Viernes, 10 de junio de 2016 | Hoy
MODA
Los diseños del fueguino Santiago Artemis, inspirados en mostras clásicas como Bette Davis e iconos de la tele ochentosa, han sido elogiados tanto por Vogue como por Katy Perry. Aquí, cuenta qué le falta a la moda argentina para sacar la loca que hay en ella.
Por Juan Tauil
Santiago Artemis es un joven diseñador de indumentaria, nació el 7 de septiembre de 1991 en Tierra del Fuego, Ushuaia. A los 18 años se mudó a Buenos Aires a comenzar la carrera de diseño de indumentaria en la UBA. Artistas de la escena musical como Capri, Cecilia Amenábar y Miranda fueron los primeros en reconocer sus diseños geométricos y con volumen. Diseño para Katy Perry cuatro vestidos y pudo conocerla y entregárselos en mano. Desde allí empezó a armar su marca homónima de diseño de autor exclusivo en atelier privado. Fue finalista del concurso Joven creador de modas en Paris en el año 2012. En 2013 presentó su colección cápsula en la Embajada argentina de Londres durante la muestra realizada por London fashion week. En 2015 fue el único argentino en representar el país en el concurso REMIX Vogue Talents realizado por Vogue Italia y ahora está en Japón colaborando con la aplicación Origami para realizar compras virtuales de sus diseños en Tokyo.
–Cuando era muy chico era distinto al resto. No solo por ser el típico gay afeminado sino también por mis gustos completamente diferentes. Desde películas retro en blanco y negro hasta la obsesión por novelas kitsch mexicanas. Siempre me gustaron las actrices temperamentales con personalidades dominantes tipo Bette Davis o Joan Crawford. Me sentía raro y más que nada incomprendido. No sólo era diferente, sino que era diferente en Ushuaia, donde no existe la moda y obviamente no existe el “ser diferente”. Carecía de apoyo artístico, por lo que caminé mi camino inspiracional solo; tuve que descubrir mis pasiones sin el apoyo de nadie.
–Cuando era chico era muy fan de Dinastía, Dallas, Falcon Crest. Las actrices que me marcaron Faye Dunaway en Mommie Dearest & Network... también me gustaba Sissy Spacek, Sigourney Weaver, de las antiguas Bette Davis y Joan Crawford.
–Nunca fui una persona negativa. Por suerte, incluso en mis peores momentos, cuando era más chico, siempre sabía que había algo mejor. Nunca lo pensé mucho pero no fui de quejarme: siempre me puse la mochila y cargué con los problemas que tenía que cargar, desde ser humillado en la secundaria por ser afeminado hasta tener que esconder mi sexualidad todos los días.
–En realidad lo mío con la moda fue algo que nació desde muy temprano. Por eso siempre fue algo que terminé decidiendo casi inconsciente. Me siento protegido porque es un ambiente donde puedo ser yo sin comprometer mis valores ni mi estilo. Mucho más en otros países, ya que son más abiertos aún.
–No, para nada. Creo que somos muy avanzados en muchas cosas y todavía nos falta en otras. El tema del matrimonio es un logro que no se puede explicar con palabras: ser primeros en América Latina –y de eso ya hace más de cinco años– fue una victoria increíble. Sin embargo, en lo que se refiere a moda, todavía nos cuesta salir de lo que la gente considera clásico. Acá no se animan demasiado a la moda más jugada, ya sea en silueta, colores, texturas... hablo especialmente las chicas argentinas, que visten casi uniformadas y prefieren parecerse al resto que destacarse y resaltar la individualidad.
–Creo que viene de nuestra cultura medio terrateniente/oligarca, de mirar como quien diría “la paja del ojo ajeno”. A veces veo esa actitud de las chicas ninguneando a otras por cómo están vestidas, y no la veo en otros lugares. Acá no se celebra del todo la individualidad. Por supuesto que no todos, pero en los lugares más conservadores y poderosos, son medio de mirar de reojo todo. Medio esnob la cosa... creo que eso genera ese miedo de no querer pifiarle, y salen uniformada con el short de jean, la campera de cuero, la remera blanca, las plataformas.
–Creo que la afectan de ambos lados. Por supuesto en crisis hay que redefinir todo, especialmente qué se vende más, qué se vende menos, pero de todo el quilombo siempre surgen cosas interesantes, tendencias que no esperábamos. Como pasó en el 2009/10 cuando los EE.UU. entraron en crisis y terminaron siendo los años menos sport wear de todos.
–Recuerdo el capítulo 2 de la temporada 1 de Dinastía, cuando los Carrington estaban en crisis. Fallon le dice a Krystle: “Los ricos somos diferentes Krystle, nunca confundas eso. Los pobres cortan todo cuando entran en crisis, por eso son pobres, los ricos saben que ese es el momento cuando hay que gastar más”.
–Sí, creo que sí. Mis diseños no son baratos, tampoco imposibles. Pero el target son clientas que pueden costearlo. Ya sean mujeres, o varones que quieren trajes con algún gesto divertido. Me gusta amoldarme al cliente y generar algo exclusivo para él o ella, me divierte trabajar con diferentes cuerpos, no me importa si son delgados o robustos. Creo que ahí está el desafío final de un diseñador, adaptarse a un cliente y lograr algo maravilloso.
–Definitivamente. La mujer siempre puede jugar mucho más que el hombre. El hombre por convención debe respetar muchísimos códigos o pasas para el otro lado. Hay muchos diseñadores que por supuesto están en contra y trabajan una imagen masculina diferente y deconstructiva. A mí me gusta capturar elementos masculinos y darles un toque Artemis, que sería hombrera, cintos, cinturas, entalle. La idea es no perder la masculinidad pero con un destello Artemis.
–Pasa muchísimo. Los hombres quieren respetar el código masculino y verse masculinos, pero con algún chiste, algún gesto de diseño interesante. Y por eso la sensibilidad en ese caso es más profunda, porque tenés que proponerles algo divertido, que les cope, pero que no se vaya mucho de mambo porque ellos no se sienten cómodos.
–Me siento re gay, la palabra puto me parece re violenta e innecesaria, hay gente que le gusta usarla e identificarse y me parece regio, celebro al que la quiera usar, pero no me identifico mucho. Soy flamboyant, dramático, gay, pero puto… no me hallo... siéndote franco...
–Es toda una institución. La adoro, la conocí en una cena con Jorge Ibáñez.
Es un star system que no me divierte: nepotista y poco transparente.
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