PLáSTICA › GUSTAVO CHRISTIANSEN, EN MOTP, MAR DEL PLATA
Se encendió la lamparita
Por Araceli Garcia *
El tenue resplandor de veinticinco watts en cada serie por cinco –a tres lámparas cada una– emana un plus que excede la corriente. Esta instalación de Gustavo Christiansen hace de trampa hipnótica: con el fulgor de cada filamento se ponen en marcha los cuerpos de los espectadores. Las frases cortas, manuscritas, se leen al envés por transparencia. Si fuera una energía humana la que exhalan los textos espejados en la comba del vidrio de los focos, ¿adónde iría el horizonte de la letra? Son pasajes encendidos de una luz tal que no encandila: un tendal de lamparitas desnudas. ¿Qué se apaga en la bujía prendida a intensidad media? ¿Qué se cuece a la temperatura del cuerpo?
Por la sala orbitan los presentes, algo mareados. Pocos resisten leerlo todo, algunos se sientan un rato, y luego siguen.
A esa luz quieta –que no avanza, pegada al filamento– el ojo le pide que titile, le ruega fluctuación o viento o que respire. La brizna queda inerte y es el lector quien se despabila.
Dando a luz un pensamiento asordinado, indecidible si adviene o se retira, algo se incuba a juego lento.
Más cerca del indicio que de la cita, fragmentos de texto orlan cada bombita. A tantas referencias como lámparas, un Nietzsche pasado por el cedazo de Onfray pretitila. Puesto que al citar el discípulo traiciona, los epígrafes que jalonan el espacio de MOTP duplican en la obra su acto rebelde. Allí donde se invierte la lectura, el ojo se desliza por la panza lumínica, incitado a girarla ya fuera física o mentalmente. Pensar el revés, hacerlo de otro modo, bajo la enrarecida luminaria dispuesta bajo el cielorraso. La obediencia del espectador hace la fiesta.
Una muestra para el oído. Donde el obrar activo es el de quien recibe, paradoja de la actitud poética.
Limaduras dispersas del cuerpo de texto de un pensador que aún convoca al alba. El vacío de cada lámpara más se exhibe y más oculta su misterio. Son notas, sentencias, apuntes indescifrados, palabras que prometen, protoluz que suscita un anhelo de voltaje ahí en el borde, donde no cesa de escribirse algo que al tiempo que denuesta el poder, promete su energía. (En MOTP, Rawson 3550, Mar del Plata.)
* Artista plástica y psicóloga; investigadora de la Universidad Nacional de Mar del Plata.