Viernes, 13 de julio de 2012 | Hoy
Por Bea Suárez*
"...Fue ayer no más cuando miró Gaboto/ --brújula vertebral de ojos imanes--/ trizando estrellas de color ignoto/ la fauce estibular de sus caimanes./ Fue ayer no más lo que hoy está marchito./ no importa que un caudal a otro suceda/ pues como el tiempo frente a lo infinito/ las aguas pasan pero el río queda."
Horacio Rega Molina. Oda provincial.
¿Cómo puede haber bajo el Paraná un refugio semejante, un mundo, algo tan vivo? Más vivo que nosotros.
¿Cómo pueden esos peces de cuerpo comprimido o elevado, de contorno ovalado u orbicular, en escamas pequeñas o abdomen aserrado, habitar el chocolate; y ver, y quizás: sentir?
Bajo el caudal de la Palometa mora, el Dientudo, la Tararira, y mis pies sumergidos, hay un existir sobresaliente y raro, flancos de dioses subfluviales cuya coloración varía, cuyo estado de ánimo también.
Son los peces del Paraná, con aletas pectorales pero también cansancio de natación inexorable, por el deseo del trunco pescador.
Saltan, viajan, desarrollan instintos desconocidos para nosotros, los que creemos fehacientemente que caerán en las redes. Mientras, mientras, yo misma entro en el tejido de sus incógnitas, las de un vivir inentendible, provisto de espinas, plancton, caracolitos, insectos y poca fe.
Cuando la mandíbula superior de un pez sobrepasa a la inferior se me hace que va a hablar, que va a contar todo. Que podríase entablar esa charla milenaria y pendiente donde comportamiento fuese fábula, y la biología deviniera en poema.
Viejas del agua.
Amarillos de piel desnuda, Armados y el Tigre del río o Dorado, el cual recibe diferentes nombres a lo largo del Paraná, Doradillo, Pirayú, Mona y Pez oro. Él se las arregla. ¿Qué sería de nosotros si cambiara nuestro nombre según el lugar donde estuviéramos? Llamarse Pedro en Junín, Alejandro en Laguna Paiva, Adrián en Labordeboy, Mariano en Cañada del Ucle. Analía en Alvear, Carolina en Colón, Marta o Mercedes en Paysandú.
Moncholos en migración, Sábalos acumulados, Jangaderos encargados de una conducción sin poder político, troperos de canoas que trae la creciente, junqueros del delta. Todos mirados por un acopiador de palabras que intenta un diccionario húmedo para que el diario tenga poética propia y diferente.
Los peces hoy me han ayudado a flotar la noche, a recorrer mi derrotero de agua abajo para encender el fuego entre mate y reviro, con el puerto fijado en mi locura.
Voy detrás del horizonte maderero
Y mi sangre con el agua se me va?
Banda a banda, sol y luna, cielo y agua,
Horizonte que no acaba de pasar.
Piel de barro, fabulosa lampalagua,
Me devora la pasión de navegar?
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