Sábado, 9 de agosto de 2008 | Hoy
Por Sandra Russo
“¡Yo puedo no estar de acuerdo con un periodista, pero no me voy a ir a las manos!”, decía Cecilia Pando, promediando el 2006, en una entrevista concedida a Para Ti, después de que en el acto organizado por la Comisión Permanente de Homenaje a los Muertos por la Subversión en Plaza San Martín, un grupito de adherentes moliera a golpes a un cronista del canal América. La nota se titulaba “El señor Pando”, en referencia al mayor retirado Pedro Mercado, su marido y el padre de sus siete hijos. Lo que tiene Para Ti es que logra meterse allí donde uno jamás podría. En este caso, el hogar Pando-Mercado, un “luminoso departamento de cuatro habitaciones ubicado en Belgrano”, donde esa linda familia numerosa pasa sus días, en ese barullo delicioso de peluches y cuadernos que suponen tantos críos. Después de todo, y en los antípodas de la familia numerosa light que habilita a Maru Botana a hacer la publicidad de yogures que refuerzan las defensas, los Pando-Mercado vienen a ser una familia numerosa con muchas calorías, pero que a tono con la época permite que la señora de casa se realice como activista y no se prive de expresarse públicamente.
En ese sentido, el mayor retirado Mercado es un hombre moderno, que cuida de su hogar mientras su esposa anda de juicio a represor en juicio a represor, o se infiltra en actos presidenciales, aprovechando la credencial que le cede una diputada pattista. ¡Qué dirían nuestras abuelas de este estilo novedoso de familia en la que el hombre queda a cargo del cuidado de los niños mientras la madre de familia activa a favor de la teoría del enemigo interno! Sí, los Pando-Mercado eran nota. Marcan tendencia.
Aunque “El señor Pando” era el motivo de la entrevista, todavía no lo dejaban hacer declaraciones, así Cecilia no pudo con su genio protagonista y contestó casi todas las preguntas. Como la molida a golpes del periodista de América estaba fresca, aprovechó la ocasión para hacer descargo. “Me quedé helada”, dijo, y eso que ella es tan cálida. De sólo verla se aspira su ternura. No tiene nada contra los periodistas, aclaró, y por si no bastara agregó que “es más, mi hermana, que vive en Bariloche, es periodista, y mi hijo más grande quiere estudiar Comunicación”. ¿Suena a que tiene un amigo judío? No es para tanto, pero sin embargo, si el jueves pasado alguien entraba al foro de lectores de La Nación y leía el debate encarnizado desatado por la sacada de Cecilia en los tribunales de Corrientes, se encontraría con mensajes que curiosamente el moderador no había vetado, y que correo va, correo viene, intercambiaban datos sobre los apellidos maternos de la Presidenta y el ex presidente, buscando orígenes judíos y “atando cabos” (sic) sobre la lista de funcionarios con apellidos de “ésos”. El moderador del foro se debe haber distraído y no vetó un correo en el que un lector explicaba cómo “los judíos” del kirchnerismo están repartiéndose todas las “áreas productivas” en una tenebrosa lista de apellidos y empresas y ocupaciones. Pando despierta estas inquietudes genealógicas entre los lectores de ese diario. Y no lo digo porque esté a favor del veto de correos, pero en un foro en el que un moderador aprueba o veta correos, y muchos correos aparecen vetados, uno no puede menos que preguntarse qué será lo vetado si lo que se publica es esto.
Volviendo a Para Ti, se le preguntaba a Cecilia qué opina su marido sobre “tus polémicas apariciones públicas”, y ella decía “Nada, pobre... No me dice nada, no se mete”. Haberla visto el miércoles fuera de sí hace comprensible que el mayor retirado Mercado la deje hacer. “Tu marido le confesó a Para Ti que ‘perdés los estribos fácilmente’”, le susurraba la cronista, que tuteaba a Cecilia en ese clima de intimidad femenina tan linda. Se ve que Mercado sabe con qué buey ara, y la deja a su aire. “Yo me enojo con él cuando me hace notar que a veces me paso de la raya, pero sé que tiene razón: tengo que aprender a dominar mi carácter”, se sinceraba ella. El tiempo transcurrido no ha servido para que nuestra activista alcance ese objetivo. Su carácter permanece indómito. Aunque en el foro de lectores de La Nación los mismos correos que rastreaban semitas insultaban uniformemente a la Presidenta con el adjetivo de “bipolar” (un insulto nuevo, muy porteño), parece que es Cecilia quien debería consultar a algún profesional por sus rabietas. Primero, como toda mujer moderna, se limitaba a expresar libremente sus opiniones a viva voz, pero ahora hace gestos de degüello, profiere amenazas de muerte y escupe cosas tales como “yo misma me voy a ocupar de hacerte mierda”, lo cual se escuchó en el audio perfectamente y si bien es parte de su personalidad y una señal de coraje según sus seguidores, no cuaja con la imagen de una madre que, sabemos, por más moderna que sea, debe albergar comprensión y remanso para los suyos.
El problema es que a Cecilia la pone de mal humor “la injusticia” pero también “no estar todo el tiempo que quisiera en casa”. ¡Está condenada al mal humor! Ah, cómo comprendemos a Cecilia las mujeres que trabajamos y llevamos adelante el hogar. Nos pasa a todas. No obstante, ojo Mercado: enterada de la confidencia que el marido le había hecho a la cronista, Cecilia disparó un inquietante “¡Ay! ¡Lo voy a agarrar y lo voy a matar a mi marido!”. Esto es para que se vea que Cecilia no tiene nada personal en contra de Luis Eduardo Duhalde ni contra los organismos de derechos humanos. Ella les dice esas mismas cosas a sus seres queridos. Son formas de decir, que el periodismo malinterpreta.
Los Mercado-Pando se entienden de maravillas y reparten sus roles. Sobre la educación de los chicos se conversa, “pero la decoración es territorio mío”, dice ella, mujer castrense al fin, que también se ocupa de vestirlo al mayor retirado. “Si fuera por él, andaría siempre vestido con la misma ropa. ¡Entonces le estoy encima!”
En realidad, el mayor retirado no podía hacer declaraciones y se limitaba a asentir o negar, en la entrevista, lo que su mujer decía. Se ignora qué diría si pudiera hacer declaraciones. Da la impresión de que seguiría asintiendo o negando lo que dice su mujer. En un aparte, la cronista le fue de frente y le preguntó a él: “¿Quién lleva los pantalones en esta casa?”. Y el mayor retirado dijo: “Yo. Bah, no sé, preguntale a ella”.
Lo cierto es que el sueño de Cecilia es que él estudie, porque “no es sano que esté en la casa todo el tiempo”. Si lo sabrán millones de mujeres con maridos desocupados. Los pobres pierden personalidad, seguridad, identidad. Cecilia le sugiere que estudie Ciencias Políticas, que es una linda carrera. “Siempre le digo: ¡dale, y te sumás a la causa conmigo!”
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