CULTURA › FERIA DEL LIBRO 30 AÑOS
ROBERTO FONTANARROSA Y SU VERSION ILUSTRADA DEL “MARTIN FIERRO”
“Tuve que despojarme de Inodoro”
El dibujante y escritor dice que el libro de José Hernández, que acaba de recrear, inspiró su famoso personaje de historieta. Fontanarrosa, cuya pluma empieza a ser reconocida en los círculos literarios, insiste en que lo más importante, para él, sigue siendo el fútbol.
Por Karina Micheletto
Por estos días, Roberto Fontanarrosa está ansioso por varias cuestiones. La primera ansiedad ya fue superada: el clásico Newell’s-Rosario Central terminó en un empate sin goles. También sigue con atención la evolución de Maradona, tema sobre el que debió mandar de apuro una nota para el diario deportivo español Marca, en el que tiene una columna semanal. Además, después de varios días de promesas burocráticas incumplidas, consiguió sacar el pasaporte y pudo viajar a la Feria del Libro de Bogotá, sobre la hora. Cuando vuelva asistirá a la feria literaria criolla, evento que, asegura, no se perdería por nada del mundo. Allí es uno de los invitados fijos a la mesa redonda sobre humorismo que todos los años organiza De la Flor (será el próximo viernes a las 21). Pero hay otro asunto que lo tiene ansioso: durante tres años esperó ver publicada su versión ilustrada del Martín Fierro, cuya edición quedó en suspenso tras la debacle de 2002 y recién ahora se exhibe en las librerías y en la feria.
“Hay libros de publicación automática: todos los años se reúnen las tiras de Inodoro Pereira y se hace un libro. O se junta todo el material sobre un tema, como hice con la inseguridad, la pareja, los médicos y, por supuesto, el fútbol. Pero como son chistes ya publicados no me despiertan tanta curiosidad en la salida. Es distinto con los libros de cuentos y más con este Martín Fierro, que fue un trabajo especial”, explica el rosarino, tomándose tiempo para el diálogo. “Hay algo muy importante para un dibujante de historietas: ¡trabajar por fin en un tamaño más grande! Porque los cuadritos, la verdad, son muy limitantes. Tengo ganas de ver ya esos dibujos grandotes.”
–¿Todavía mantiene esa ansiedad por verse publicado, después de tantos años?
–Eso nunca se pierde. Todavía recuerdo la sensación de ver mi trabajo publicado cuando trabajaba en publicidad o en revistas en Rosario... Era fantástico. Ahora no es lo mismo, claro, pero la curiosidad te sigue picando.
–¿Le pesaron los antecedentes de Martines Fierros ilustrados a la hora de hacer el suyo?
–Y, claro, hay algunos muy pesados, el de Castagnino, que es el más popular; el de Roberto Páez, que a mi juicio también es excelente. Lo primero que hice fue sacarme de la cabeza esas versiones y releer el Martín Fierro, que había leído fascinado cuando era chico.
–¿Qué era lo que le gustaba de chico?
–Lo leía como un relato de aventuras, porque en parte es así. Están los indios, las peleas... Es muy entretenido. Pero cuando lo releí busqué las escenas que tuvieran un atractivo para ilustrar. Por eso no es que cada tantas estrofas va una ilustración; van las que me parecieron más lindas de ilustrar.
–¿Qué fue lo más difícil del trabajo?
–El dibujo, en general, porque yo no creo ser un gran plástico. Además, hay colegas que te cohíben: Oski, Carlos Alonso, Páez, Castagnino, Nine, Sábat, el negro Caloi, Rep... Son tipos que tienen una riqueza de dibujo ostensiblemente mayor que la mía. Yo, por ejemplo, no tengo un buen manejo del color, de hecho hice el Martín Fierro en blanco y negro, y después un estudio de Rosario aplicó un color por computadora. Soy de la época en que la historieta era en blanco y negro, y me acostumbré así. El color nunca me sale como yo quiero, y aparte siempre trabajo apurado. Pero eso ya forma parte de la cuestión.
–¿Por qué usó el recurso de tomar un elemento y nombrarlo con una flechita?
–Eso se me ocurrió como un juego. Cuando era chico había varios dibujantes que siempre señalaban algo intrascendente, el cordón de las zapatillas, cosas así. Al ave solitaria que con el cantar se consuela tuve que nombrarla, por supuesto. Pero no quise recargarlo con detalles de ese tipo, porque iba a caer en algo demasiado humorístico.
–¿Le costó mucho sacarse la mochila de Inodoro?
–Y, algo, sí. Es inevitable: los dos son gauchos, y no le encontré muchas posibilidades de escaparme de eso. De hecho, Inodoro está tomado del Martín Fierro. Tuve que hacer el trabajo inverso: sacarme de encima a Inodoro.
–Inodoro tiene algo que debe ser muy difícil de lograr: un chiste por cuadrito.
–Poco a poco fui derivando hacia eso adrede. En las cosas que yo leía de chico, como Patoruzú, me llamaba la atención que en las historietas de página entera el chiste aparecía al final. Siempre pensé que a las páginas hay que defenderlas más, porque si el chiste final no es demasiado bueno, usaste toda una página para un remate flojo. Entonces tomé el ejemplo de los contadores de chistes como Landriscina, que por ahí cuentan un chiste largo, pero en el medio le van metiendo cositas que crean clima, y aunque el desenlace final no sea muy bueno ya viene respaldado por lo anterior. En Inodoro Pereira al principio procuraba que hubiera un chiste cada dos o tres cuadritos, y después la intención fue hacer algo medianamente gracioso por cuadrito. Lo que indudablemente lo hace más difícil de armar. Para eso tengo un cuaderno donde anoto cosas que me parecen graciosas, que me ayuda a tener ideas a mano.
–En el último tiempo parece haber ingresado al canon literario, hasta le hacen críticas elogiosas en los suplementos especializados. ¿En qué lugar del campo se siente?
–No sé, quizás ahora estoy más adentro de tanto insistir. Nunca estuve dentro de los círculos literarios, pero sí tengo muchos amigos escritores: Juan Martini, José Pablo Feinmann, Juan Sasturain, era amigo del Gordo Soriano, ahora lo conocí a Andahazi... Y con todos tengo una linda relación, no es que me siento excluido. Ahora, es cierto que aquel que viene de otro campo por ahí es mirado con cierta curiosidad, como el ilustrador o el dibujante de historieta que quiere entrar en la pintura. De todas formas, yo me considero más un periodista que un escritor, y estoy muy contento así. Aunque, en realidad, lo más importante para mí, lo que más me preocupa, es el fútbol. Partamos de esa base.
–O sea que la literatura no lo hace sufrir...
–¡Noooooo! ¡Acá el problema es el clásico que empatamos con Newell’s! Nunca sufrí por la literatura, ni es mi vida. En cada clásico, en cambio, envejezco cinco años.