Jueves, 12 de mayo de 2016 | Hoy
13:24 › GOLPE DE TEMER
El puesto clave, el Ministerio de Hacienda, será para un legítimo representante de la banca: Henrique Meirelles. Con Temer tendrá manos libres para la ortodoxia. Cuenta con apoyo suficiente en el Senado.
Por Eric Nepomuceno
“El impeachment de la presidenta Dilma Rousseff es impensable, generaría una crisis institucional. No tiene ninguna base política y jurídica”. La frase fue proferida el año pasado por un hombre involucrado en varias causas judiciales, denunciado como integrante de un esquema ilegal de compra de etanol y condenado por irregularidad en gastos electorales. Los sondeos de opinión pública más reciente indican que cuenta con el apoyo de 2 por ciento del electorado, y que 60 por ciento de los entrevistados defienden la suspensión de sus derechos políticos.
Tiene 75 años y se llama Michel Temer. A partir de hoy asume la presidencia del quinto país más poblado del mundo. Ocupará interinamente el puesto que todavía pertenece a Rousseff hasta que termine en el Senado el juicio determinado ayer.
De la misma forma que sus aliados, no tiene ninguna duda de que la presidenta no volverá. Por eso pasó las últimas semanas trazando lo que será su base de apoyo en el Congreso, especialmente en la compleja y enredada Cámara de Diputados, y armando su ministerio.
En la Cámara, sufrió un golpe duro con la suspensión del mandato de su principal aliado, Eduardo Cunha, que entre un juicio y otro, una acusación y otra, presidía Diputados. Bandolero contumaz, delincuente insuperable, uno de los símbolos máximos de la corrupción que pudre a la política brasileña, Cunha sabría asegurar – a cambio, claro, de seguir en su carrera criminal y de asegurar puestos y presupuestos en el gobierno– el respaldo necesario para que Michel Temer implemente una durísima política neoliberal que sea el contrapunto perfecto a las políticas sociales llevadas a cabo por el PT de Lula da Silva y Dilma Rousseff en los últimos trece años. En el Senado cuenta, desde siempre, con respaldo suficiente.
Así, de la mano del nuevo mandatario llegan al gobierno los que fueron sucesivamente derrotados en las últimas cuatro elecciones presidenciales, los del PSDB del ex presidente Fernando Henrique Cardoso, que se esmeró al máximo para que el golpe institucional fuese exitoso. Además, llegan políticos de la derecha declarada, el DEM (Partido Demócrata).
Hasta hace poquísimos días, Temer intentaba agradar a todos sus aliados. En otras palabras, pretendió dar marcha atrás en su promesa de eliminar ministerios para ganar aires de un nuevo modelo de gestión, y seguir en la misma política de canje (apoyo en el Congreso a cambio de puestos y cargos) que ha sido, en muy buena parte, responsable por los problemas que Rousseff enfrentó en sus mandatos. Correría, así, el riesgo de transformarse, como ocurrió con Dilma, en rehén de aliados inescrupulosos.
Los que dieron al inexpresivo político el respaldo necesario para que el golpe triunfase –los barones tradicionales del Congreso, los medios hegemónicos de comunicación, el empresariado, los que controlan el agro negocio y el sacrosanto mercado financiero– se opusieron. Temeroso de iniciar un gobierno ilegítimo sin contar con ese respaldo esencial, el nuevo presidente retomó, entre el sábado y ayer, la promesa inicial.
Serán 22 ministerios frente a los 32 actuales (más siete secretarías con rango ministerial). El puesto clave, el ministerio de Hacienda, será también el más poderoso, y fue entregado a un legítimo representante de la banca: Henrique Meirelles, el polémico financista que presidió el Banco Central en los gobiernos de Lula da Silva. En ese período, tuvo como límite a sus ímpetus de neoliberal las políticas sociales del gobierno. Ahora, con Temer, tendrá manos libres.
No será, como se pretendió anunciar, un “gobierno de notables”. Primero, porque los mejores en cada especialidad no aceptarían participar de un gobierno ilegitimo. Y segundo, porque Michel Temer sabe que carece de carisma y de poder: está en manos de sus aliados.
En sus intentos de armar el gabinete cometió deslices espantosos, como intentar nombrar uno de esos autonombrados pastores electrónicos evangélicos, ardiente defensor del creacionismo y demonizador de Charles Darwin para nada menos que el ministerio de Ciencia y Tecnología. Luego, quiso destinar el ministerio de Defensa a un joven diputado de 36 años, hijo de uno de los símbolos de la corrupción en Brasil. Los jefes de las tres armas hicieron llegar a Temer un mensaje corto y seco: jamás aceptarían ser comandados por semejante figura.
Al menos cinco políticos que integraron los gobiernos de Lula y Dilma volverán al gobierno nacido de un golpe.Tendrán a su lado nombres de políticos conocidos no precisamente por la ética y la decencia.
En la mañana de hoy Michel Temer será formalmente notificado de que asumirá la presidencia.
Gobernará, nunca es demasiado reiterar, bajo las largas alas del partido que fue derrotado cuatro veces.A la sombra del senador Aécio Neves, que cuatro días después de su derrota, en 2014, para Dilma Rousseff, requirió a los tribunales la impugnación de las elecciones.
Gobernará enfrentando el PT y otros partidos de izquierda, bien como algo aún más grave: las investigaciones que corren en el Supremo Tribunal Federal contra su carrera que no llega a ser, en ningún momento, un ejemplo de integridad y respeto a la causa pública.
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