Miércoles, 19 de octubre de 2016 | Hoy
CIENCIA › OPINIóN
Por Pablo Esteban
El proyecto de ley del Presupuesto para el 2017, que fue elevado por el Poder Ejecutivo al Congreso, presenta serios inconvenientes y ya encendió la alarma del área científico-tecnológica en el país. El texto normativo prevé un presupuesto de 13.957 millones de pesos destinado al MinCyT, al Conicet y a la Conae (Comisión Nacional de Actividades Espaciales). La suma representa el 0,59 por ciento del contemplado a nivel nacional y exhibe un porcentaje menor al de años anteriores (de 2009 a 2016 la cifra osciló entre el 0,7 y el 0,8 por ciento). Así, cuanto menos en el corto plazo, el anhelo histórico que implicaba alcanzar el 1 por ciento del PBI para las actividades del área se aleja y se vuelve impalpable.
Ahora bien, solo si se comprende que toda estadística condensa un mosaico de sentidos y encarna un auténtico acto político es posible comprender qué tipo de intenciones se esconden detrás de las decisiones de los representantes en ejercicio. Como la cantidad de dinero no es infinita, el armado de un presupuesto implica el establecimiento de prioridades. En lo que sigue una breve analogía: todos los mortales que habitan este rincón del globo saben bien que, en épocas de vacas flacas, cuando las personas van al supermercado, privilegian los productos de primera necesidad y descartan lo superfluo. De este modo, los jefes y las jefas de familia ponen el grito en el cielo cuando los pequeños piden por cajas de cereales (esas azuladas que se apilan con disciplina de ejército en forma de rascacielos) o bien, ruegan por huevos de chocolate y leche (de envoltorio metálico anaranjado y blanco). ¿Entonces qué? Según esta administración, la ciencia, de nuevo y de manera penosa, vuelve a concebirse como un producto caro, que no se incluye en el changuito que solo transporta lo esencial. En definitiva, “en tiempos de emergencia” es percibida como un gasto innecesario justificado por el deseo irrefrenable –casi autómata– de “ajustar”.
Un momento, ¿y si la ciencia (también) fuera esencial? ¿Y si fuera un elemento de primera necesidad como la leche y el pan? ¿Y si el dinero invertido en nanotecnología, en satélites, en semillas y vacunas no fuera tan secundario como se cree a priori? En la última década, el sector caminó a ritmo sostenido para constituirse en un engranaje clave en la maquinaria productiva del país. En particular, desde la creación del MinCyT (en 2007), la generación de conocimiento obtuvo nuevos argumentos y las innovaciones hicieron de nexo para los primeros desarrollos en las industrias. Las investigaciones autóctonas comenzaron a ajustarse a las necesidades locales y los científicos rechazaron aquellos libretos que los ubicaban con papeles secundarios en el escenario social.
Sin embargo, con este proyecto, el Gobierno prescinde del crecimiento del sector. Si el Estado es un obstáculo, ¿cuánto más será la ciencia? Destinar menos fondos es descuidar los recursos humanos. Un joven investigador que no vislumbra un futuro seguro comienza a escarbar mejores posibilidades por fuera de las fronteras. La incertidumbre aumenta porque los horizontes de previsibilidad se estrechan y las oportunidades de hacer una carrera científica en el país vuelven a empequeñecerse. Y así, la fuga de cerebros se configura como un fantasma que nadie se anima a enfrentar.
La continuidad de los programas de investigación científico-tecnológica, el funcionamiento de los centros y las instituciones encargadas de su diseño y ejecución, la recomposición salarial de los investigadores y becarios, el hincapié en las economías regionales, la soberanía tecnológica y la consolidación de un modelo que soñaba con un sistema productivo menos dependiente hoy se constituyen como horizontes difusos que no parecen estar en los planes del Ejecutivo para el 2017.
Las políticas de promoción científica deben ser consideradas acciones de Estado y no depender de la discrecionalidad de las figuras en el poder. Porque el sistema científico no se puede reiniciar. Solo de esa manera, distinguido como un elemento de presencia cotidiana y de primera necesidad, será incluido en todos los changuitos sin importar quién lo conduzca.
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