Jueves, 19 de julio de 2007 | Hoy
EL MUNDO › DESPUES DE UN MARATON EN EL CONGRESO DE EE.UU.
Por Antonio Caño *
Desde Washington
La noche de los colchones en el Senado no sirvió para nada. La larga sesión nocturna en la que los camastros desplegados en los salones del Capitolio acapararon más atención que los discursos de los senadores no fue suficiente para que la mayoría demócrata alcanzase respaldo suficiente a la propuesta de comenzar la retirada de Irak en cuatro meses. Cercana ya la fecha del período de vacaciones de verano de los legisladores, todo indica que la decisión sobre Irak tendrá que esperar, como quiere el presidente George Bush, a mediados de septiembre. Después de 24 horas de sesión ininterrumpida, en la que más de un senador se vio obligado a recostarse a ratos, los demócratas no obtuvieron votos suficientes para sacar a votación una enmienda a la ley de presupuestos del Pentágono que incluía un calendario para la retirada de Irak.
Un original procedimiento del Senado norteamericano permite que los senadores prolonguen indefinidamente el debate sobre una ley para impedir que sea sometida a votación. Es lo que se conoce como filibusterismo. Para vencer esa estrategia es necesario el apoyo de 60 senadores. El sentido de esta norma es obligar a los dos partidos a negociar una posición.
El Partido Demócrata no consiguió ayer una posición mayoritaria en torno de la retirada de Irak. La propuesta para romper el filibusterismo sólo tuvo 53 votos de una cámara de 100 escaños. Unicamente tres senadores republicanos votaron a favor. Tantas horas de debate dio tiempo a escuchar muchos discursos, pero la mayoría fueron ante un hemiciclo vacío y con el sonido de los ronquidos que se escapaban de los pasillos.
John McCain, por ejemplo, acabó de hablar a las cuatro y diez de la mañana. Le siguió Hillary Clinton. Otros notables les precedieron. Hubo convocatorias para comprobar el quórum sobre la medianoche y a las cinco de la mañana. En ninguna se alcanzó. Los candidatos demócratas, y todo el partido, están empezando a preocuparse porque la popularidad del Congreso en las encuestas es incluso más baja que la de Bush.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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