Sábado, 25 de mayo de 2013 | Hoy
Por Osvaldo Bayer
Hoy, el Día de la Libertad. De nuestra dignidad, de la búsqueda de la Noble Igualdad. Manuel Belgrano, Juan José Castelli, Mariano Moreno. Los tres grandes héroes de Mayo. Recordar ese día es admirar a quienes empujaron a un verdadero cambio. El espíritu de Mayo. Liberarse del yugo europeo que había llegado no a “descubrir” América sino a llevarse su oro y su plata y a esclavizar a sus pueblos originarios por medio de esas perniciosas formas de esclavitud como la encomienda, la mita y el yanaconazgo, además de tomar posesión de las tierras en nombre de Cristo y el rey con el arcabuz en la mano.
Este espíritu de Mayo está volviendo a nuestra tierra. Ya los argentinos discuten sobre los héroes postizos que nos impuso la historia oficial en vez de la Igualdad que cantamos en nuestro Himno Nacional desde la gloriosa asamblea de 1813. Se nos enseñó a admirar lo europeo y a despreciar la esencia de los pueblos originarios, con su respeto a la naturaleza, su sentido de igualdad y su vida en comunidad.
Y estas tierras están viviendo un período de verdadero revisionismo. Lo he podido comprobar en las últimas dos semanas. Muchos sectores lo están experimentando. La Etica ante todo, la defensa de la Vida ante todo y no el levantar monumentos a quienes se calificó como “los que trajeron el progreso”. Porque aquí cabe la pregunta: el progreso para quién y qué significa la palabra “progreso” si no se ajusta al respeto por la vida y hacia la verdadera igualdad democrática.
Antes hubiera sido imposible imaginar algo así. Por ejemplo, lo ocurrido en Puerto Deseado: allí, en una ceremonia plena de emoción y de sentido igualitario, se quitó el nombre a la avenida Roca. Eso significó un gesto hacia los pueblos originarios que han poblado nuestras llanuras, costas y valles durante siglos. Dejar de glorificar a un genocida, autor de la muerte de miles de hombres, mujeres y niños de los pueblos que siempre habían habitado nuestros suelos. Y más, un militar que obtuvo tierras como botín de su genocidio.
Luego de Puerto Deseado recorrimos con el representante de los pueblos originarios, Raúl Fernández, las localidades de Jaramillo, Caleta Olivia, Pico Truncado y Comodoro Rivadavia, donde encontramos un apoyo de mucho fervor y con ganas profundas de establecer siempre la existencia de la Etica en la interpretación de la Historia. No sólo de los ciudadanos sino también de las autoridades de esos lugares patagónicos. Esos hombres han demostrado un gran coraje civil. Porque están los que no quieren ningún cambio. Prefieren a los que trajeron la fortuna para algunos y la pobreza para muchos en vez de los que pusieron su rostro para hacer triunfar los verdaderos principios de Mayo. Hay intendentes y concejales que se niegan a retirar el nombre de Roca y de sus oficiales de las calles de sus ciudades porque dicen que eso traería problemas a los que tienen propiedades, ya que tendrían que actualizar sus documentos con la nueva dirección. Este no es ningún argumento honesto ni racional, ya que el escribano o el funcionario escribirá “ex Roca” a la calle que pase a llamarse Libertad y no ocasiona ningún trastorno a nadie.
Al contrario, se hace justicia histórica ante el verdadero genocidio que resultó ser la denominada “Campaña del Desierto” del presidente Avellaneda y su ministro de Guerra, general Julio Argentino Roca.
En Pico Truncado, el día de nuestra visita se incorporó dicha localidad a la llamada “Ruta de la huelga de 1921” para los estudiantes y visitantes que quieren recorrer los lugares donde se efectuó la más grande represión contra los peones rurales en el primer gobierno de Hipólito Yrigoyen.
Luego, en la misma semana, acompañamos al investigador Marcelo Valko a la presentación de su libro Desmonumentando a Roca en las localidades de Cláypole y Vedia, provincia de Buenos Aires. En Claypole, en el teatro llamado La Casa, los cientos de personas que concurrieron aplaudieron de pie cuando señalamos que ya hay 24 ciudades argentinas que le han quitado el nombre Roca a calles así denominadas. Y hubo emoción en el auditorio cuando recordamos con ira que Roca y el presidente Avellaneda restauraron la esclavitud en la Argentina, que había sido eliminada dando la libertad de vientres por la Asamblea del Año XIII.
Luego, en la ciudad de Vedia, en plena llanura bonaerense, su valiente intendente Alberto Conocchiari, secundado por la iniciativa de sus concejales Fernando Girón y Eduardo De Francesco –que contaron con el constante apoyo del semanario local La Nueva Voz–, consiguió que el Concejo Deliberante votara por unanimidad: ocho votos por el Frente para la Victoria y cuatro de la UCR para que fueran reemplazadas las calles Rauch por Arbolito, Ataliva Roca por Juan José Castelli y Uriburu por Manuel Dorrego. Rauch fue el oficial europeo contratado por Rivadavia “para exterminar a los indios ranqueles”, como figura textual en el decreto del primer presidente argentino. Y el primer comunicado del oficial europeo dice nada menos que esto: “Hoy, para ahorrar balas hemos degollado a 27 ranqueles”. Occidental y cristiano el señor coronel. Pues bien, el indio llamado “Arbolito” lo va a esperar en una hondonada y lo va a matar al orgulloso coronel. Que venía contratado por Rivadavia a eliminar a los ranqueles, etnia muy trabajadora y pacífica.
La otra calle, Ataliva Roca, se llamaba así en homenaje nada menos que al hermano de Roca, llamado Ataliva. Su único mérito había sido acompañar a su hermano Julio Argentino Roca en los negocios. Tanto es así que Sarmiento inventó el verbo “atalivar”, que era sinónimo de “cobrar la coima”. Y en cuanto a Uriburu, fue el primer dictador de la Argentina. Derrocó al presidente Yrigoyen en septiembre de 1930 y fue fusilador de obreros. Bien puesto el cambio: Dorrego fue un luchador federal que fue fusilado cobardemente por Lavalle.
Vemos que la Verdad siempre triunfa en historia. Puede pasar mucho tiempo pero finalmente la Etica impone su orden.
Y otro hecho más que dignifica a quienes lucharon por una verdadera democracia en la Argentina: en Mendoza dimos la pieza teatral Exilio. Relata la acción de los exiliados durante la última dictadura, que lucharon desde el exterior para denunciar los cobardes crímenes de ese régimen: como la desaparición, las torturas y el robo de niños de padres detenidos y luego “desaparecidos”. También en esto, por el apoyo del público y de las autoridades comunales, se notó que ya no hay miedo en presentar lo que fue nuestra trágica realidad.
Todo esto positivo ha sucedido mientras el dictador Videla moría en una cárcel común.
Ni alegría ni pena por el fallecimiento de este personaje siniestro. Sólo satisfacción por ver que ahora los argentinos fuimos capaces por primera vez en nuestra historia de lograr que falaces uniformados mueran en cárceles comunes. Una satisfacción argentina que queremos que perdure para siempre: no permitir y resistir siempre cualquier levantamiento contra la democracia e ir ahondando cada vez más el sentido de la palabra democracia en nuestra querida Patria.
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