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Viernes, 10 de junio de 2016

Remeras que hablan

 Por Fabián Muggeri

Para todos los putos, la primera vez que vimos una de las ilustraciones de Tom de Finlandia se convirtió en un hecho importante en nuestra vida, esos patovicas de miembros gigantes, pantalones ajustados y bigotes tupidos que se manosean con tanto placer hicieron el festín de cuanto ratón rondara por nuestra cabeza.

Hace unos días descubrí que en una tienda parisina se consiguen estas remeras, me encantaron, desearía tener y ponerme una de ellas y bancarme la que venga. Si “bancarme la que venga” como cuando a los 12 les pedí a mis viejos ese equipo de gimnasia gris medio plateado con velcro en los talones y hombreras que emulaba un “dress code” digno de nave nodriza que me hizo receptor de todo tipo de cargadas de mis compañeritos de escuela (entre otros). O aquella camisa medio metálica (los brillos me pueden) que usé recién pasados los 20 y que llevó a un desconocido a preguntarme: ¿es de mujer? No solo hay que hacerse cargo de algunos modos al asumir nuestra identidad sino también de que “the others” opinen, señalen y juzguen nuestro valor al usar tal o cual prenda. No se dan cuenta de que ponernos lo que nos da la gana, atrevernos al color, la textura o el escote es parte de nuestro decir y hacer, no solo parecer.

Nos enfrentábamos a tanto murmullo por nuestros modales que mirá si nos va a asustar una remera con brillos, una ajustada o un color estridente en los chicos o la chica siempre de pantalón, tan poco femenina. Para los gays el look siempre es importante, es parte de nuestra forma de plantarnos en el mundo. Seas S-M-L o XL.

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