CIENCIA › HECTOR MALDONADO, BIOLOGO

Memoria de mis cangrejos tristes

La memoria, ese gran misterio, se labiliza y se reconsolida, se rehace, se adapta; un fenómeno que abarca a animales y seres humanos, renovando sus circuitos.

 Por Leonardo Moledo

El cronista hipotético ata su inexistente caballo al también inexistente palenque del Pabellón II de la Ciudad Universitaria, donde las ciencias conviven sin superponerse y sin mezclarse. Sube las escaleras trabajosamente (su cuerpo está hecho al galope por la pampa, a la colina subida sobre cuatro cascos o en 4 x 4, no al esfuerzo muscular sostenido, y una vez en el interior del recinto, se detiene perplejo y confuso, admirado por ese enorme patio central que en forma de agujero se eleva hacia un techo lejano, y comprende, como en un flash de iluminación, que no recuerda a qué ha venido. Y entonces rueda por pasillos y ascensores hasta detener su girante humanidad a los pies de un científico, que lo mira con ojos amables y piadoso, y ante quien descerraja su sempiterna pregunta, la pregunta que desde el origen de (no recuerda) ha permitido (no recuerda).

–¿Por qué no me cuenta qué es lo que hace y cuál es su tema de investigación?

“Reconsolidación de la memoria animal” –recibe la respuesta que en su mente se transforma primero en colores, luego en palabras.

–¿Y usted..., ¿por qué no se presenta antes?

–Héctor Maldonado, Dr. en Biología, director del Laboratorio de Neurobiología de la memoria, de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, investigador superior del Conicet.

–Yo no entendí, pero los lectores entenderán.

–En general nuestro laboratorio es un poco particular, porque es muy grande, e incluye grupos que trabajan con metodologías distintas pero con un objetivo común: el estudio de la memoria animal. El último grupo que hemos formado estudia todo esto en condiciones naturales. El animal que estudiamos acá, inicialmente, es el cangrejo.

–¿Por qué un animal que va hacia atrás, si es verdad el mito?

–Cuando volví al país después de la dictadura, elegimos para trabajar al cangrejo (el mismo cangrejo del cangrejario de Don Segundo Sombra –no recuerda el cronista quién es Don Segundo Sombra–). Nosotros empezamos a estudiar fundamentalmente un aspecto de los mecanismos de la memoria, que es el de la reconsolidación de la memoria.

Lo mira él con mirada vacía, equivalente a preguntar ¿Qué es eso?

–Antes de contestarle, me gustaría introducir un paréntesis.

–Sí.

–( ).

–Bueno, y ahora lo que va dentro del paréntesis.

–(¿Cómo es que nosotros trabajamos con el cangrejo? Y al mismo tiempo, ¿Cómo es que después incorporamos otros estudios como sobre las ratas, los ratones y los hombres? Nosotros entendemos que hay una cantidad de principios de funcionamiento celular y molecular que son iguales en cangrejos, en ratas, en hombres o en elefantes, y lo mismo en lo que se refiere a las pautas generales del comportamiento.)

Y pregunta él, asombrado, moviendo apenas los labios –¿Qué es la memoria? ¿Dónde se guarda el pasado?

–El lenguaje científico tiene que ser unívoco. Mi definición de memoria es: representación interna de una experiencia del mundo exterior. Es una codificación de neuronas de un hecho exterior.

Dice él, que ha logrado recuperar una imagen: –Yo por ejemplo hoy me tomé un taxi y recuerdo el viaje. ¿Eso está guardado en moléculas? ¿En neuronas? ¿En relaciones entre neuronas?

–En términos simples, ese recuerdo del taxi está representado en un grupo de neuronas que debido a esa experiencia ahora tienen una red con determinada relación.

El va cobrando aplomo: ¿El código se conoce?

–En lo que hace a los aspectos más básicos (celularmolecular) sí. Es un cambio en las propiedades reactivas de un conjunto de neuronas. Pero volviendo a tu pregunta de qué es lo que hacíamos nosotros...

–Volvamos.

–Nosotros nos fuimos orientando hacia una cosa relativamente nueva, que es un proceso que se daría o que se da en todos los animales: la reconsolidación de la memoria. Durante más de un siglo hubo en todos los estudios de neurobiología de la memoria un dogma: que cuando uno aprendía algo, existía inmediatamente después del proceso (de la experiencia) un proceso de consolidación de la memoria, que incluye la codificación de la memoria. Eso es más o menos largo, dependiendo de la tarea, pero tiene algo que es común a todos los animales: la síntesis de proteínas. Si usted suspende ese fenómeno de síntesis de proteínas, la memoria no está consolidada, desaparece. Y también una consecuencia de la teoría de la consolidación de la memoria es que la memoria se consolida de una vez para siempre.

–Es una idea un poco estática –dice él, que busca el dinamismo.

–El animal lo que va haciendo entonces es ir acumulando nuevas memorias sobre las memorias viejas, que quedan incólumes en su lugar, sin cambiar. Esa teoría fue muy rica, de gran valor heurístico, hizo avanzar mucho el conocimiento de la memoria, pero tuvo siempre esa idea de que la memoria era algo estático.

–Pero... –dice él– siempre hay un pero en la ciencia...

–Cerca del 2000, sin embargo, aparecieron una serie de trabajos que apuntaban contra ese dogma de que la memoria una vez consolidada no se podía destruir. La memoria era destruible, lábil, mientras estaba en el proceso de consolidación, pero una vez consolidada no. Pero lo que se empezó a ver es que cuando se evocaba la memoria, la memoria se hacía nuevamente lábil por un tiempito. Es decir que podía ser destruida de nuevo por un tiempito. Ese fue el punto de partida. El asunto no era tan simple como se planteaba: ese fenómeno que se daba en roedores nosotros demostramos que se producía también en cangrejos.

–Un riesgo para la memoria.

–Sí, y la pregunta que surge es ¿para qué surge un proceso que pone en riesgo de nuevo a la memoria a ser destruida?

Eso se pregunta él –¿Para qué? ¿Para qué? ¿Para qué?

–Bueno, una de las cosas que se empezó a ver es que el mecanismo era mucho más complejo. En primer lugar, era un mecanismo que se daba no solamente cuando se evocaba sino cuando el estímulo condicionado estaba presente. En segundo lugar, el premio (porque todo estímulo condicionado, toda memoria evocada, implica una predicción de algo. En el caso del perro pavloviano, si suena la chicharra, promete la llegada de la comida. Si en un ínterin de tiempo dado la comida no llega se produce una frustración, en ese caso –y siempre y cuando no esté demasiado expuesto sin premio– la memoria se labilizaba.). El asunto es para qué sirve.

–Para qué sirve...–repite él sus palabras.

–Para la actualización: pensemos en la memoria que necesita el animal para la supervivencia si alguna de las cosas que espera del medio falla, por ejemplo. La idea estática de la memoria era imposible: este mecanismo curioso del updating, que dio lugar a grandes polémicas, se convirtió en el gran mecanismo reparador, que da sentido a toda la memoria. La memoria no es sólo lo que uno aprende sino que está permanentemente siendo puesta a prueba. Junto a todo esto, hubo interés clínico, que no es el nuestro, en esta labilización de la memoria, que permitiría llegar ahí oportunamente y destruir ese pasado evocado.

–Como en las películas...

–Eso entusiasmó mucho a todos los que se interesan en psicopatologías: las memorias de un torturado, de una violada, de un drogadicto. Ese es otro campo interesante: se podría romper esa zona de la memoria, por ejemplo. Pero faltaba probar el mecanismo en el hombre. Y demostramos que sí, lo cual mostraba la universalidad del fenómeno.

–¿Hicieron experimentos con humanos?

–Sí. Es más fácil que con animales, porque se pueden dar instrucciones. Usamos el aprendizaje de parear una sílaba con una “sílaba respuesta”. Son cinco parejas, después de cuatro días se testea y el hombre escribe las sílabas que corresponden. Pero si el día 2 se le empieza a presentar el aprendizaje original pero lo interrumpe cuando va a contestar, entonces se labiliza la memoria. Le decimos “Las sílabas que vos aprendiste ayer vamos a testearlas mañana, pero vamos a cambiarlas. Las cinco iniciales van a quedar, pero en vez de las cinco respuestas que aprendiste, aprendé éstas. Eso en 24 segundos. Ese tipo en el día 3 ha aprendido en ese momento lo que le dijimos inmediatamente después. Ese sería el grupo frustrado. Al grupo no frustrado, igual que el otro, pero al que no le presentamos y le interrumpimos, le decimos “mañana vamos a hacer otra prueba pero con otras características”, le decimos el texto exacto que les decimos a los otros, ese tipo está lleno de errores. Porque ese tipo formó una nueva memoria con las viejas sílabas, dejando la vieja memoria. Entonces tiene dos memorias completamente contraproducentes.

–A ver: a uno lo interrumpe y le da nuevas sílabas. Ese da las cosas sin errores, o casi. El otro, al que no se lo interrumpe, las da con más errores.

–Claro, el del grupo frustrado corrigió la memoria anterior (por lo cual la sigue teniendo), pero el del grupo no frustrado escribió una nueva memoria sobre una memoria vieja. Este hecho fundamental muestra cómo el lenguaje potencia las capacidades de la especie, porque ahora ese mecanismo reparador posiblemente sea uno de los mecanismos clave de la vida.

–Y además es evolutivamente conveniente.

–Por supuesto. Y, por supuesto, es inquietante pensar en la posibilidad de manipular el recuerdo.

Y de pronto, el hipotético cronista recuerda. Recuerda que olvidó prender el grabador, pero recuerda todo lo hablado, sílaba a sílaba, golpe a golpe, verso a verso. Y abandona, pletórico de memoria, la facultad y se pone a escribir esto.

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