Jueves, 19 de julio de 2007 | Hoy
El comandante de la aeronave estrellada en San Pablo buscó hacer rotar la máquina para evitar que siguiera de largo. Los motivos del accidente. Hay un argentino entre los fallecidos.
Por Pedro Lipcovich
“¡Girá, girá...!”: las últimas palabras del piloto, un ruego a su propio avión enloquecido, podrían enmarcarse en un discepoliano “Yira, yira...”, que denotara la indiferencia del mundo aeronáutico brasileño ante las condiciones que propiciaron la tragedia del martes en Congonhas, San Pablo. Según un experto consultado por este diario, Congonhas es “un aeropuerto antiguo, pensado para aviones distintos a los actuales”; en medio de una densa ciudad, esa terminal aérea exige a los pilotos un empinado aterrizaje. Sin embargo –según un informe publicado en Gran Bretaña–, las aerolíneas presionaban para incrementar sus vuelos desde y hacia Congonhas, justamente por su acceso fácil para los pasajeros. La terminal había estado cerrada 45 días, hasta junio pasado, por refacciones; según denuncia un experto brasileño, la presión de las críticas por la congestión del tráfico aéreo forzó su reapertura antes de que se completaran las condiciones de seguridad de las pistas. Todo esto se enmarca en una larga crisis del tráfico aéreo en Brasil, cuyo control sigue en manos de los militares. En el marco de esta situación que no permitía el más mínimo error humano y bajo la lluvia, es posible que el piloto del avión de TAM haya calculado mal su aterrizaje. Hay por lo menos 200 muertos, entre ellos un argentino, y la cuenta podría aumentar. Hasta anoche habían sido rescatados 175 cadáveres.
No es fácil contabilizar las víctimas por el estado de los cadáveres, calcinados a una temperatura de mil grados, y porque, además de los 186 ocupantes del Airbus A320 de TAM, murieron empleados del depósito de TAM contra el que se estrelló el avión, luego de atravesar una autopista, y de la estación de servicio adyacente, que entró en llamas; también pudieron fallecer personas que circulaban por el lugar. No hay sobrevivientes entre los pasajeros del Airbus. El argentino fallecido es Alejandro Camozzi, de 31 años, nacido en Hurlingham, quien residía en San Pablo; casado con una brasileña, tenía una hijita de un año.
Según explicó a Página/12 José Vaca –presidente de la Asociación de Aviadores Civiles de la Argentina–, “el aeropuerto de Congonhas es antiguo: estaba pensado para aeronaves más chicas y menos veloces. Su ‘pendiente de aproximación’, la que deben seguir los aviones para aterrizar, es más pronunciada, más escarpada que la de la mayoría de los aeropuertos como, por ejemplo, el aeroparque Jorge Newbery”.
Sin embargo, según el diario londinense The Times, "las aerolíneas vinieron haciendo lobby para contar con más vuelos hacia y desde Congonhas, ya que a los pasajeros les resultaba preferible por estar cerca del centro de la ciudad. El otro aeropuerto paulista, Guarulhos, requiere 30 kilómetros de viaje por una autopista habitualmente congestionada. Pese a las advertencias de que había que restringir el uso de ese aeropuerto, sólo en la última década el Estado gastó más de 300 millones de dólares en ampliar sus instalaciones".
A fines de junio pasado, Congonhas fue reabierto, tras un cierre de 45 días para refacciones. Pero, según el ingeniero aeronáutico Jorge Medeiros –de la Universidad de San Pablo–, “la pista fue habilitada sin los dispositivos antideslizantes, ranuras en el pavimento denominadas goovings, necesarias en ciudades lluviosas como San Pablo”. En contrapartida, Moacyr Duarte –especialista en emergencias de la Universidad Federal de Río de Janeiro– sostuvo que “la pista está nueva y la presencia de ranuras que acumulen agua se descarta”. El lunes pasado, otro avión, de menor tamaño, se salió de pista cuando aterrizaba.
En ese contexto, “no es imposible que el piloto del Airbus haya ‘tocado largo’ al aterrizar –señaló Vaca–: es decir, que, en lugar de tomar contacto en la cabecera de la pista, de 1940 metros, lo haya hecho más adelante: pero esto no puede saberse mientras no se analicen los datos de la ‘caja negra’. Y es probable que el avión haya entrado en aquaplane, que haya resbalado por la pista anegada”.
Lo cierto es que desde la torre de control escucharon las últimas palabras del piloto: “¡Girá, girá, girá!”. Según explicó Vaca, “el piloto intentó hacer girar el avión para que, roto el tren de aterrizaje, se detuviera en la pista, pero no lo logró”.
La “caja negra” del Airbus ya fue rescatada y la investigación estará a cargo del Centro de Investigación y Prevención de Accidentes de la Aeronáutica brasileña. Esta rama militar retiene bajo su control el tráfico aéreo brasileño, y fue duramente cuestionada luego del accidente de septiembre del año pasado, cuando un Boeing de la empresa Gol chocó en Amazonia con un avión privado y murieron 154 personas.
El accidente del martes fue el peor en la historia de la aviación civil brasileña. El aeropuerto de Congonhas no está funcionando y, según un vocero del gobierno brasileño, el cierre “podría prolongarse por largo tiempo”.
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