Martes, 9 de octubre de 2007 | Hoy
Con apoyo de instituciones españolas, varios municipios analizan recuperar una experiencia de educación no formal de larga tradición.
Por Javier Lorca
Nacieron como un proyecto de trabajadores socialistas y anarquistas que, en la Europa decimonónica, comenzaban a organizarse en sindicatos. Continuaron en América latina, a comienzos del siglo XX, nutriéndose de –y alimentando a– el pensamiento prerreformista; gracias al movimiento estudiantil, tuvieron amplio desarrollo. Sufrieron después un prolongado desdén histórico y hoy, las universidades populares viven cierto auge en diversos países: por caso, son 230 en España, con más de dos millones de miembros, y más de mil en Alemania, con siete millones de integrantes. En Argentina, donde la primera fue fundada en 1904 por el Partido Socialista, la denominación de “universidad popular” fue eliminada por la última dictadura y apenas sobrevivían algunas instituciones hasta que, este año, aquel proyecto comenzó a ser recuperado.
Ayer se realizó un seminario sobre el tema en la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). La semana pasada se inauguró una cátedra libre en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Municipios del norte cordobés, de Santa Cruz, Tucumán y Catamarca acaban de crear o adelantar su interés por crear universidades populares.
“El espíritu de la universidad popular surge como un proyecto cultural y educativo dirigido a atender necesidades específicas de la sociedad”, explica a Página/12 Hugo Juri, ex ministro de Educación, ex rector de la UNC e impulsor local de estas instituciones. ¿Cómo caracterizarlas? Se trata de casas de estudios no formales que no dictan carreras ni posgrados, sino que se especializan en la capacitación laboral, en la oferta de cursos y talleres abiertos y en la certificación de saberes adquiridos. “La idea es recuperar en Argentina las universidades populares a través del impulso de estados municipales y del apoyo de la extensión universitaria –sostiene Juri, a cargo de la cátedra abierta en la UNLP–. No son sólo un proyecto cultural, son un proyecto político, un ejercicio de democracia participativa que puede generar desarrollo sustentable y justicia social, con alta eficiencia y sin necesidad de gastos fijos.”
En el país funcionan las universidades populares de La Boca, Belgrano, Alejandro Korn (en La Plata), Resistencia (Chaco), Catamarca. Hay una en Entre Ríos, otra en Villa María (Córdoba) y, quizá la más conocida hoy, la Universidad Popular de las Madres de Plaza de Mayo. El modelo de inserción municipal que ahora se intenta replicar en Argentina es el español. “Las universidades populares se desarrollaron en España por dos vías. Desde abajo, por el trabajo de ciudadanos que buscan formarse culturalmente. Y desde la extensión universitaria, a través de profesores que entienden que la universidad no puede ser de elite, sino que debe ir hacia la ciudadanía”, cuenta Francisco Martos Ortiz, alcalde del Ayuntamiento de Castuera y vicepresidente de la federación española que nuclea a estas instituciones.
La experiencia española comenzó en 1901 con el aliento de personajes como Vicente Blasco Ibáñez y Antonio Machado, siguió luego con el apoyo de los centros de estudiantes... “Lamentablemente, la dictadura las eliminó, como eliminó toda forma de educación popular –añade Ortiz, que viajó al país con una delegación para brindar asistencia técnica–. Con la democracia, fueron recuperadas por los municipios para reparar el déficit educativo de los ciudadanos. La universidad popular fue adaptándose a diferentes demandas locales. Durante el proceso de reconversión económica de España hicieron educación para el empleo y formación profesional, algo que se mantiene junto al desarrollo cultural y las tareas de alfabetización. También se intentan trasladar criterios de cooperación a los ciudadanos.” Además del reciente énfasis puesto en el uso del software libre, en los últimos tiempos se desarrollaron dos focos nuevos de trabajo: “Aparecieron necesidades sociales por el proceso de recepción de inmigrantes y las universidades populares tratan de aportarles formación para integrarlos y aprovechar sus capacidades. Otra formación emergente es la formación para el emprendimiento, dedicada a ayudar a las personas a que vivan de lo que estudiaron o les gusta hacer”.
Para Juri, “un problema similar al que atravesó España está viviendo la Argentina, con una población adulta que necesita formación porque está afuera del sistema por razones sociales, económicas e incluso geográficas”. Y es ahí donde podrían desenvolverse las universidades populares, aprovechando los recursos humanos y la infraestructura de los estados locales, trabajando en redes y apelando al financiamiento de programas de los ministerios de Educación nacional y provinciales.
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