Viernes, 10 de diciembre de 2010 | Hoy
UNIVERSIDAD › OPINION
Por Marcelo Langieri *
El Programa UBA XXII de educación en cárceles desarrolla habitualmente, no sin dificultades –además de sus tareas académicas y de extensión– actividades extracurriculares con invitados especiales que contribuyen a estimular el estudio, ejercitar el pensamiento crítico y realizar una práctica reflexiva propia de un ámbito universitario. Todo ello, claro está, condicionado por las múltiples circunstancias propias de las condiciones del encierro.
En este marco, el pasado martes 7 se realizó en la cárcel de mujeres de Ezeiza (U3) una visita de los guías del Espacio para la Memoria y para la Promoción y Defensa de los Derechos Humanos, ex centro clandestino de detención y exterminio Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), quienes ofrecieron un recorrido virtual al centro de detención de la ESMA a través de una excelente presentación, apoyada por material audiovisual, donde se mostraban las instalaciones e historia del ex centro clandestino. La presentación incluyó un agudo análisis de las circunstancias nacionales e internacionales que hicieron posible el horror en la Argentina y cuáles han sido sus consecuencias.
Más que el relato de lo sucedido, de la hondura emocional implicada en la trasmisión de estas experiencias en condiciones de encierro y en ámbitos de retardo democrático, importa realizar algunas reflexiones. En un célebre trabajo, Pierre Bourdieu habla de la mano derecha y la mano izquierda del Estado distinguiendo distintos aspectos y jerarquizaciones de las políticas públicas en las sociedades capitalistas desarrolladas, en su caso en Francia. Así, señala cómo las áreas sociales están subordinadas a las económicas, que son las que expresan los intereses de los poderosos.
El Espacio para la Memoria y el Servicio Penitenciario dependen del Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos. Sin embargo, la pertenencia a la misma esfera no ha significado la facilitación de la actividad. Por el contrario, la política del Servicio viene siendo la del vaciamiento de las actividades universitarias a través de una sutil política de desgaste. Desde la máxima autoridad del Servicio, un abogado con apellido de base militar, ha impulsado una política de deterioro de las relaciones con la universidad que se viene arrastrando en un largo conflicto, con suspensión de actividades, estudiantes en situación de encierro realizando una huelga de hambre, destratos a profesores, entre otras cuestiones, que ha implicado el debilitamiento de un proyecto ejemplar e inédito a nivel mundial, como es el estudio universitario presencial en las cárceles.
De todas maneras, y a pesar de estos intentos, la voluntad de la UBA va a ser más fuerte. La excelente experiencia del último martes en la cárcel de Ezeiza expresa en forma simbólica cómo, inexorablemente, otra época viene asomando.
* Coordinador de la carrera de Sociología, Programa UBA XXII.
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