando, los hijos de tu sangre siguen viviendo, las viejas de blancos pañuelos siguen buscando aunque no encuentren tus restos.
Dr. Néstor Sanchez
Presidente Comunal Timbués
Cómo no recordar aquellos de sospecha crónica, aquellos años sin sonrisas, de ausencias crueles y de presencias insoportables, las de los verdugos, la de los soplones. Vidas arrebatadas, libros quemados, canciones prohibidas y pensamientos en pleno naufragio. El heroísmo de los resistentes contrastando con la cobardía de los lascayos.Los años de plomo, que ahora algunos quieren camuflar porque la memoria los hiere y los acusa, porque la complicidad cívica fue abundante, sórdida y vil en extremo.Los años de la dictadura son una marca indeleble en nuestra sociedad, en los cuerpos de mujeres y hombres para quienes nunca más nada será lo mismo porque quebraron sus vidas de un modo u otro. Aquellos años fueron el ensayo general de la puesta en escena que ya lleva varias décadas de exclusión social, de destrucción sistemática del tejido social. De marginación de las mayorías en las decisiones esenciales.Había que sembrar el terror para domesticar en forma masiva, había que silenciar para vaciar las conciencias e insensibilizar frente al dolor colectivo.Lo hicieron y con eficacia que dejó efecto residual. El 24 de marzo de 1976, una fatídica y emblemática fecha que merece la atención para la comprensión de muchas contradicciones del presente.Es preciso que la evocación de aquellos años siniestros no sea una mera efémeride sino el análisis meduloso de por qué una sociedad aceptó tan pasivamente el escarnio, el despojo y la indignidad.Quizá alguna de las claves anide allí donde como señala Erich Fromm emerge el miedo a la libertad y la entrega a una sumisión autodestructiva.
Carlos A. Solero
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