Miércoles, 21 de mayo de 2014 | Hoy
CIENCIA › JOSé ANTONIO GóMEZ DI VINCENZO, DOCTOR EN EPISTEMOLOGíA E HISTORIA DE LA CIENCIA
La década de 1930 representó el auge de la biotipología y la psicotecnia. Aquella experiencia –felizmente– fallida permite analizar el poder de la ciencia y la tecnología para aportar significados culturales y prescribir roles en un orden social determinado.
Por Leonardo Moledo
–Cuénteme acerca de su trabajo de investigación.
–Como investigador del Centro Babini de la Escuela de Humanidades de la Universidad Nacional de General San Martín (Unsam) estudio la relación entre tecnologías biomédicas, ciencias biomédicas y orden social. Lo hago analizando las formas en que esas tecnologías biomédicas y saberes médicos aportan significados para la legitimación de un orden especifico, y estudiando cómo desde allí pretenden implementarse mecanismos para la prescripción de roles sociales.
–A ver, vamos a los ejemplos concretos.
–El programa de investigación que llevo adelante indaga en las articulaciones e interacciones entre los saberes médicos y las tecnologías para el diagnóstico y tratamiento de enfermedades, y los fundamentos o presupuestos vigentes en el contexto en el cual estas prácticas se dan. Cuando hablamos de contexto, no hablamos de un contexto abstracto o inmóvil, sino de una serie de mutaciones que se van dando en el tiempo. Y empecé analizando el rol que ocupa la biotipología y la psicotecnia dentro del programa eugenésico argentino en la década del ’30. Se trata de dos disciplinas que se articularon como un tándem dentro de ese programa eugenésico, para aportar diagnósticos que permitan luego implementar tecnologías mediante las cuales se pretendía promover la reproducción de aquellos que se consideraban los mejores e inhibir aquellos que se consideraban los peores.
–¿Y cómo anduvo ese programa?
–La historia del tándem eugenésico de psicotecnia y biotipología es la historia de un rotundo fracaso, porque lo que hay que tener en cuenta es que para que un programa eugenésico sea exitoso lo que tiene que darse es coacción del Estado. La eugenesia necesita operar sobre el universo de la población, es decir, de nada sirve tomar un grupo social aislado y aplicarle tecnologías sociales, puesto que lo que se quiere es mejorar a toda la población, inhibiendo la reproducción de los que se consideran peores.
–Antes de seguir aclaremos que despreciamos la eugenesia (porque se puede leer equivocadamente), la combatimos y la consideramos uno de los grandes males sociales que produjo la medicina...
–Cierto, pero es interesante destacar que no hacemos una valoración de tipo ético. Desde ya que estamos en contra y lo condenamos, pero el análisis epistemológico e histórico permite encontrar allí un circuito de significados que circulan desde un contexto hacia el interior de la producción de la ciencia y la técnica y viceversa. Es decir, cómo la ciencia y la tecnología biomédica actúan como una usina de significados que interactúa con ese contexto y legitima ciertas prácticas. La idea es que existe un tráfico de significados que condiciona las prácticas y la construcción de saberes. A su vez, dichas prácticas y saberes médicos se insertan como usinas de sentido para la reproducción y legitimación de lo dado.
–¿Por qué fue un fracaso el programa?
–Porque nunca llegaron a implementarse vía coacción del Estado, por medio de ley, las tecnologías sociales que les permitían a los eugenistas promover la reproducción de aquellos que se consideraban los mejores e inhibir a aquellos que se consideraban los peores.
–¿Cuáles son esas tecnologías sociales?
–Son por ejemplo el aborto eugenésico, la castración eugenésica, el control de la inmigración y otras de diagnóstico como la ficha biotipológica, la ficha eugenésica en general, los tests psicotécnicos. Si bien en la década del ’30 la imbricación entre ciencia biomédica y programa eugenésico fue muy fuerte en la Argentina, y si bien se llevaron a cabo algunas pruebas pilotos (se pudo llegar a implementar a modo experimental la ficha biotipológica escolar en dos escuelas en la provincia de Buenos Aires), nunca hubo una ley que universalizara la propuesta, lo cual hubiera sido fundamental para que el programa tuviera éxito...
–Con lo cual...
–Es interesante ver cómo todos estos aportes historiográficos permiten ver que la ciencia no es neutral, nos permiten corrernos de esa mirada ingenua acerca de la ciencia como escenario y notar cómo el discurso científico se elabora en sintonía con un contexto específico.
–Está bien, pero nada es neutral, la literatura tampoco es neutral.
–Es verdad, pero entender cómo se da esa circulación de significados, cómo opera influyendo el contexto, dentro de la producción científico-tecnológica en el caso de la medicina, proveyendo supuestos y al mismo tiempo formas de estructura racional para construir saberes y técnicas, es uno de los objetos centrales de estudio de la epistemología e historia de la ciencia.
–Vayamos a esos supuestos.
–Básicamente, la biotipología sostiene que es posible establecer una clasificación de los individuos en diferentes tipos a partir de lo constitucional y que a cada uno de esos tipos les corresponde ciertas características psicológicas, ciertas aptitudes, ciertas formas de personalidad, ciertas actitudes morales, que se pueden anticipar si uno sabe el biotipo correspondiente antes de que la persona se desarrolle. Era muy importante poder hacer el examen lo antes posible, poder hacer una ficha biotipológica, la cual era la tecnología mediante la que se revelaban estos datos pertenecientes a toda la población. Por eso fue muy importante para la principal institución eugenésica del período, la Asociación Argentina de Biotipología Eugenésica y Medicina Social (estamos hablando siempre de la década del ’30), llevar adelante este proyecto y articular sus tecnologías con la escuela.
–¿Por qué?
–Porque por la escuela, y gracias a la Ley 1420 de Educación, pasaba la totalidad de la población. Es decir, en la escuela encontraron una plataforma ideal para poder establecer un diagnóstico. La ficha biotipológica se pudo hacer sólo en dos escuelas de la provincia de Buenos Aires, gracias al grado de penetración que la elite intelectual que formaba esa asociación tenía en ciertos sectores de la administración pública, como la Dirección de Escuelas de la Provincia de Buenos Aires. Afortunadamente, no pasó de allí, puesto que nunca se pudo institucionalizar como política pública por algunos desacuerdos incluso al interior mismo de la corriente eugenésica. Es decir, hay ahí un magma muy complejo de tendencias que en algún punto se neutralizaron una a otra, diluyendo las propuestas haciendo que todo esto fuera un fracaso.
–¿Desacuerdos de que tipo?
–Distintos presupuestos de orden epistemológicos, distintos supuestos axiológicos, distintas posturas políticas, desde lo que hoy podríamos llamar progresistas hasta conservadores, que por tener programas y visiones distintas se neutralizaron.
–Hablemos de otros países.
–En España hubo una corriente eugenística muy fuerte. En Italia, sobre todo también a partir de la década del ’20 y por la influencia del fascismo, se pudieron articular, incluso desde la ley, prácticas eugenésicas en la escuela. En Italia se llegó a poner en práctica la biopedagogía, que era la pedagogía en clave biotipológica, porque la biotipología nace precisamente en Italia de la mano de Nicola Pende y llega a la Argentina por una visita que realiza a distintas instituciones, por ejemplo a la Facultad de Medicina, a comienzos de la década del ‘30. Es muy amplio porque precisamente el movimiento eugenésico se extendió en todo el mundo. En México hay una corriente eugenística muy fuerte. Las prácticas más extremas se dieron, como todo el mundo sabe, en la Alemania nazi...
–Por supuesto, eso es sabido... ahora cuénteme acerca de lo que pasaba en la Argentina.
–Estudié las vinculaciones que los eugenistas o biotipólogos argentinos podían tener con biotipólogos italianos, brasileños o médicos criminalistas y me concentré en cómo desde allí se buscaban prescribir roles. La biotipología y la psicotecnia proveían herramientas para llevar a cabo los tests que formaban parte de la ficha biotipológica que, como decía, pretendió anticipar aptitudes y actitudes para asignar lugares específicos en la estructura productiva. Ahora lo que me interesa mostrar es cómo las articulaciones, rearticulaciones o mutaciones, no sólo en el modo de producción, el proceso de trabajo, sino también en las cuestiones políticas y las relaciones de poder se articulan con un sentido común y propician prácticas diferentes en el marco de la actual hegemonía cultural.
–¿Y cuál es su tesis central al respecto?
–Creo que con el paso de la sociedad industrial, de un capitalismo centrado en la producción fabril de estilo fordista a lo que se ha denominado capitalismo tardío o neocapitalismo, de corte neoliberal, tenemos desplazamientos, una reorganización y mutación en la forma de pensar y practicar la medicina, en las formas de concebir su rol en la sociedad fundamentando o reafirmando cierto orden de cosas, nuevas formas de pensar las prácticas o de construir saberes médicos, nuevas formas de pensar al sujeto enfermo, la relación médico-paciente, paciente medio, la producción y distribución de medicamentos, en fin la economía y las políticas sanitarias.
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