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Viernes, 10 de junio de 2016

ANIVERSARIO

LA VIDA EMPIEZA A LOS CUARENTA

Con cuarenta años juntos, Alejandro Vannelli y Ernesto Larrese, la primera pareja argentina en hacer uso de la Ley de Matrimonio Igualitario, rememoran los entretelones de su historia de amor que, aseguran, fue un rechazo a primera vista.

 Por Gabriela Cabezón Cámara

La luz medio torcida del casi invierno es cálida casi siempre. Hoy, acá, también: una familia de gatos que parecen pequeños leopardos juegan entre los sillones y la mesa ratona y se escuchan palabras como Lastiri, matrimonio, bomba, Nacha Guevara, Triple A, Cristina, amor, nietos, libertad. Los que hablan con Alejandro Vannelli y Ernesto Larrese. Me están contando su historia: el lunes festejan su 40 aniversario. Y en pocos días más, el sexto aniversario de su casamiento; fueron la primera pareja gay que se casó en el país. Así que hablan de amor. Alejandro, de emocionarse fácil, dice que amor viene de amorte, “sin muerte”. Esta etimología no parece tener mucho de histórica pero sin lugar a dudas da cuentas de lo que Alejandro está contando: haber tenido la fortuna de vivir en amor, “lo que al fin y al cabo buscamos todos”.

Naranja entera

Dice que también es química. Que lo toca a Ernesto, aun hoy, que ya es grande y “la pija no me maneja la vida”, lo toca y es como acabar. Pero que podría suceder, ojalá que no, que deje de pasarle. Que no hay seguridad en el amor. Que hay química. Y hay trabajo: “cuando te encontrás con una persona noble, tratás de ser noble vos también”. Y tiene que haber libertad, dicen los dos, porque sin libertad no hay nada, ¿qué podés sentir por alguien que quiere encerrarte, encadenarte? Que cada uno ha hecho, además de la vida común, una propia. Que a veces han compartido a terceras personas. Y muchas veces no. Que Ernesto prefiere no involucrarse sentimentalmente con sus ocasionales parejas sexuales. Pero que Alejandro sólo disfruta si hay romance. Y que Ernesto es tan seguro de sí que pudo soportar sus historias. Que tienen códigos. Que la libertad es el bien más grande. Lo que les interesa es que el otro esté porque lo elige. No son medias naranjas: “somos dos naranjas enteras, completas”, dice Ernesto. Que 40 años de amor fueron posibles, también, por un trabajo consciente para no ahogar la singularidad del otro. Y no están hablando sólo de sexo: hablan de tener mundos propios además del compartido. Que han tenido todas las crisis habidas y por haber. Que son buenas las crisis, “o te fortifican o te separás”. Que fueron siempre por temas de convivencia. Que vivieron juntos, que luego Ernesto se fue a España, que volvió y volvieron a vivir juntos. Que a los ocho años de convivir Ernesto, que nunca había vivido solo, se había ido de la casa de sus padres a vivir con Alejandro, quiso tener esa experiencia. Y que sintió que si no vivían cada uno en su casa la pareja se moría y así lo dijo. Que es muy frontal Ernesto y que eso es bueno porque los obliga a hablar. Que se mudó a un departamento a cinco cuadras y fueron novios. Que cuando se visitaban incluso llevaban a los gatos. Que a Alejandro le costó pero lo respetó. Que después tuvieron un pequeño intermedio de tres meses, que cortaron. Que se peleaban para que el otro se quedara con las cosas. Que fue claro que lo que les importaba era el amor y no las cosas. “Pensamiento de abundancia y no de escasez”, dice Ernesto. Que durante esa experiencia cada uno se autoafirmó. Que en una pareja es fácil perder la identidad propia.

El estallido

Ernesto es actor. Y Alejandro representante de artistas. Se conocieron así, por proximidad laboral y otros accidentes: “¿Sabés que nosotros nos conocimos por un acto violento? Una bomba”, arranca Alejandro, “una bomba”, corea Ernesto. Una bomba, entonces. “Fue en el complejo teatral Estrellas, donde ahora está Crónica, en Riobamba entre Sarmiento y Perón”, siguen contando, algunas oraciones uno, otras el otro, “eran cuatro salas enormes que tenía el gallego García”, dueño histórico de Crónica, “en una sala estaba Cipe Lincovsky, en otra Antonio Gasalla, en otra Tato Bores y en la que quedaba debutaba Nacha Guevara, que volvía de un exilio. Ensayamos todo el invierno y toda la primavera y para el 29 de diciembre de 1975, yo fui uno de los 12 bailarines actores que habían quedado de todos los que habían probado, estrenamos. La obra se llamaba Las mil y una Nachas 76. Gobernaba Isabelita. Ya había habido el 1ero de diciembre una asonada de la Fuerza Aérea que había intentado levantarse. Un ensayo. Al otro día del estreno, el 30 de diciembre, cuando nos estábamos vistiendo para hacer la segunda función, hubo una explosión tal que me quedó tres días el piiiiiiiiiiiiii en los oídos, y estábamos en el segundo piso y la explosión fue en la planta baja. Murió un chico que justo había ido a mear y la bomba la habían puesto en el baño. Los de la boletería, que estaba pegada al baño, se salvaron porque tenían un gran mueble metálico contra la pared que absorbió la onda expansiva. Y la Triple A había dejado una misiva que decía que si en 48 horas Nacha no abandonaba el país iban a tirar todo el complejo abajo. El gallego García se quedó con los 12 actores, el vestuario, la escenografía que era impresionante, Nacha entraba volando en un avión. Entonces nos sumó a todos a un espectáculo con Antonio Gasalla. Y a mediados de enero empezamos a ensayar. Y ahí nos conocimos con Ale. Y fue un rechazo a primera vista. Para mí era un putito concheto. Yo era de Lanús. Y Ale, bueno, chico de Palermo. Nos separaba un océano ideológico. Y yo estaba como muy tapado en ese momento. Y él y sus amigos eran como muy extrovertidos”. Alejandro acota que “claro, yo ya tenía una hija, ahora tenemos nietos grandes, mi padre había muerto, así que a los 20, cuando ya había tenido mucha vida con mujeres, y seguí teniendo toda mi vida, enganché con la vida gay. Yo siempre digo, yo me enamoro de las personas, aunque tengo más identidad con el hombre”. Había que cuidarse mucho. Sólo por tener barba, bigote y pelo largo podías ser denunciado. De hecho, les pasó un par de veces. Pero “no éramos zafados, éramos como afrancesados, digamos. Yo era amigo de Antonio”, “¿no fuiste pareja de Antonio?”, pregunto, “sí, cuatro años. Pero en ese momento habíamos cortado y yo me fui a Europa. Estaba re enganchado con Antonio. Antes tuvimos unos touch and go con Ernesto, pero yo seguía pensando en Antonio. Yo dije: voy a bajarme a todos estos chicos para llamar la atención de Antonio, y por supuesto lo hice, y entre ellos estaba Ernesto. Volví tostado, divino, para conquistarlo a Antonio. Cuando termina la función me voy a los camarines y en vez de irme a la derecha, donde estaba Antonio, me fui a la izquierda, donde estaba Ernesto, me miró, nos fuimos a comer con Mirta Busnelli. Eso fue un 13 de junio, hace 40 años”.

Abuelitos gay

Después, toda la vida. Pequeñas distancias, nuevos acercamientos. La familia, la hija de Alejandro, los nietos de los dos, la gata siamesa y los gatos-leopardos. Se ríen, mucho, mientras hablan. Por ejemplo, de que el otro día se les acercó un hombre y les preguntó si ellos eran los abuelitos gay. Abuelitos, qué impacto, dicen. Su imagen se hizo pública durante la militancia por el Matrimonio Igualitario. “Yo siempre dije”, habla Ernesto, “me caso por la guita. No creo en el matrimonio, creo que es contranatural, tiene que ver más con el patrimonio. Me parece una ridiculez”. Alejandro agrega que él ya tiene su familia y su amor, no necesita que el Estado le legitime nada. “Pero, claro, si es un derecho para los demás, para nosotros también”, remata Ernesto. Así que empezaron a militar cuando los llamó Bruno Bimbi desde la Federación. Primero juntaron firmas de famosos para apoyar el proyecto de ley. Luego, en 2007, fueron al Registro Civil con militantes y escribana, para pedir turno. Les dijeron que no, claro. Siguió la lucha, fueron dos de las caras visibles de la militancia, salió la ley y se casaron el 30 de julio de 2010. Esa militancia y la pasión por Cristina, están enamorados los dos, son parte de sus actividades de los últimos años. Además, Alejandro redescubrió el canto. Ernesto lo acompaña, como tantos años lo acompañó Alejandro en su vida de actor. Nos invita a todos a su show.

Siempre es el momento. Martes a las 21 en el Café de la Biblioteca, Marcelo T. de Alvear 1155. Sábado 18 a las 19, en el Teatro Roma de Avellaneda, Sarmiento 101

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Imagen: Sebastián Freire
 
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