Miércoles, 2 de enero de 2008 | Hoy
–La gente que viene de visita a Buenos Aires muchas veces compara el comportamiento de algunos hombres con el de algunos animales. Los túneles del subte son las cuevas del carpincho. O aplican su criterio más simbólico de comportamiento animal a una realidad de Buenos Aires. Una vez yo les conté que en el Zoológico de Buenos Aires había muchos animales. Entonces me preguntaron: “¿Hay víboras?” “Sí”, les contesté. Entonces me preguntaron: “¿Llueve?” Porque las víboras para ellos están asociadas al ámbito de lo acuático. Son más bien míticas. Y para ellos hay una unión entre todos los ámbitos: para ellos la concentración de serpientes en un lugar atrae las lluvias, el viento. Todo esto es parte del orden de la realidad y a veces lo que genera la interacción con la gente de la ciudad son fugas de significado.
–¿Y cómo se concilian?
–A veces no se concilian bien. Por ejemplo, la forma de control de natalidad. Las jóvenes tobas se quejan de que ya no conocen más el sistema de control de natalidad antiguo (las mujeres que ahora tienen 50 usaban hierbas abortivas o anticonceptivas). Por otro lado, las jóvenes tampoco entienden el sistema que provee la biomedicina (las pastillas anticonceptivas o el preservativo). A ellas les cuesta aprender y hacerles aprender a sus maridos. Esto tiene que ver con una forma de construcción de las relaciones de género, la construcción de la masculinidad. La idea de que el uso del preservativo atenta contra la masculinidad.
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