Jueves, 20 de octubre de 2016 | Hoy
14:14 › OPINIóN
Por Mariana Carbajal
No digas “te hago la cama”, cuando tendés la cama en la que dormís con tu pareja; ni “te ayudo” a la hora de cocinar o asumir ocasionalmente alguna de las tareas domésticas. Compartí diariamente ese trabajo invisible y no remunerado del hogar, sobre el cual se sostiene la economía del país.
Regalale a tu hija también una pelota y jugá con ella al fútbol. Y a tu hijo, comprale una muñeca y un juego de cocina, con escoba y palita incluida.
No hagas chistes machistas con tus compañeros de oficina.
No me apoyes en el subte ni me susurres frases con connotaciones sexuales al oído cuando paso por esa vereda angosta.
No cosifiques a las mujeres en los medios de comunicación.
No rechaces a esa joven que se presenta por la oferta laboral que estás ofreciendo en tu negocio o tu empresa porque imaginas que puede quedar embarazada en poco tiempo y supones que va a faltar más que un hombre cuando se enfermen sus hijos.
No le pagues menos a tu empleada porque sabés que tiene cuatro pibes a cargo y no se queja por temor a perder ese salario.
No te opongas a que ellas ocupen lugares de decisión en el sindicato o encabecen listas en los partidos políticos.
No pagues por el cuerpo de una chica esclavizada por redes de trata.
Apoyá que apruebe en el Congreso la interrupción legal de embarazo. La criminalización del aborto pone en riesgo nuestras vidas.
Aceptá que tu novia maneja las riendas de su vida.
No abuses sexualmente de alguna de las niñas (ni de los niños) de tu familia.
No pienses que un “no” es un “sí”.
No me mates.
A propósito de las discusiones que se generaron sobre cómo podían participar ellos en la huelga nacional de mujeres.
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