CULTURA › PAGINA/12 PUBLICA MAÑANA “EL PRINCIPE FELIZ”, DE OSCAR WILDE

Para los lectores más bajitos

La colección gratuita “Los grandes para los chicos” incluye textos que Tolstoi, Twain y Chejov, entre otros, escribieron para niños.

Para entrar al universo de ciertos autores, existe un camino amable y ciertamente precoz: empezar por el libro que ellos escribieron pensando en un lector específico. O mejor, pensando en ese lector en una época determinada: la infancia, por ejemplo. Resulta asombroso –probablemente por esa tendencia errónea a considerar a la literatura infantil como un género menor– que tantos grandes escritores, en algún momento de su vida, escribieran deliberadamente una historia para que fuera leída por un niño. Página/12 buscará profundizar esa búsqueda. Publicará, a partir de mañana, gratis con su edición habitual sabatina, la colección Los grandes para los chicos. La serie incluirá a ocho autores célebres, cuyos nombres están instalados, desde hace años, en la lista de los clásicos universales, mientras algún olvido muy poderoso los mantiene ausentes de aulas y bibliotecas escolares. Ellos son Oscar Wilde, José Martí, Leon Tolstoi, Rudyard Kipling, Mark Twain, Anton Chejov, Guy de Maupassant y George Sand, Cada libro, que consta de 32 páginas, presenta al escritor y analiza sencillamente alguno de sus relatos. Lo complementa una biografía breve que focaliza en los días de su infancia y, a manera de postfacio, en el momento preciso en que escribió el cuento. Todas las ilustraciones de la serie pertenecen a Rep.
La primera entrega, mañana, será “El príncipe feliz”, de Wilde. Un autor que no se ruborizó por escribir obras para lectores pequeños, ni escribió por ello obras pequeñas. Cuando decidió dar algo de lo mucho que tenía a sus dos hijos, escribió para ellos “El príncipe feliz”. Más tarde ese cuento salió publicado en una revista de la época e inmediatamente los sectores de Inglaterra que aun no habían oído hablar de El retrato de Dorian Grey, ni de Salomé o de La importancia de llamarse Ernesto, presumieron que el autor de aquel cuento era un nuevo genio. Evidentemente no se equivocaron. En los próximos sábados, se publicarán a los siguientes autores: José Martí (La muñeca negra y Cuentos de elefantes), Tolstoi (Historia de Ivan “El imbécil”), Kipling (De cómo le salió al dromedario la joroba, Cómo se arrugó la piel del rinoceronte, Cómo logró el leopardo las manchas de su piel, Por qué tiene la ballena tan singular garganta), Twain (El billete de un millón de libras esterlinas), Guy de Maupassant (El miedo), Chejov (Un final feliz, La medalla, Vañaka, Apellido de caballo) y Sand (Cuentos de la abuela).
Los textos de esta colección no han sufrido modificaciones ni adaptaciones ni explicación, ni siquiera aggiornamientos. Si bien todos estos autores escribieron unos años antes de que el niño alcanzara el sitial en que lo sentó la pedagogía moderna, todos vislumbraron su capacidad de comprensión, su inteligencia y su proximidad a la temible puerta. “Siempre hay un momento en la infancia en que la puerta se abre y deja pasar al futuro”, alertó Graham Greene. La edad en que esa puerta se abre y la edad en que cada chico está listo para leer cada cuento es territorio de la ambigüedad, y diluye las presunciones sobre si tal libro es para un lector de entre 6 y 7 o para otro de entre 8 y 9. De algún modo, los lectores de todas las épocas también han sido el nieto de Joyce y el hijo de la mujer de Stevenson, que primero miró a este autor con la desconfianza que merece un futuro padrastro y luego cayó rendido ante La Isla del Tesoro, que fue pensada básicamente para conquistarlo. Qué niña no fue, en algún momento, la pequeña amiga ya inmortal de Lewis Carroll.
Los cuentos de esta colección son para niños. En su momento, así lo entendieron aquellos a quienes la historia consagró como clásicos. Con ese particular gesto de bajar el mentón y concentrar la mirada en una criatura bastante impredecible, autores como Kipling o incluso Tolstoi dejaron en evidencia toda una teoría de la infancia, de lo que la infancia debía leer, imaginar, rechazar y festejar. “Los grandes para los chicos” está pensado para quienes ya cruzaron esa puerta de entrada a la literatura y para los que aún necesitan de una voz que les lea una historia maravillosa antes de irse a dormir. Como un arrullo que convive con otros arrullos, como la televisión y los videojuegos, no está nada mal coleccionar historias. Que siempre estarán aquí.

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La colección incluye dos relatos del cubano José Martí.
 
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