CULTURA
Françoise Sagan, aquella que saludó a la tristeza
Murió ayer, a los 69 años, la escritora que se hizo célebre con una de sus primeras obras, Buenos días, tristeza, escrita cuando era adolescente. Fue el símbolo de una generación.
La novelista francesa Françoise Sagan murió ayer a los 69 años, víctima de una descompensación cardiovascular tras una embolia pulmonar, en un hospital de Honfleur, al noroeste de Francia. La escritora, que llevaba varios años enferma y vivía retirada cerca de esa pequeña ciudad francesa, había ingresado en el centro hospitalario hace unos días. Nacida en 1935 como Françoise Quoirez en el seno de una familia acomodada en Carjac, Sagan irrumpió en la literatura francesa con Bonjour tristesse en 1954, cuando tenía apenas 19 años. Ese libro le marcó toda su vida.
Sagan dejó una obra definida por un estilo personal, elegante, ligero y casi minimalista, de unos cincuenta libros, obras de teatro, guiones de cine y textos de canciones. Sus novelas, muchas de las cuales evocan la vida sentimental de la burguesía ociosa, aburrida, amoral y presa de una gran soledad interior, fueron traducidas a varios idiomas. No sólo las obras de Sagan dieron lugar a polémicas, empezando con los deseos sexuales de la adolescente Cecile, protagonista de Bonjour tristesse, sino también el estilo de vida de la escritora, casada y divorciada dos veces, y madre de un hijo. Era conocida por su afición al alcohol, las noches blancas, los casinos, los coches veloces (casi se muere en un accidente en 1957) y las drogas, lo que le valió varias condenas.
Al rendir un tributo póstumo a Sagan, el presidente francés, Jacques Chirac, dijo que “Francia pierde uno de sus autores más brillantes y sensibles que con finura, espíritu y sensibilidad supo explorar los resortes y las pasiones del alma humana. Protagonista de su época, Françoise habrá contribuido a la evolución del lugar de la mujer en nuestro país”, agregó. La primera novela de Sagan, que le trajo la gloria literaria inmediata y un extraordinario éxito de ventas –en cinco años se vendieron cuatro millones de ejemplares–, fue llevada al cine en 1957 por Otto Preminger, con Jean Seberg, David Niven y Deborah Kerr.
En su infancia, Sagan, entonces Françoise Quoirez, estudió en una escuela privada, se hizo notar por indisciplina y no logró aprobar el bachillerato en 1951, después de dedicar ese año a escuchar jazz en Saint Germain des Près, donde más tarde se vincularía a Juliette Gréco, Jean-Paul Sartre y otros intelectuales. Era considerada la última de las existencialistas, ya que marcó su época con sus libros, en su mayoría novelas, en los que hablaba de forma ligera de temas de gravedad.
A Bonjour tristesse siguieron Un certain sourire (1956), Dans un mois, dans un an (1957) y Aimez-vous Brahms?, todas ellas evocadoras de una juventud “dorada” y eterna. Estas y otras novelas como La Chamade, Des bleus à l’ame o Un peu de soleil dans l’eau froide fueron igualmente grandes éxitos. En una ocasión, Sagan dijo que “escribir es cosa de encontrar un cierto ritmo. Muchas veces la vida es una especie de progresión rítmica de tres personajes”. En los ’60, la autora se lanzó a las obras de teatro, como Un chateau en Suede, una versión teatral de su primera novela, La robe mauve de Valentine.
En los ’70 seguiría también en el teatro Il fait beau jour et nuit y, en 1987, L’exces contraire. En su última novela, hace seis años, Sagan volvió una mirada crítica sobre su vida. La vida de quien quiso ser escritora desde los 13 años y se convirtió en un instante, con apenas 19 años, en un éxito literario, ha llevado al autor de un libro sobre ella a decir que “recibió sus regalos antes de Navidad”. “Siempre tuve ganas de vivir y escribir. Y tuve la suerte de conseguirlo”, dijo Sagan, en 1998.
Además de sus problemas judiciales por las drogas, también los tuvo por el no pago de impuestos. Sagan ganó mucho dinero, pero lo gastaba con la misma rapidez y estaba prácticamente arruinada. En 1985, mientras estaba en viaje por América latina junto al entonces presidente Mitterrand, fue encontrada en coma en la habitación de un hotel. En marzo de 1990 fue condenada por el Tribunal de Gran Instancia de Lyon a seis meses de prisión en suspenso y a una multa de 360 mil francos por consumo de heroína y cocaína. La autora nunca escondió su adicción a los estupefacientes y no se presentó al juicio, por su débil estado de salud. En febrero de 2002, Sagan fue condenada por el Tribunal Correccional de París a un año de prisión exento de cumplimiento por no haber declarado al fisco francés 838.469 euros en 1994. El Estado francés la persiguió desde 1999 porque, según la fiscalía, recibió dinero no declarado por un trabajo de “lobby” a favor de la petrolera Elf durante la presidencia de Mitterrand. El dinero habría sido una recompensa por la intervención de Sagan ante Mitterrand en un asunto de exploración petrolera en Uzbekistán. Hace un año, la escritora había sido internada en grave estado y pudo salir del coma farmacológico inducido por los médicos. Aunque esta vez el coma fue punto final.