CONTRATAPA

El hermano José

 Por Eduardo “Tato” Pavlovsky

El doctor Lucas Fussati es un médico psiquiatra romano de gran prestigio en la península itálica, a quien yo conocí durante el exilio –hicimos juntos un laboratorio gestáltico con el Dr. Naranjo y nos hicimos muy amigos desde ese laboratorio–.

Nos escribimos muy a menudo. Tendrá 75 años y tiene un gran apego a las bellezas femeninas argentinas. Como yo le dije de mi gran apego por Liz Solari, él me pide insistentemente que quiere conocer a Valeria Mazza. Las cartas que nos enviamos van y vienen con mucha frecuencia y con mucho humor. Los psiquiatras italianos son alegres mientras que nosotros tendemos a los afectos tristes y somos quejosos, invariablemente quejosos. Por eso me extrañó recibir una carta de él traída por otro italiano a mi domicilio ya que Fussati quería que me la entregaran personalmente.

En la carta, Fussati me dice que conoció en Barcelona a Leo Messi y a toda su familia cuando vinieron a hacerle el tratamiento de crecimiento de Leo. “Conocí a su hermano gemelo José Messi –idénticos entre sí– cuando los dos vinieron a jugar al fútbol y a probar suerte en España.”

A los pocos años se fue enterando del enorme prestigio que había adquirido en el Barcelona hasta convertirse hoy en “el mejor jugador del mundo”. Palabras mayores. Mientras que su hermano –buen jugador pero de menos suerte– jugaba en Italia en la Segunda División del Catania. Amigo inseparable de Maxi López.

Esto no tendría ningún valor excepcional. Un hermano triunfa en la vida y otro no tanto, pero toda la familia se quiere y sigue viviendo normalmente. Pero el mundial arruinó el equilibrio de la familia. Leo no quería jugarlo, le parecía que arriesgaba su físico y que ya había obtenido todo y hasta un poquito más de lo que había imaginado ser. Además de todos los títulos europeos, fue nombrado el mejor jugador del mundo.

Messi siempre se sintió español, juega al fútbol y se divierte, adora a los catalanes y a las catalanas. Dice que su patria es España y todo esto es natural que así lo sienta porque España y sobre todo Barcelona le brindó todo para ser lo que él es hoy ¡El mejor!

Leo le habló a su hermano José y le dijo que lo reemplazara en las eliminatorias con Maradona. Dos veces por semana iba a verlo y le enseñaba las principales jugadas que tenía que hacer en la cancha. Pegado a la derecha o a la izquierda sobre la línea y algunos cruces veloces hacia el área contraria. Leo le quería trasmitir a José lo que él hacía en el Barcelona y le sugirió que no hablara con nadie. Que sólo jugara. Además de un cheque de 50.000 euros que le ofreció por los servicios prestados.

José vino a jugar y pensó que no iban a clasificarse. Siguió textualmente las órdenes de su hermano. Resultado: un jugador sin alegría, sin fuerza, sin talento y sin capacidad. Uno más de los otros diez argentinos. Messi se apagaba en la cancha. Naturalmente, la gente que creía tener el Messi que veían por TV –a Lionel Messi– no podía creer la mediocridad, la falta de ganas de ese jugador.

Cuando se clasificaron, Leo lo felicitó y le dio otro cheque de 50.000 euros, pero José entró en pánico cuando Leo empezó a meter 3 o 4 goles a los 3 mejores equipos de Europa. Cómo iba él, José, a simular poder alcanzar ese tremendo talento y su repercusión de todo el público del mundo. Además no le gustaba la camiseta argentina, que lo disminuía, y recibía insultos de todos los costados de la cancha. Se volvió a meter en cama y el Dr. Fussati lo inundó de Rivotril hasta dejarlo obnubilado.

Desde un punto de vista parecía lógico entender que el hermano de Leo no pudiese reemplazar a Me-ssi en esta nueva etapa del campeonato.

Lionel fue claro: a mí la Argentina no me interesa, soy del Barcelona y la camiseta albiceleste me aburre. Como me aburre la tremenda lentitud del fútbol argentino. Son tortugas y al público le gusta el fútbol de tortugas. ¡Otra cosa es Brasil! Eso es velocidad, sorpresa, creatividad, locura.

Llegadas las cosas a este límite, donde José seguía en la cama y Leo de ninguna manera quería jugar el campeonato. Fussati me escribe las siguientes líneas:

“¿Vos podés hablar con Maradona y con Grondona y explicarles todo? Yo no sé qué hacer. Por ahí a ellos se les ocurre algo. Ninguno de los hermanos quiere viajar y el tiempo está pasando. Leo sigue triunfando, José está cada vez más aterrado de viajar a Sudáfrica. Maxi López no ha sido un buen interlocutor. Me habla de Venecia y de las góndolas, de la moda femenina. Creo, Tato, que es tu momento. Hablá con Maradona y explicale todo. Por ahí él le habla a Leo y lo convence. No sé, ayudame, porque José ya no me deja entrar al cuarto. ¡Ayudame, hermano! ¡Por favor!”

Yo cerré la carta y decidí no ayudarle. Es un problema de él. Bastantes tengo aquí en mi querida Buenos Aires. Pero por lo menos me aclaró algo: el que vimos jugar en la selección de Maradona nunca fue Lionel sino su hermano José, el de Catania. Es su libre albedrío.

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Imagen: EFE
 

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