PLáSTICA › LOS “DIBUJOS REVOLUCIONARIOS”, EN FRANKFURT
El nazismo según Paul Klee
Por primera vez se exhiben sus dibujos políticos contra el nazismo, realizados en 1933, cuando Hitler subió al poder.
Por Fabián Lebenglik
Acompañando a la vasta e impactante Feria del libro, se presenta en esta ciudad una serie de exposiciones especiales como “Paul Klee: 1933”, en la Schirn Kunsthalle, dedicada a una rareza: el arte político de un artista cuya obra se suponía exclusivamente referida a la propia pintura.
Es sabido que Klee era un libertario, pero su obra casi nunca hizo explícita la relación entre arte y política. Particularmente, la obra exhibida en esta muestra por primera vez se pensaba perdida.
El año 33 fue duro para Klee en términos laborales y personales. Apenas Hitler accedió al poder, el nazismo cerró la Bauhaus, en donde Klee había trabajado hasta 1931 para luego enseñar en la Academia de Bellas Artes de Düsseldorf, de la que fue exonerado por el nacionalsocialismo durante el fatídico 1933.
Los investigadores que trabajaron para esta exposición, curada por Pamela Kort, explican en el exhaustivo catálogo razonado que el año 1933 fue el más prolífico de Klee: sus registros marcan que nunca bocetó, dibujó y pintó tanto como en aquel momento.
En la búsqueda se encontraron con un grupo de 246 dibujos que critican ácidamente el nazismo. Sin particularizar ni dar nombres, la selección de más de cien de esos dibujos a lápiz y carbonilla alude a la demagogia, el militarismo, las actitudes autoritarias, el racismo y la persecución, entre otras características –no exclusivas– del nacional socialismo.
Complementariamente, la muestra también incluye pinturas y otros dibujos -en colores, El color y yo somos uno, decía Klee–, junto con cartas y documentos de la época, así como una sala especial donde se da cuenta del contexto social, político, cultural y biográfico de aquel 1933.
Klee conocía la violencia de la guerra porque había sido alistado al ejército en 1916 para que se uniera al frente germano durante la Primera Guerra Mundial. Mientras algunos de sus amigos morían en combate –como August Macke y Franz Marc, fundadores junto Klee y Kandinsky del grupo iniciador y agitador del abstraccionismo, Der Blaue Ratier– Klee se salvó porque había sido destinado a pintar aviones.
Cuando Klee fue invitado por Walter Gropius a dar clases en la Bauhaus, se hizo tan extraordinariamente popular entre alumnos y profesores –gracias a su estilo antidogmático y la variedad de aplicaciones de sus enseñanzas- que cuando cumplió 50 años y ya llevaba nueve como docente en la escuela, los alumnos contrataron un avión para que arrojara flores sobre la casa del profesor Klee.
Los investigadores dedicados a su obra le pusieron a esta serie un título elocuente: “Dibujos revolucionarios”.
Los controles totalitarios de aquella época hacían además muy riesgoso para un artista y profesor tan conocido la realización de la obra que hoy se exhibe por primera vez.
El 17 de marzo de 1933, un grupo de agentes del gobierno entró en la casa del artista mientras él no estaba y se llevó gran cantidad de “material subversivo”. Al ser acusado de “Bolchevique cultural” y de “judío”, rápidamente huyó a Suiza con su mujer, la pianista alemana Lily Stumpf, para instalarse en Berna, ciudad natal de Klee.
Por supuesto, como parte del infalible ojo experto que tenían los asesores artísticos del hitlerismo –una infalibilidad invertida–, Klee fue uno de los más destacados artistas en la celebérrima exposición de “Arte degenerado” que los nazis organizaron en 1937 como contraejemplo artístico.
A pesar de haber nacido suizo, el gobierno de ese país no le dio inmediatamente la ciudadanía. Una larga serie de dilaciones y requisitos burocráticos lograron que la ciudadanía suiza recién le fuera concedida aPaul Klee a fines de 1940. Tarde pero seguro. Es decir: con todos los papeles en orden, el status de ciudadano suizo recién le llegó al pobre Klee un tiempito después de muerto.
Según explica la curadora, en relación con la muestra “Klee: 1933”, el trágico ascenso del nazismo no sólo no paralizó al artista sino que lo hizo reaccionar. Ese año realizó más pinturas y dibujos que en ningún otro de toda su vida activa: cerca de quinientas obras.
Dentro de ese extenso conjunto se encuentra la serie política, particularmente extraña, no sólo por su temática, sino por su naturaleza figurativa, su potencia expresiva y su ferocidad crítica.
Un dato significativo es que se trata de un conjunto de casi quinientas obras del cual Klee nunca se desprendió, a pesar de la insistencia de los coleccionistas, galeristas y marchands.
Esta larga serie de “Dibujos revolucionarios” fue identificada y catalogada por la Fundación Paul Klee, en el Kunstmuseum de Berna.
Los dibujos, semifigurativos, incluyen frases y comentarios del propio artista.
En algunos aspectos, esta obra anticipa lo que será la última etapa de la obra del maestro, que comienza en 1937. Pero también, la atadura figurativa supone una vuelta de tuerca crítica, porque los nazis deploraban la abstracción para endiosar la figuración. Klee se burla de aquellos autoritarios en su propio terreno estético: un realismo retro, casi ilustrativo, que no dar lugar a las incómodas ambigüedades del arte contemporáneo. Concretamente, una parodia.
La muestra, que ya pasó por Munich y Berna, luego de desmontarse en Frankfurt, será exhibida en Hamburgo hasta marzo de 2004, para luego itinerar por varias ciudades europeas.