Jueves, 19 de julio de 2007 | Hoy
Por Jack Fuchs*
¿Quién fue enterrado el 14 de junio de 2007 en Viena? ¿Kurt Waldheim, el nazi que participó en matanzas masivas durante la Segunda Guerra Mundial o el ex secretario de la Organización de las Naciones Unidas y ex presidente de Austria? ¿Dónde están aquellas voces que hubieran podido gritar quién fue realmente Kurt Waldheim? Quizás este vacío es el que me lleva a escribir estas líneas.
Kurt Waldheim murió a los 88 años. Otro victimario que reinventó su historia con la complicidad de muchos. Otro victimario que muere y al que nunca nadie le preguntó qué sintió durante sus años de servicio en el ejército nazi respecto de las atrocidades de las que estaba al tanto, y que desde un cómodo escritorio firmó sentencia para muchas. ¿Qué pactos macabros llevaron a tanto ocultamiento?
La biografía que los archivos de la Organización de Naciones Unidas tienen de su ex secretario general, Kurt Waldheim, lo presenta de la siguiente manera: “Kurt Waldheim fue nombrado secretario general de las Naciones Unidas durante cinco años el 1° de enero de 1972. El Consejo de Seguridad había sugerido el nombramiento el 21 de diciembre de 1971 y la Asamblea General la aprobó por aclamación el día siguiente. El secretario general nació en Sankt Andra-Worden, cerca de Viena, Austria, el 21 de diciembre de 1918. Se licenció en la Universidad de Viena como Doctor en Derecho de Jurisprudencia en 1944... Se unió al cuerpo diplomático de Austria en 1945, y desde 1948 hasta 1951 trabajó de primer secretario de la Delegación en París. Dirigió el Departamento de Personal del Ministerio de Asuntos Exteriores de Viena desde 1951 hasta 1955... Kurt Waldheim fue representante permanente de Austria en las Naciones Unidas. Desde enero de 1968 hasta abril de 1970, Kurt Waldheim fue ministro federal de Asuntos Exteriores de Austria. Tras abandonar el gobierno, fue elegido de forma unánime presidente del Comité de Salvaguardias del Organismo Internacional de Energía Atómica, y en octubre de 1970 volvió a ser representante permanente de Austria en las Naciones Unidas, puesto que ocupó hasta ser elegido secretario general de la Organización. En abril de 1971 fue uno de los dos candidatos a la Presidencia Federal de Austria”.
Y prosigue, enumerando las misiones y visitas que realizó durante su Presidencia a zonas de especial preocupación de las Naciones Unidas.
¿Y de sus tres años de servicio al general nazi Alexander Löhr que fuera mandado a la horca por sus crímenes de guerra una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial? Nada. Ni una sola palabra.
A dos años de comenzada la guerra, Kurt Waldheim se une al staff del Alto Comando Alemán de los Balcanes bajo las órdenes del general Alexander Löhr. Su trabajo era verificar y transmitir órdenes especiales y eventualmente sugerir acciones. Estuvo en Grecia cuando 48.000 judíos de Salónica y Corfú fueron deportados a Auschwitz y Bergen-Belsen. Estuvo en Italia, cuando 100.000 soldados italianos fueron deportados a campos de concentración. Estuvo en Yugoslavia cuando se llevaron a cabo las masacres de miles de partisanos y sus familias.
Yo guardo el recuerdo de una noche de 1944 en la que “desfilaron” por el gueto de Lodz miles de personas, familias enteras, que habían llegado en tren desde Yugoslavia. Días antes los nazis habían ordenado despejar unas cuantas manzanas del gueto, una vasta zona que fue reforzada con alambres de púa, separada del resto, y a la que nosotros llamábamos el “gueto de los gitanos”. Allí estuvieron los recién llegados unos cinco días. Luego los masacraron a todos.
Nadie sabe cuándo fue que Kurt Waldheim comenzó a reinventar su historia. No me interesa reconstruir detalladamente datos, fechas y lugares. Simplemente quiero expresar que no dejo de asombrarme de cómo el mundo fue cómplice de ello. Creo que basta con preguntarse cómo fue posible que, en 1971, no haya habido mejor candidato para ejercer la Secretaría General de la ONU que Kurt Waldheim. No cabe duda de que detrás de todo ello existieron acuerdos macabros y complicidades. Ocultamiento voluntario de muchos. Silencio por muchos años de otros.
Waldheim luchó durante la Segunda Guerra Mundial seguramente convencido de la justicia de su causa. Luego de la derrota nazi, decidió ocultar su pasado y realizó una carrera ejemplar en su país y llegó a secretario general de las Naciones Unidas, visitando campos de refugiados, acariciando pequeños niños hambrientos y presidiendo conferencias sobre la paz en el mundo. Luego fue elegido presidente de Austria.
Walheim, como bien dice Robert Herzstein, estudioso de la historia del régimen nazi, claramente no fue un psicópata como Menguele ni un racista lleno de odio como Hitler. “Su carácter de hombre común es probablemente lo más importante sobre él. Si hay algo que nos enseña la historia es que Hitlers y Mengueles no podrían jamás haber llevado a cabo sus atroces crímenes solos. La construcción del Tercer Reich demandó cientos de miles de hombres comunes y ambiciosos como Kurt Waldheim”, sostiene Herzstein.
Los victimarios tienen un pasado –en el cual preparan su futuro crimen–, viven un presente –momento en que lo ejecutan– y después entierran su verdadero pasado, lo reinventan y siguen adelante.
Las víctimas no tienen nada. Se les quita todo: su pasado, su presente, su identidad, su dignidad y, por último, casi siempre su vida. A los que sobrevivimos nos preguntan: “¿Es posible otro Auschwitz? ¿Qué debemos hacer, como sociedad, para evitar que se repita la historia?”
¿Acaso le preguntaron alguna vez a Kurt Waldheim lo que creyó que sucedería si la Alemania nazi ganaba la guerra? ¿Le preguntaron alguna vez si, de haberse dado un resurgimiento del nazismo 20 o 30 años después de finalizada la Segunda Guerra Mundial, él se hubiera reincorporado a sus filas?
Al victimario nadie le pregunta.
A la víctima, si sobrevive, sí.
Y de aquí salto a una pregunta, tal vez difícil de contestar: ¿quién debe recordar?
* Pedagogo, escritor y docente. Sobreviviente de Auschwitz.
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