Viernes, 10 de junio de 2016 | Hoy
Sonrientes, tristes, graciosas, regordetas, tímidas, masculinas, afeminadas, abiertas, cerradas, coquetas. Puestas las 400 contra la pared, sin la menor pretensión porno sino de identikit, las vulvas esculpidas provocan risas nerviosas, miradas atentas y un asombro que llega tarde. A un científico de apellido Colón, tan aventurero y conquistador como su tocayo, el clítoris le debe su nombre, su fama y sobre todo aparecer con dibujo y flechita en los manuales de anatomía. Las manos y las lenguas lo habían encontrado mucho antes, pero no lo suficiente como para penetrar en la historia. Desde el Renacimiento hasta hoy muy poco se ha avanzado. A un artista y feminista inglés, Jamie McCartney, los mismos manuales le deben una fe de erratas. Resulta que el modo en que han sido ilustrados los genitales poco tiene que ver con las de carne y pelos. McCartney se propuso hablar a calzón quitado sobre la normalidad y la diversidad. Dicen los rumores que muy bien asesorado por unas amiga tortas, a partir de 2006 y durante seis años, convocó a unas 400 vulvas con sus dueñxs incluidxas entre 18 años y 76 años para armar lo que ha dado en llamar “La gran pared de las vaginas”. Sí, como buen señor y víctima del marketing en lugar de decir “vulva” puso “vagina”, que si bien es una palabra que si se pronuncia en público, hace muy poco, es mucho más conocida que vulva. ¿Será “vagina” más famosa porque el placer masculino pasa por allí adentro? No es la primera representación realista de esta parte del cuerpo, el trabajo de este muchacho se inscribe en la línea de artistas lesbianas como Tee Corinne.
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