La historia económica reciente da cuenta de distintos casos de boicot organizados por consumidores en protesta por aumentos de precios. Existen ejemplos en distintas partes del mundo. En la Argentina, uno de los más recordados fue el impulsado por el propio Néstor Kirchner en contra de Shell, cuando la petrolera incrementó los combustibles.

Muestra de la fortaleza que tienen los boicots hay en varios países. Un par de semanas atrás, Italia fue protagonista de una medida de fuerza masiva por parte de los consumidores. Bajo la lupa habían quedado las pastas, plato tradicional de los italianos, y el pan. “La huelga de la pasta” registró una adhesión del 70 por ciento en agosto pasado, acatamiento que sorprendió a los propios organizadores. El boicot fue lanzado tras varios meses con aumentos del 3 al 4 por ciento en ambos productos, con la previsión de los industriales de que las subas continuarían por lo menos hasta fin de año. El escenario se complicó con los ajustes en otros alimentos, como la carne, la leche y los huevos.

También en Italia hubo una “guerra” al café. Sucedió en agosto en la ciudad de Turín, donde el pocillo de café subió de 80 centavos a un euro.

Francia es otro de los países poderosos de Europa donde hubo boicot de los consumidores. El enemigo número uno fue la tradicional baguette, la barra de pan de 250 gramos que se consume en siete de cada diez hogares franceses. En aquel mes, el precio se había encarecido entre 5 y 8 por ciento, según las distintas ciudades. Francia tiene en su historia varios boicots por tarifazos. En las semanas previas al Mayo del ’68 hubo una protesta masiva por el incremento de la tarifa en el transporte público. La consigna fue utilizar medios alternativos. La medida tuvo tanto éxito que el gobierno francés tuvo que dar marcha atrás en el aumento de los pasajes.

Hace dos años, en Brasil se realizó otro boicot. Fue cuando las empresas telefónicas anunciaron un incremento en las tarifas. La medida ideada por las organizaciones de consumidores fue dejar descolgados los teléfonos durante una hora diaria. A la segunda jornada, las compañías anunciaron la marcha atrás de la medida.

México tiene en su haber dos medidas de fuerza. Una, de hace un par de años, cuando mexicanos que viven en Nueva York decidieron dejar de consumir cervezas fabricadas en su propio país para presionar a su gobierno de ponerse más duro en las negociaciones con la administración Bush por el programa migratorio firmado entre México y los Estados Unidos. El objetivo fue llamar la atención del entonces presidente Vicente Fox, ya que las menores exportaciones hacia Estados Unidos afectarían la economía, más teniendo en cuenta que la idea de los mexicanos residentes en Nueva York era extender la iniciativa a otros productos.

México también fue protagonista este año de un boicot ante el brusco aumento de las tortillas de maíz. Las remarcaciones, en este caso, oscilaron entre 40 y 100 por ciento de acuerdo con las distintas zonas del país. Como ocurrió con la baguette en Francia o la pasta en Italia y el pan en España, el fuerte incremento de las materias primas también impactó de lleno en ese alimento básico de las familias mexicanas. El golpe fue recibido por unos 50 millones de mexicanos que forman parte del sector más empobrecido de la sociedad. La protesta obligó al gobierno del por entonces recién asumido Felipe Calderón a sellar acuerdos con los productores. El precio de la tortilla dejó de escalar, pero no se logró su retroceso.

Antes que el boicot a los tomates, Kirchner encabezó la protesta contra Shell. Fue en marzo de 2005, cuando la petrolera encareció 3,3 por ciento sus naftas y el gasoil. “Nada, ni una lata de aceite”, pidió el jefe de Estado a la población sobre la conducta comercial que debía regir con Shell. Ante el impacto negativo en sus ventas, la compañía retrotrajo los valores de las naftas pero no así el del gasoil.