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Domingo, 28 de febrero de 2016

CONTRATAPA › FOTOGRAFIANDO LA ZONA.

Fachas y fachadas

 Por Adrián Abonizio

  • Su casa tenía ladrillos vistos al frente. Un día su padre la emparejó de portland dejando un alero de salientes que ellos usaban de travesaño. Era el arco ideal además de que era suyo. A los años pasó un día por el lugar y se detuvo a contemplar la fachada: creyó ver aún las marcas de los pelotazos húmedos. Habían pasado treinta años. El travesaño ahora le llegaba a la barriga. Y su emoción a los ojos.
  • El típico fachero de su época debía mantener el pantalón de tiro bajo o acampanados, también llamados Oxford. Cinturón ancho de hebilla, camisa entallada de color fuerte y pullover al cuello. Un llavero colgando, el Ronson junto al atado de importados y pelo largo. Un aire displicente y una madre que trabajase por él. Eso era todo y duraba un soplo. Hasta que su familia se hartaba de su vagancia y entraba el fachero a trabajar en una fábrica que le ensuciaba las uñas con grasa y la sonrisa de cansancio. Así mató el capitalismo al último fachero del barrio.
  • Como han sido declarados patrimonios históricos los frentes de algunas casonas lucen delante de edificios encapsulados que los arquitectos, con una argucia legal han hecho crecer, desmereciendo a veces, estilos complementarios y buen gusto. Parecen pupas, crisálidas, aliens creciendo con luces led y mobiliarios ultramodernos dentro de cáscaras de añosas viviendas. Así en un breve tramo conviven, desarmonizados, dos siglos a la vez. Da temor que al tocar el portero nos atiendan fantasmas.
  • "Los fachas quieren servir a los ricos, esclavizar a los pobres, exterminar a los negros, gays, moros, cantar el Cara al Sol con una mano alzada y que todo el mundo vaya a misa.
  • Los rojos quieren matar a los ricos para ser mas ricos ellos, destruir la patria, matar a Dios y a sus servidores, que todos vistamos sin corbata y sin sombrero, estar todo el día colocaos y beber de las litronas a morro y admirar a Marx". De un manual antiguo denominado "Las dos Españas".

  • Recuerda una nota que le hicieran al facho Aldo Rico. Luego de explayarse sobre la voluntad férrea, el coraje, la entereza y la libertad individual, recibió un llamado y pidió que apagaran la cámara. No lo hicieron pero él creyó que sí: al aire, nítido, clarito se oyó a la esposa del carapintada tratándolo de pelotudo porque se había olvidado de hacer un mandado. --Si querida, si querida --recitaba mientras guiñaba el ojo cómplice al periodista. Los fachos son esencialmente pollerudos. Y creen aún en las vírgenes, las putas y las esposas.
  • El Facha Martel fue el representante de los años 80. Burrero, nocturno, pintón y actor módico supo flotar en el ambiente actoral como un romántico antiguo cuyas leyes inquebrantables eran la lealtad a los amigos y el gusto por las vedettes. Fue sinónimo de drogas y juego. Para sincretizar estas dos cauces que lo llevaron a la muerte, jugaría en forma de cábala a la quiniela apostando la cantidad de días que llevaba sin consumir drogas.
  • "¿Cosa Facciamo?", se oía de pronto en la casa de al lado. Y era como la voz de un monstruo, que ponía fin al juego de sus vecinos. Porque luego de ese vozarrón se escuchaban chasquidos, corridas y llantos. Era el abuelo malo, el oscuro Minotauro enojado que llegaba para fajar a los niños por sus travesuras. Era el viejo estricto, horroroso, bestial. Cuando murió, sobre su caja de pino barato marrón, uno de los chicos arrojó una piedra y luego corrió hacia adentro para que no lo atraparan. Contaban que por la noche levantó una fiebre terrible y que con los ojos muy abiertos y delirando se le oía murmurar la frase admonitoria del abuelo. Obviamente que los pibes, al enterarse, bautizaron al chico ni más ni menos que Cosa facciamo. Recién pudo exorcizar la historia a los años, abriendo una pizzería exitosa con el mismo nombre.
  • Los españoles le denominan "facha" a todo lo homofóbico, xenófobo y demás items. Hay concursos de cuentos "fachas", remeras "fachas" y música "facha". Una buena manera de exorcizar los demonios "fachas" que sobreviven en la España abrumada de espantajos por un pasado de genocidas y colonizadores de todo pelaje.
  • La madre de Hugo nos aconsejaba acerca de la seducción. --La facha es lo de menos. En lo que más se fija una mujer es en el arriba y en el abajo. Una buena dentadura y zapatos bien lustrados.
  • Recuerda una mañana de verano por la calle 9 de julio. El caminaba de vuelta de un mandado cabeza baja, pensando en esas cosas profundas que suelen pensar los chicos de diez años y por donde se les cuela la desventura, la locura y la ferocidad de un mundo que pretende devorárselos. En eso estaba cuando a sus pies pareció un ángel. Era uno de yeso, intacto, entre las hojas que lo habían amortiguado en su caída de un frontispicio y lo retenía allí para él, como al Niño Jesús en su cuna silvestre. Eso que él solía admirar desde abajo había caído desde la altura para manifestarse a sus pies. Aún se veían los alambres que le daban forma a la cabeza, pero la cara estaba intacta. Lo guardó en el bolso del pan y lo escondió bajo su cama. Por la tarde la vecina dueña del frente de la morada vino a reclamarlo como si se hubiese cometido un crimen. --¡Che, te reclaman el coso ése que te encontraste! --rezongó con natural rudeza el padre mientras se servía vino. El niño comprendió que el mundo habría de ponerse difícil. Estaba solo en la jungla que no entiende, no escucha, nada sabe sobre ángeles y demonios.
  • La facha del señor Presidente es exigua, módica, nada resalta ni llama la atención. Parece un austero aprendiz de brujo refugiado en la torre de sus definiciones y su sonrisa omnipresente con la que saluda: se diría que su tajo en la boca es lo único que desmesuradamente resalta en su facha. La dentadura exacta, una flacura elegante y unos modos zen de proceder ante las cámaras. Salvo cuando baila, se le nota activo, pero cuando se cimbrea parece un muerto vivo. ¿Y si lo fuera? ¿Si lo estuviesen manejando como en films de vudú desde las lejanías oscuras de ultratumba? Quien sabe. Su fachada monacal, de azul o gris oscuro es correcta. Así, bien vestidos y desapercibidos es como operan los verdugos y fallecidos a la vez, encerrados en el mismo cuerpo, creyéndose modernos tras la fachada del antiguo, fétido liberalismo.
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