EL MUNDO › UNA VISITA AL CAMPO DE EXTERMINIO S-21 DEL KHMER ROUGE EN PHNOM PENH

La ESMA de Pol Pot en Camboya

Cientos de miles de personas visitaron durante el mes de abril uno de los campos de exterminio utilizados en el genocidio camboyano por el dictador Pol Pot. Su jefe, Kang Keek Ieu, alias Duch, está siendo juzgado.

 Por Florencia Vásquez y Agustín Manfredi *

Desde Phnom Penh, Camboya

Por momentos, la visita al museo de Tuol Sleng, el siniestro S-21 de Camboya donde murieron de miles de personas, se parece demasiado a un recorrido por la ESMA. Estos sitios de horror quedan impregnados de él. No importa cuántas imágenes más o menos ayuden a representar la brutalidad sistemática. La sensación de escalofrío, de desamparo, es la misma. Son lugares todavía habitados. Las voces y las miradas de aquellos que sufrieron lo inhumano allí permanecen denunciando lo innombrable. El infierno del S-21 en Camboya tomó relevancia hace pocos días, al cumplirse el 17 de abril de 1975 el aniversario de la entrada de las tropas del Khmer Rouge a la capital Phnom Penh.

Bajo la amenaza de un bombardeo estadounidense, obligaron a todos los ciudadanos a dejar sus hogares para ir a trabajar al campo. El movimiento, liderado por Saloth Sar, quien operaba bajo el seudónimo de Pol Pot, impuso la emigración forzada al campo y, con este fin, vació las ciudades y los pueblos. Millones de habitantes sobrevivían en los campos de arroz trabajando de doce a catorce horas diarias. La comida no era suficiente, no había medicinas y la gente moría de inanición o agotamiento. En ese contexto, cualquiera percibido como enemigo externo o interno era enviado a centros de reeducación o prisiones de seguridad. Durante la Kampuchea del Khmer Rouge funcionaron alrededor de cien centros clandestinos de detención y exterminio. El más importante fue el S-21.

Ubicado en un barrio de la capital, era una institución secreta. Sólo conocían su existencia quienes trabajaban o eran confinados ahí y un puñado de altas figuras del Partido Comunista de Kampuchea. Por allí pasaron cerca de 14.000 personas, la mayoría de ellas eran miembros del Khmer Rouge sospechados de traición. La paranoia del sistema totalitario produjo el desmantelamiento de la propia estructura administrativa, militar y productiva hacia fines de 1978. El 7 de enero de 1979 fuerzas vietnamitas, acompañadas por aliados camboyanos, invadieron Phnom Penh y derrocaron al régimen de la Kampuchea Democrática. El S-21 hoy funciona como museo de crímenes genocidas.

El S-21 operó en lo que había sido una escuela secundaria. El complejo, aislado del exterior por dos paredes de alambres de púa, consiste en cuatro edificios que dan a un gran patio. Divididos simétricamente por una construcción que albergaba oficinas, en la parte oeste había un edificio destinado a los líderes del partido sospechados de traición. Allí todavía se conservan cuartos aulas con catres metálicos, grilletes y cajas de municiones utilizadas para depositar excrementos. Desde las paredes, fotos de los últimos prisioneros asesinados muestran estos mismos lugares con el horror de unos cuerpos mutilados, torturados y masacrados, tal como fueron encontrados por los vietnamitas el 8 de enero de 1979.

El estado añejo de las fotos refleja también la antigüedad del museo, que abrió al público en 1980. Como evidencia incuestionable del terror sufrido por los camboyanos bajo el Khmer Rouge, para los sobrevivientes es un lugar donde ir a buscar el sentido de tanto absurdo. Trescientos mil camboyanos visitaron el museo en los primeros meses. Muchos buscaban a familiares desaparecidos en los cientos de fotos exhibidas. En ese momento también estaban a disposición del público documentos encontrados en S-21, como las confesiones de los prisioneros. Los negativos de las fotos también fueron hallados allí. Formaba parte de la rutina que el ingreso fuera documentado con una fotografía de cuerpo entero con el número de identificación. Muchos de estos retratos están exhibidos en cuatro aulas que pertenecen al edificio destinado a los interrogatorios y torturas. Las perturbadoras imágenes incluyen a mujeres, hombres y niños paralizados de terror.

En la unidad norte se pueden ver las celdas de madera de 0,8 por 2 metros, donde los prisioneros permanecían engrillados. En el último piso, se los hacinaba en aulas comunes. Los pasillos que dan al patio de los niveles superiores están protegidos por alambrados que servían para impedir suicidios.

Otra de las salas contiene cuadros pintados por Vann Nath, uno de los únicos siete sobrevivientes. Estos representan la variedad de torturas empleadas por los cadetes para obtener confesiones. Una vez que el prisionero reconocía su traición y delataba la red de conspiradores a la que pertenecía era enviado al campo de exterminio de Choeung Ek. Junto a los cuadros se exhiben en vitrinas los instrumentos de tortura. En el último cuarto, los armarios llenos de calaveras y ropa dan idea del genocidio. Al finalizar el régimen en enero de 1979, un tercio de la población, 1,7 millón de personas, había muerto.

Después de 31 años, un tribunal internacional mixto condenará en junio a los líderes del Khmer Rouge, entre ellos al director del S-21, Kang Keek Ieu, alias Duch. Sobre una de las paredes del museo puede leerse un graffiti en castellano: Nunca Más.

* Especial para Página/12.

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Fotografías de las víctimas sobre las paredes, en la prisión clandestina S-21.
Imagen: AFP
 
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