Viernes, 23 de julio de 2010 | Hoy
Por Horacio Verbitsky
El impacto social de la ley que amplió el derecho civil al matrimonio con independencia del sexo de los contrayentes ha sido tan grande, que incluso dirigentes que habían manifestado su oposición se postulan ahora como padres o madres adoptivos de la victoria. En cambio, no ha habido quien asumiera alguna responsabilidad en la derrota de la posición contraria, que cada uno atribuye a errores ajenos. Pero tanto quienes hoy festejan aquello que ayer combatieron, como los vinagres que detestan lo sucedido, coinciden en la elección del Gran Responsable. Esta cinta azul de la popularidad corresponde al presidente de la Iglesia Católica en la Argentina, Jorge Mario Bergoglio.
Horas antes de la votación, la jefa de la Coalición Cívica Libertadora, Elisa Carrió, propuso eliminar del Código Civil el matrimonio, que quedaría reservado para el sacramento católico. Eso es lo que ocurría hasta 1887, antes de la ley de matrimonio civil. La Iglesia resistió aquel avance con tanto denuedo como haría con la ley de divorcio en 1954 (cuando en represalia promovió el derrocamiento de Juan D. Perón), en 1987, cuando la impulsó la “sinagoga radical” de Raúl Alfonsín, y con la ampliación del matrimonio a todas las personas este año. En su lugar Carrió propuso una Unión Familiar, que hubiera consagrado vínculos de primera y de segunda clase, para lo cual no sintió necesidad de consultar con heterosexuales, que hubieran visto rebajada la categoría de su matrimonio, ni con homosexuales, que aspiraban a un reconocimiento menos mezquino. Equivalía a tratarlos como apestados: si se les permitía unirse ante la ley era preciso cambiar el nombre a la institución para no contaminarla. Pero tres días después de la sanción legislativa Carrió dijo que estaba “muy contenta porque se hayan reconocido los derechos” y que todo su bloque votó a favor. Es cierto, así lo hizo María Eugenia Estenssoro, que es todo su bloque en el Senado. En Diputados, la propia Carrió se abstuvo, porque dijo que quería cumplir con su Iglesia (que no reconoce los derechos que ahora la alegran) pero que una de sus principales colaboradoras es lesbiana. No la consultó antes de utilizar en el debate público una cuestión íntima que esa persona no tenía intención de revelar. En cambio, sí habló con varios ensotanados antes de lanzar su retrógrada propuesta. También sostuvo que “la Iglesia entró en la trampa de los Kirchner”. Explicó que Néstor Kirchner “iba por la Iglesia” porque “le encanta dividir” y que Bergoglio debería haber actuado como un torero (“había que esquivar”). Según Carrió “perdieron los dos”, aunque se cuidó de explicar en qué consistiría la presunta trampa y en qué sentido puede afirmarse que Kirchner perdió, salvo en los deseos de la líder de la CCL. La cronología muestra que Kirchner recién intervino en el debate cuando Bergoglio llamó a la “guerra de Dios”, para opinar en contra del fanatismo. La convocatoria a una marcha sobre el Congreso para presionar a los legisladores malversando en forma fraudulenta recursos que el Estado entrega a la Iglesia Católica para gastos educativos y no para hacer política, precedió en varias semanas a la intervención de Kirchner.
El columnista principal del diario La Nación, Joaquín Morales Solá, también celebró la aprobación de una ley que “amplió los derechos civiles” y dijo que “el principio de igualdad triunfó sobre los principios religiosos”, aunque cuatro días antes la había denunciado como parte de una guerra cultural de Kirchner contra la Iglesia católica, bajo el inequívoco título “Otra batalla innecesaria”, y había sugerido el mismo emplasto sustituto que Carrió. Según Morales Solá, Bergoglio, a quien adscribe a una presunta “línea moderada”, se dejó llevar por su pugna interna con “los sectores ultraconservadores” que personifica el candidato a sucederlo en la presidencia del Episcopado, Héctor Aguer, y así pisó en falso. Su carta a las monjas carmelitas sobre la envidia del Diablo y la guerra de Dios sólo estaba destinada al consumo interno de esas mujeres enclaustradas, como quien les cuenta una historia de brujas a los chicos. Pero sus enemigos internos la hicieron publicar sin su autorización en la Agencia Informativa Católica Argentina, que “no tiene dependencia formal ni informal de la conducción de la Iglesia”, pretende JMS. También esta es una expresión de deseos: antes que en AICA la carta fue publicada en su edición de julio por el Boletín Eclesiástico del Arzobispado de Buenos Aires. Si al órgano oficial de expresión de Bergoglio también lo manejan sus enemigos, estamos en problemas Houston.
La sociedad argentina es un poco mejor ahora y es bueno que importantes líderes de opinión puedan quitarse por un momento el lente del antikirchnerismo patológico con que filtran cada tema, para apreciar la importancia de un paso gigantesco en la lucha por la ampliación de los derechos para todos sus habitantes, incluyendo a los más vulnerables y desprotegidos.
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