CONTRATAPA › 25 DE ABRIL, A 87 AÑOS DE LA TRAGEDIA ARMENIA
El genocidio silencioso
Por Roberto Cossa
El domingo 25 de abril de 1915 un despacho telegráfico originado en Londres y fechado un día antes, es decir el sábado 24, informaba sobre hechos ocurridos en la ciudad de Tabriz, por aquel entonces en poder de los turcos. Decía escuetamente: “La policía turca cumpliendo órdenes de las autoridades disparó contra los armenios haciendo una verdadera matanza entre ellos”.
Por aquellos tiempos no existía la televisión y mucho menos la Internet. Ni siquiera las teletipos. El mundo vivía aislado y la noticia pasó prácticamente inadvertida en la prensa de Occidente.
Nadie sospechaba que con los hechos de Tabriz se iniciaba, aquel 24 de abril de 1915, una de las más crueles matanzas que registra la historia de la humanidad y la primera ocurrida en el siglo XX: el exterminio, entre los años 1915 y 1923, de 1.500.000 armenios, incluyendo ancianos y niños desprotegidos.
La historia de la humanidad registra innumerables casos de matanzas de seres humanos ocurridos en guerras, en violencias de origen étnico o religioso, en odios raciales o en luchas por el poder. En definitiva, la historia del hombre desde sus orígenes es una sumatoria de actos de crueldad.
Pero el caso armenio es, más allá del horror que produce la muerte de un millón y medio de seres humanos, un hecho que –a casi nueve décadas de ocurrido– despierta muchos interrogantes.
¿Por qué motivo el genocidio armenio es ignorado por la comunidad internacional? ¿Por qué no se recuerda tamaña monstruosidad con la misma fuerza como se rememora, por ejemplo, la Shoa?
El genocidio armenio no pertenece a la historia de nuestros antepasados remotos. Ocurrió en nuestro tiempo. Es nuestro contemporáneo. Algún sobreviviente queda de la tragedia y, desde ya, hijos y nietos de las víctimas. Aunque parezca mentira, recién en 1985 una comisión de las Naciones Unidas aceptó calificar el caso armenio como el de un genocidio. El Parlamento francés fue el primer organismo representante de un país europeo importante que reconoció la existencia del “genocidio armenio” y lo aprobó ¡el 18 de enero de 2001! Pero el gobierno francés relativizó el pronunciamiento de sus diputados y llamó a la “prudencia”. La cautela del Ejecutivo ante la sanción del Parlamento tiene una explicación: Ankara amenazó con interrumpir el comercio con París que sumaba 2.700 millones de dólares por año.
Quizás en los lazos económicos y de intereses comerciales que unen a Turquía con los países del Primer Mundo se explique el porqué del ocultamiento de la tragedia armenia. Turquía nunca reconoció la matanza y ejerció toda su influencia cada vez que el tema fue tratado en los foros internacionales. Y lo que la comunidad internacional le reclama a Turquía es que admita que hubo un genocidio y que asuma su responsabilidad. El Tribunal Permanente de los Pueblos, reunido en París en abril de 1984, aprobó una resolución que expresaba que “el genocidio de los armenios es un crimen internacional del cual el Estado turco debe asumir su responsabilidad”.
Tal como decía en un artículo publicado en 1995 el historiador argentino Emilio J. Corbière “los gobernantes turcos proceden como Videla, Viola y Massera. Para ellos los asesinatos no fueron tales. Desaparecieron y no existieron”.
El genocidio armenio existió y se sabe quiénes fueron los responsables. Pero los responsables no lo reconocen y mucho menos se muestran dispuestos a pedir perdón.
El victimario no admite, ni siquiera, haber cometido el crimen, es más, cree que fue un acto justificado por la historia.
De eso algo sabemos los argentinos.