Martes, 9 de agosto de 2016 | Hoy
16:15 › UNA CARTA DE MASSERA A CARTER, ENTRE LOS NUEVOS DOCUMENTOS DESCLASIFICADOS POR ESTADOS UNIDOS
Un texto del primer jefe de la Armada del golpe militar revela su tono de cruzado. El documento figura entre otros textos que ocupan 1080 páginas. Fueron liberados ayer por el gobierno de los Estados Unidos y arrojan más luz sobre la dictadura. Por Martín Granovsky
Como solía enseñar Alicia Oliveira, los Estados escriben. Y en el caso de la dictadura lo que escriben nunca deja de sorprender. En los documentos desclasificados entregados la semana pasada por los Estados Unidos a la Argentina hay una carta del almirante Emilio Massera al presidente James Carter en la que dice que “Occidente es la libertad de pensar y de hacer” y el “respeto al honor, al trabajo, al talento”. Y completa: “Pero Occidente es también el amor, es la esperanza y es la misericordia”.
La carta de Massera tiene un membrete en el ángulo superior izquierdo que dice “Junta Militar. Comandante en Jefe de la Armada” y está fechada el 15 de septiembre de 1978. El responsable máximo del campo que operaba en la Escuela de Mecánica de la Armada la escribió para compartir con Carter “algunas reflexiones sobre la situación de mi país” porque estaba por cesar en sus funciones como miembro de la Junta.
Reconquista
Uno de los párrafos tiene tono de cruzada. “En mis frecuentes visitas a todos los países sudamericanos he hecho especial hincapié en la necesidad de emprender la reconquista del espíritu de Occidente por parte de todos los países americanos, como único camino para salvaguardar nuestra identidad continental.” Massera dice haber “enfatizado hasta el cansancio que a Occidente no hay que buscarlo en el mapa, porque es hoy una actitud del alma que no está atada a ninguna geografía”.
El de Massera no es un planteo filosófico. Recuerda el mensaje a Carter que “esta insistencia en sacar a la luz ese espíritu dormido de nuestros pueblos ha sido acogido siempre con beneplácito”. Pero señala también que “resulta extraño entonces comprobar que, paradójicamente, el tema central de las presentes divergencias argentino-norteamericanas sea el mismo que nos ofrece la mayor posibilidad de una comprensión total entre nosotros”.
Es decir que, para Massera, la Argentina era más baluarte de Occidente que los Estados Unidos, o al menos los Estados Unidos de Carter, y que por ese motivo la Argentina debía ser comprendida en su reconquista. Massera aparecía, así, como una reencarnación de los Reyes Católicos en la lucha contra moros y judíos que terminó en la reconquista española de 1492.
Massera, sin embargo, no se priva de colocar a Carter dentro de su propio pensamiento. La carta aluda a una supuesta “generosa mención” realizada el 27 de enero “ante un grupo de periodistas de la Nueva Inglaterra reunidos en la Casa Blanca”. También recuerda sus conversaciones en Caracas con el entonces presidente Carlos Andrés Pérez y con los ex presidentes Rómulo Betancourt y Rafael Caldera.
Al final recuerda que vivió en Washington dos años en la década del ‘60 y expresar el deseo de “conversar personalmente con usted sobre la evolución de la situación argentina” en los meses siguientes. Massera cita glamorosamente y en inglés la chance de “a brief sentimental return to Washington”, o sea un breve viaje de regreso en tono sentimental.
El documento ocupa tres páginas de las 1080 que el gobierno de Barack Obama entregó al de Mauricio Macri como parte de su promesa de concretar la continuidad de la desclasificación que había iniciado en 2002. El proceso de entrega de documentos sobre la dictadura argentina comenzó a pedido del canciller de Fernando de la Rúa Adalberto Rodríguez Giavarini, que a pedido de Abuelas de Plaza de Mayo, Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora y el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) logró un compromiso de su colega de entonces, Madeleine Albright.
La presentación de los documentos se realizó ayer en la Casa Rosada por cuenta del vicecanciller Carlos Foradori, el representante especial para Derechos Humanos de la Cancillería, Leandro Despouy, y el secretario de Derechos Humanos Claudio Avruj.
Un primer análisis permite comprobar la falta de documentos surgidos de los órganos específicos de espionaje como la Agencia Central de Inteligencia. Pero se trata de una primera tanda posterior a la visita de Obama. Quedará por ver si en una segunda tanda James Clapper, Director de Inteligencia Nacional y autoridad máxima de los Estados Unidos en el área, incluye la desclasificación de materiales provenientes tanto de la CIA como de la oficina que él mismo dirigió entre 1992 y 1995, la Agencia de Inteligencia de Defensa. Clapper, de 75 años, es teniente general en retiro de la Fuerza Aérea.
Los documentos pueden ser consultados haciendo click en este link: http://bit.ly/1iEIKcK.
James Carter, Emilio Eduardo Massera.
Avruj entregó una carpeta a Abuelas “porque fue una de las organizaciones que solicitó formalmente la desclasificación pero estarán a disposición del público en la sede del Museo de la Memoria”.
Carter y Todman
Despouy dijo que ésta y otras desclasificaciones no habrían sido posibles sin la acción de los organismos de derechos humanos. Además del representante de Abuelas, Abel Madariaga, asistieron a la Casa Rosada directivos del Centro de Estudios Legales y Sociales, de Familiares de Detenidos Desaparecidos por Razones Políticas, de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos y del Equipo Argentino de Antropología Forense.
El ex auditor general de la Nación subrayó que en la Cancillería existe una estructura especializada en la recolección y la clasificación de documentos de otros países relacionados con la dictadura.
Despouy también pidió rendir un homenaje a Carter, el presidente que gobernó entre enero de 1977 y enero de 1981, antes de la era de Ronald Reagan y alentó la presión de sus funcionarios sobre la Junta Militar. Tiene 91 años.
Entre las 1080 páginas son visibles las distintas alas de la Administración Carter sobre la Argentina. Una, la postura flexible del entonces subsecretario de Asuntos Interamericanos, Terence Todman, que en 1989 sería embajador en la Argentina. Otra, la de la encargada de derechos humanos del Departamento de Estado, Patricia Derian, partidaria de una línea dura tanto privada como pública.
Todman apostaba a “fortalecer la posición de (Jorge) Videla frente a los otros militares que se le oponen en derechos humanos y cuestiones nucleares, basados en nacionalistas de línea dura”. Washington debía obtener de él el acuerdo para ratificar el Tratado de Tlatelolco de no proliferación nuclear (objetivo que lograría el propio Todman pero recién con Carlos Menem) y un compromiso de mejorar la situación de los derechos humanos por dos caminos. El primero sería “la liberación de detenidos o el respeto al debido proceso”. El segundo, el fin de las desapariciones y la tortura.
Todman elevó ese documento en 1977, solo un año después del golpe. Quedaba claro, para él, que la guerrilla ya no tenía poder de fuego alguno. “Los Montoneros, inclinados hacia el peronismo y que fueran poderosos, han sido reducidos a 700 combatientes, y el trotskista Ejército Revolucionario del Pueblo a solo 120”, dice un párrafo de su informe en el que indica que “los movimientos terroristas organizados están mayormente bajo control”. Quiere decir que según Todman y sus fuentes solo un año después del golpe ya había sido cumplido el objetivo de “eliminar el terrorismo”, motivo del fin del gobierno constitucional junto con la búsqueda de la “restauración económica”. El análisis de Todman advertía sobre la inflación del 150 por ciento, la reducción del salario real en un 40 por ciento y el comercio con la Unión Soviética favorable a la Argentina, lo cual podía llevar a incrementar compras argentinas en el mercado de la superpotencia enemiga. Tal como se revelaría en la declaración de amor occidental de Massera, los Estados Unidos constituían un desafío para los militares argentinos en términos de préstamos y venta de armas.
El documento de Todman ya informaba sobre una organización con visibilidad semanal: “Mothers of the Plaza”.
También señalaba su preocupación por el desarrollo nuclear, que según la diplomacia norteamericana le permitiría a la Argentina contar en dos años más con una planta de reprocesamiento capaz de producir el plutonio suficiente para construir una bomba nuclear.
Pérez Esquivel
Otro de los documentos interesantes es el mensaje escrito en 1979 por Robert Pastor, un funcionario muy importante de Carter, al consejero de Seguridad Nacional Zbigniew Brzezinski, uno de los cerebros de la Casa Blanca. Pastor recomendaba a Brzezinski no encontrarse con Massera (y subrayaba la palabra “no” en su informe) porque con él en la Junta habían sucedido “algunas de las peores violaciones a los derechos humanos”. Además, los generales Roberto Viola y Jorge Videla tomarían un encuentro como una conspiración contra ellos. Decía Pastor para explicarse bien que juntarse con Massera le caería al Ejército peor todavía que “cualquier cosa que pudiera hacer Pat Derian”.
Brzezinski, un politólogo nacido hace 88 años en Varsovia que junto a Carter es otro de los pocos protagonistas vivos de esa época, escribió un memo recomendando al presidente que firmara una carta de felicitaciones al Premio Nobel de la Paz 1980 Adolfo Pérez Esquivel. Zbig, como es conocido en los Estados Unidos, registraba que Pérez Esquivel era un crítico de la junta salvadoreña apoyada por Washington. Pero estimaba que ése era un problema manejable. Pese a la posición del Nobel sobre El Salvador, Carter debía felicitarlo porque “el gobierno argentino está furioso con el premio” y “la cuestión de los derechos humanos en la Argentina fue una de las mayores preocupaciones de su administración, por lo cual es necesario seguir demostrando su identificación”.
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